________ subió la polvorienta escalera que llevaba al apartamento de Ryan, en el segundo piso. La puerta estaba abierta. Él siempre dejaba la puerta abierta, lo que ponía muy nerviosa a ________. Ella sabía que eso era propio de una chica conservadora y estrecha, pero en ese vecindario las puertas abiertas eran peligrosas. El barrio de Ryan —cerca de West Park— no era de los mejores de Seattle. A ________ ni siquiera le gustaba aparcar aquí. En una ocasión le habían rayado el guardabarros izquierdo, y en otra le habían roto la antena. En verdad, prefería que Ryan fuera a casa de ella, pero no quería que fuera siempre. Él prácticamente vivía con ella. De ahí la apuesta que había hecho. Y aquí estaba ella ahora, con el coche aparcado en un lugar peligroso, subiendo una escalera sucia, dispuesta a dormir en unas sábanas todavía más sucias, solo para estar con él y dejar clara su postura y mantener una especie de equilibrio en la relación. Meneó la cabeza. ¡Los hombres eran tan difíciles! ________ sabía que Ryan prefería vivir con ella a hacerlo en estas condiciones, pero él se resistía a reconocerlo. La joven se figuró que lo mejor sería que ella ganara la apuesta.
________ entró en el apartamento, y la habitación grande —ese era el nombre que Ryan le daba, porque pensaba que «salón» era una palabra muy de la clase media— estaba hecha un asco, como de costumbre. Cuando estaba cerca de la puerta del dormitorio del joven, oyó un clic e imaginó que Ryan estaba escribiendo.
Eso era genial; él escribía sin plazos de entrega, sin saber siquiera si sería publicado. Ella nunca podría hacer algo así. ________ odiaba interrumpirlo cuando él estaba trabajando, y hacerlo ahora, y para pedirle un favor, iba a ser aún más difícil. Pensó cómo explicarle a Ryan lo que necesitaba de él para poder llevar a cabo su proyecto. Había llegado a la conclusión, después del fracaso de Justin en el aeropuerto y del documentado desastre en la tienda de deportes, de que si pretendía sacar del asunto un artículo tenía que conseguir que Justin tuviera éxito, aunque este fuera muy moderado. Necesitaba verlo en una cita. Tal vez ella podría ir con él e indicarle discretamente lo que tenía que hacer. Y tampoco le vendrían mal para su artículo algunas fotos. Escribió una nota en su bloc para acordarse de llevar la cámara. Pero Ryan casi nunca tenía ganas de salir —a menos que quisiera ver una película o tuviera una actuación—, y mucho menos para hacer de carabina y ayudar a ________. Suspiró. Justin estaba progresando. Hasta el momento en que se quedó pegado a la montaña, Ruth se había sentido atraída por él.
Pero a Ryan eso no le importaba, como tampoco le importaba su artículo. Le diría que ella no debería escribir más esa basura para pequeños burgueses. Y ________ se figuraba que él tenía razón, pero no le parecía justo que se lo dijera. Después de todo, ella pagaba lo que él comía con el dinero pequeño burgués que ganaba con esos artículos. No seas resentida, se dijo. Tú respetas a Ryan porque es un artista, un espíritu libre. Y había algo en él…, en su libertad y en su anarquía, que lo hacía tremendamente atractivo. Era muy fácil encontrar un perro y domesticarlo, sobre todo si el perro estaba hambriento y débil. Pero si una encontraba un lince o un puma y lo domesticaba era una hazaña. Justin era un cachorro de dálmata, o de labrador, que buscaba un hogar. Pero Ryan era un lobo, y conseguir que comiera de su mano sin devorarla era para ________ una tarea infinitamente fascinante.
Se acordó de la apuesta que había hecho con él. Si ella ganaba, Ryan se mudaba a su casa. Se preguntó si realmente era eso lo que ella quería. Era maravilloso acostarse con Ryan, pero vivir con él podía presentar una serie de problemas. Ella admiraba su afán de libertad, pero a veces se preguntaba por qué no podía ser un poco más maduro, no conseguía un trabajo y se comportaba como… como un pequeño burgués. ________ no estaba buscando un anillo de compromiso con un brillante, ni deseaba acabar convertida en una esposa rica en Encino, pero no todas las cosas de la clase media eran horribles. El matrimonio, y la familia, y un lugar agradable para vivir, y buena comida, por ejemplo, todo lo que Martha Stewart llamaría las «cosas buenas de la vida». No solo eran buenas sino que también le gustaban a Ryan. Por eso pasaba tanto tiempo en el apartamento de ella.