Jon

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Jon

- Así que... ¿qué tal la tarde de compras con Maya? - pregunto un curioso Jon a través de la pantalla del celular de Damián.

- Agotadora. - Fue la respuesta del mayor mientras continuaba dando rápidas pinceladas sobre el lienzo, desde la posición en la que el teléfono se encontraba Jon no lograba identificar lo que su amigo estaba pintando, pero si lo veía a él y a su concentración.

- No creo que fuera tan mal si hoy te encuentras así de inspirado. - bromeo el pequeño en un intento de molestar a su amigo.

- Mi inspiración no tiene nada que ver con Maya. - Y era cierto, acompañar a su amiga había empezado como un favor meramente formal pero poco había tardado en convertirse en una verdadera tortura medieval. - Esta completamente loca, recorrimos tres centros comerciales distintos dos veces para que al final terminara comprando el primer vestido que vio.

- Así son las mujeres Dami, la ropa las vuelve locas, en el caso de mi madre son los zapatos y puedo jurar que por la altura de los tacones más de uno serviría como arma.

- Madre los ha usado como arma. - afirmo el ojiverde recordando una ocasión en que escucho a su madre decir como había utilizado unos carísimos Louis Vuitton para detener un presunto intento de asesinato; lo cierto es que no imaginaba como eso era posible pero en verdad prefería no averiguarlo.

- Bromeas... ¿verdad? - pregunto Jon incrédulo temblando de pies a cabeza cuando su amigo negó en silencio. Definitivamente la familia de Damián estaba loca.

- La encontré. - comento como si nada Damián, interrumpiendo el tren de pensamientos del otro y sin despegar la mirada del caballete.

- ¿A quién? - pregunto Jon feliz de que su amigo cambiara de tema.

- A la dueña del diario.

- ¿La dueña del diario? ¿La poetisa? - la emoción de Jon era casi palpable.

- Así es, su nombre es Rachel Roth. - contesto estoico Damián mientras daba un paso atrás para contemplar desde otro ángulo su obra.

Jon por su parte sabía que de nada servía interrumpir al mayor cuando se concentraba de ese modo, si quería más detalles sobre la chica que había impresionado a su amigo tenía que esperar; porque si, lo había impresionado, incluso si Damián se negaba a aceptarlo.

Por suerte para el chico de metrópolis, no tuvo que esperar a que Damián volviera al mundo real por sí mismo ya que una bonita joven de piel pálida y cabello negro había entrado al aula y ahora observaba a su amigo con la misma intensidad con la que este parecía observar el cuadro, ajeno a todo su alrededor.

Jon quería interrumpir, saludar, gritar, reír, cualquier cosa con tal de romper el extraño ambiente que se había formado en aquel cuarto y del que hasta él, al otro lado de la pantalla, era consciente. Sin embargo esto no fue necesario porque la chica se le adelanto.

- Damián. - llamo ella consiguiendo que el aludido finalmente fuera consciente de su presencia. Cosa que consiguió puesto que el joven concentro sus ojos verdes en ella analizándola durante segundos que a Jon se le antojaron eternos, cuando Rachel parecía a punto de decir algo Damián camino hasta su mochila limpiando sus manos con un trapo antes de buscar algo en ella.

- Toma. - fue lo único que el olivarda dijo mientras le entregaba el diario a la joven que de inmediato lo tomo con fuerza entre sus manos.

- ¿Lo has leído? - pregunto ella con un tono de voz que no revelaba nada.

- Lo hice. - Contesto Damián volviendo su atención al cuadro aun sin terminar. - Son buenos.

La expresión de sorpresa de la chica competía fácilmente con el grito de emoción que Jon se esforzaba en no dejar salir, definitivamente leer las novelas que su madre escondía en fondo de su armario le estaba afectando.

- Tu pintura es hermosa. - dijo ella en un intento de desviar el tema.

- Gracias, me inspire en uno de tus poemas. - contesto con el mismo tono inexpresivo. Ella no respondió, solo asintió y se dirigió a la salida.

- Gracias. - dijo ella antes de girar la perilla para salir del aula, Damián asintió en respuesta pero justo cuando Rachel se marchaba añadió algo.

- Si escribes un nuevo poema me gustaría leerlo.

- De acuerdo. - contesto ella con una sonrisa divertida al notar que Damián había escrito su número y correo electrónico en la contraportada del diario, era un chico extraño, pero el saber que alguien había disfrutado sus escritos le hacía feliz.

Una vez que Rachel se marchó, pasaron aproximadamente dos minutos enteros antes de que Jon le recordara a su amigo que seguía allí y que lo había visto absolutamente todo.

- ¿Qué diablos ha sido todo eso? - pregunto exaltado y emocionado el ojiazul.

- Ella es Rachel, la dueña del diario.

- Eso me ha quedado claro, yo me refiero a todo ese coqueteo mal disimulado entre ustedes dos. - reclamo el menor. - Y no me vengas con que no sabes de que hablo porque te conozco Wayne y se perfectamente cuando entras en modo casanova.

- ¿Modo Casanova? - pregunto Damián sorprendido.

- Así es como mi padre los llama cuando se ponen a seducir mujeres. - Damián chasqueo la lengua ante respuesta tan estúpida.

- Yo no entro en modo Casanova Kent, eso es algo reservado para mi padre y Dick. Pero no niego que Rachel me resulta interesante. - la sinceridad del Wayne sorprendió a Jon que no esperaba una respuesta como esa.

- Entonces ¿te gusta? - pregunto el menor tanteando terreno.

- Me gusta su poesía. - contesto Damián mientras comenzaba a guardar todos sus utensilios. - Lo suficiente para desear conocerla un poco más.

- Entonces si te gusta. - canturreo feliz el menor.

Jon sabía que si algún día Damián lograba salir del cubo de hielo en el que se había encerrado, este se convertiría en un gran hombre; estaba empeñado en no cometer los mismos errores que sus padres, los cuales al concentrarse tanto en sus carreras olvidaron por completo que tenían una familia que los necesitaba; y el hecho de que su amigo mostrara interés en alguna chica era un gran paso para un futuro donde quizás existiría un pequeño o pequeña que lo llamara "Tío Jon".

- Como sea Kent, deja de fantasear y dime si notas algún defecto evidente. - reclamo Damián al tiempo que tomaba el celular para colocarlo frente a la pintura recién hecha.

Al verlo Jon se quedó sin palabras, no era la primera vez que observaba el arte de su amigo y sabía que tenía talento, pero el cuadro frente suyo poseía un sentimiento que pocas veces había logrado apreciar en la obra del Wayne.

Frente a ambos, plasmado en un lienzo blanco se mostraba un cuervo negro posado en una rama con las alas extendidas, como si acabara de aterrizar sobre ella y estuviese a punto de fundirse con el viento; era una pintura nostálgica que hacía pensar en muerte y despedida pero no por ello menos hermosa.

- Es perfecta. - expreso Jon tratando de que el nudo en su garganta no se notara y aún demasiado emocionado para notar la sonrisa torcida que dicha afirmación provoco en su amigo.

- Así debía ser. - fue lo único que el menor de los Wayne dijo mientras permitía a Jon continuar admirando la pintura.

Gotham Academy - A Damian Wayne's StoryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora