El miércoles de la semana siguiente Justin se encontró con ________ para resolver el muy hablado problema del corte de pelo. Abrieron la puerta de vaivén del salón de la peluquería, se oyó la música del interior, y Justin retrocedió instintivamente.
—Vamos, que un corte de pelo a la última no es para los débiles de espíritu —le dijo ________, y cogiéndolo de la mano lo obligó a entrar—. No te preocupes, que Stefan se ocupará de ti.
Por primera vez en su vida, Justin dudó de las palabras de ________. No creía que lo que ella decía fuera cierto, a menos que estuviera utilizando la expresión «ocuparse» de alguien con el mismo sentido que los matones de la mafia. Bueno, qué diablos, si de todos modos ya se sentía medio muerto.
¿Era necesario todo esto para ligarse una chica? Llevaba tanto tiempo, tantos esfuerzos y energía. ¿Acaso no era la relación lo que había que cuidar, no el vestuario y el peinado? Justin se encogió de miedo mientras atravesaban la recepción, una sala brillantemente iluminada, decorada como el garito de una mala película y donde sonaba la música tecno a todo volumen. Había un momento en que un hombre tenía que decir no, que poner el límite, y se imaginó que para él ese momento había llegado… hasta que una mujer de piernas larguísimas y una dorada melena larga hasta la cintura pasó junto a ellos. Saludó a ________ con un gesto y le sonrió a él. ¡De verdad que le había sonreído! Era la mujer más hermosa que Justin había visto jamás.
—Hola, Ellen —le dijo ________ con tono indiferente, como si no se diera cuenta de que la diosa del amor había descendido entre los mortales.
—¿Quién es esa? —susurró Justin.
—¿Qué dices? —respondió ________ en voz muy alta, sin detenerse y arrastrando a Justin con ella.
—¿Quién es esa chica? —volvió a preguntar él, y esta vez lo hizo gritando. Se había enamorado. Esa chica era un sueño. Si no hubiera sido por aquella música infernal, habría pensado que estaba en el paraíso con ella—. ¿Quién es? —repitió.
—¿Quién, Ellen? Es Ellen —respondió ________, como si eso lo aclarara todo.
Habían atravesado la recepción, pasaron luego por una sala llena de sillones y espejos, y ahora ________ lo llevaba por un pasillo mucho más vacío, pero donde la música continuaba sonando a un volumen ensordecedor. Y Justin estaba cada vez más lejos de su diosa. Se cruzaron con otras dos mujeres. A pesar de ser realmente hermosas, no lo eran tanto como Ellen. Saludaron con una inclinación de la cabeza, y Justin, con la esperanza de que el saludo hubiera sido también para él, les respondió de la misma manera. Ninguna de las dos sonrió ni hizo ningún comentario. Daba la impresión de que lo normal era que él respondiera a los saludos, y que ellas lo saludaran primero. Justin pensó que tal vez ________ supiera algo de todo eso. Pero lo sucedido no le hizo olvidar a Ellen.
—¿Y quién es Ellen? —insistió cuando las dos ninfas estuvieron lejos.
—La mujer de Stefan —dijo ________ sin darle importancia, como si no se diera cuenta de que estaba destruyendo el paraíso soñado por Justin.
Pasaron junto a una docena de puertas, y ella abrió la que les llevaba al gran altar de aquel templo de la belleza.
—¿Pero Stefan no es gay? —gritó Justin, todavía ensordecido por la música tecno.
Pero cuando la puerta se cerró tras ellos, el estrépito acabó de repente. Justin se encontraba en una pequeña habitación, cuadrada, pintada de blanco y silenciosa, amueblada solamente con una silla de barbero tipo La guerra de las galaxias en el centro. Y detrás de la silla había un hombre alto que lo miraba fijamente.
Metro ochenta y cinco o metro noventa de estatura, rubio, con el pelo muy corto y una cicatriz en una ceja. Con pinta de tío duro. Justin rompió el silencio.