Se tumbó al lado de Dylan, riendo. No había sido el mejor orgasmo de su vida, pero no había estado nada mal, lo cual le llevó a recordar por qué se acostaba con él. Eso y el hecho de que Dylan, al igual ella, tampoco buscaba ningún tipo de compromiso con nadie. Su relación se basaba en eso, sexo. Se llevaba bien con él, aunque tampoco tenían esa cierta confianza que se tiene con los amigos.
-Dios Kate, tienes que dejar de moverte así, la próxima vez no duraré tanto como vuelvas a hacer ese movimiento.
-Pensaba que te había gustado – dijo ella carcajeando.
-¿Gustarme? Creo que ha estado cerca del cielo – dijo él, llevándose las manos a la cabeza.
-No exageres – dijo, alzando una mano.
-No, en serio, eres realmente buena en esto Kate – dijo él. Se inclinó sobre su mesilla y abrió el primer cajón, sacando un cigarrillo y el encendedor.
Kate se inclinó, casi trepando por el pecho de él, y le quitó el cigarro, ya encendido, apagándolo contra el cenicero de la mesilla. Él alzó una mano y frunció el ceño.
-¿Por qué has hecho eso?
-Sabes que no me gusta el olor a tabaco.
-¿Siempre tienes que ser tan perfecta?
Ella le sonrió, con aire de suficiencia y bajó de la cama, comenzando a buscar su ropa interior por el suelo del dormitorio.
-¿Te vas? – preguntó él.
-Suenas decepcionado – dijo ella, haciéndose con sus braguitas, que habían ido a parar casi al otro extremo de la habitación.
-Bueno... esperaba hacerlo un par de veces más – explicó él.
-Tengo esa cena con mis padres – dijo ella, abrochándose ahora su sujetador.
-Todavía son las seis – se quejó él, mirando el reloj de muñeca que descansaba en su mesilla.
-Tengo que ir a casa a ducharme primero, además, quiero llegar antes para estar más rato con mi hermana, hace días que no la veo.
-Está bien – dijo él, encogiéndose de hombros – ¿Te llamo mañana?
-¿Tan necesitado estás? – preguntó ella, al mismo tiempo que se subía los pantalones.
-Eres una droga adictiva – sonrió él.
Ella le sonrió por encima del hombro, se puso los tacones, cogió su bolso y se marchó.
Llegó a su apartamento, se dio una ducha rápida y optó por una ropa cómoda. Dejando a un lado la ropa más formal que solía utilizar para trabajar, escogió unos pantalones vaqueros y una camiseta fina de media manga. Se recogió el pelo en una coleta, cogió un pequeño regalo que había comprado días antes para su hermana y bajó a la calle, poniendo rumbo al apartamento de sus padres.
Al llegar al piso de abajo, el portero se quedó mirándola, extrañado, cuando ella le saludó. La gente que la veía a diario solía extrañarse cuando cambiaba un poco. Todos creían que era seria y estirada, rígida e inflexible con respecto a cumplir las normas. Sin embargo, aunque algo de esto sí que era cierto, en el fondo le gustaba ser bastante informal fuera de su trabajo. Sobre todo cuando se trataba de su familia, esa parte que solamente sacaba cuando estaba con su hermana pequeña. Solamente sus padres eran conscientes de esta faceta de Kate, para el resto era Katherine Beckett, una de las más prestigiosas abogadas de Manhattan.
Brigitte sacaba toda la parte dulce que Beckett escondía en algún rincón. La pequeña apenas tenía cinco años y había sido adoptada por los Beckett cuando tenía seis meses, después de que sus padres falleciesen en un accidente de tráfico. La familia de Brigitte era de origen francés y había adoptado de su madre unos preciosos ojos azules que hacían un bonito contraste con su cabello moreno. El proceso de adopción apenas les había costado esfuerzo, pues tanto Jim como Johanna eran abogados acomodados en Manhattan desde hacía muchos años. A ese pequeño ángel no podía faltarle de nada con ellos dos a su lado.
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Las Leyes del Universo de Beckett
FanficKate Beckett, estricta y respetuosa con las normas, vive su vida de abogada de éxito hasta que un famoso escritor se cruce en su camino y ponga su vida patas arriba.