El apartamento de un solo dormitorio de ________ era soleado, largo y estrecho. No se puede decir que fuera pequeño, pero en la cocina no había más que un fregadero, una nevera diminuta y un viejo horno a gas, donde la joven guardaba los zapatos que no utilizaba a menudo. Ahora un biombo tapaba uno de los extremos, para convertirlo en una habitación de invitados en la que Selena pudiera disfrutar de cierta privacidad. En el salón, además de la cama plegable, el biombo y el sofá, había una mesa cubierta con notas, fotos y postits con ideas para artículos. De hecho, todo el apartamento estaba lleno de postit pegados en diversas superficies.
Ahora, a las dos de la mañana, después de su día de sexo con Ryan y el extraño desayuno de medianoche con Justin, ________ estaba exhausta. Entró en su casa tratando de no hacer ruido, pero Selena estaba levantada, muy ocupada con sus cuencos con mezclas diversas y sus moldes de pasteles. Y, para sorpresa de ________, Ryan también estaba allí, recostado en el sofá y rasgueando las cuerdas de su bajo.
—¿Por qué has tardado tanto? —le preguntó a ________—. He dejado un ensayo antes de tiempo para estar contigo. Y Bobby me había invitado a unas copas porque recibió la devolución de Hacienda.
Antes de que pudiera contestarle, intervino Selena, tan protectora como siempre.
—Qué vida tan difícil tienes —le dijo con risueña ironía a Ryan.
________, con algún esfuerzo, aparentó que Ryan no estaba allí.
Era un chico raro, y en algunos aspectos adorable. Esta era su manera de demostrar su afecto, venía a su casa porque la echaba de menos, pero era incapaz de reconocerlo. Cuando hacía estas cosas, ________ se moría de gusto. Ryan estaba muy sexy, echado en el sofá, pero como él sabía, ella tenía que mostrarse distante.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó a Selena, que estaba cascando dos huevos a la vez en una escudilla.
—Estoy soldando el eje del cigüeñal.
—Estás cocinando algo, ¿no? —dijo Ryan, como si acabara de descubrir el ADN.
—No estoy cocinando, estoy horneando —aclaró Selena, y le sonrió—. ¿Has traído el bicarbonato de sodio?
________ asintió con la cabeza. Cuando vivían en Encino, no pasaban ningún fin de semana sin pasteles de chocolate ni galletas espolvoreadas con azúcar. Ya entonces Selena era capaz de hacer maravillas casi sin nada. La única contribución de ________ había sido rebanar la escudilla.
—Mi madre también hacía cosas al horno —dijo Ryan—. Pollos y carnes.
Selena alzó los ojos al techo y luego sacó una bandeja con galletas del horno. Cogió una y le hizo una seña a Ryan.
—¿Una galleta para el vago? —preguntó con una alegre sonrisa.
________ no se lo podía creer. Esperaba que Ryan hiciera un mal gesto, pero él se limitó a estirar la mano. ________ lo miraba, asombrada. Tal vez el camino hacia el corazón de un hombre pasaba por su estómago.
—¡Saben de puta madre! —exclamó Ryan mientras se relamía.
—Sí, la mantequilla y el azúcar levantan maravillosamente el ánimo —dijo Selena—. Yo soy una adicta. —Y se señaló las caderas.
________ detestaba la manera en que Selena menospreciaba sus encantos.
—Sel, ¿cuál es la diferencia entre el polvo para hornear y el bicarbonato de sodio? —le preguntó.
—Yo lo sé —intervino Ryan—. El bicarbonato es para preparar una bebida, y lo otro, no. Es fácil.
—Aunque parezca mentira, el bicarbonato de sodio no tiene burbujas ni se bebe con una pajita —le replicó Selena. Después se dirigió a ________—: El bicarbonato de sodio es como el crémor tártaro. No se usan muy a menudo, pero cuando los necesitas, son irreemplazables. Chico, para Semana Santa yo podría haber vendido mi provisión de crémor tártaro más cara que si hubiera sido cocaína. Las amas de casa de Sacramento estaban desesperadas.