Capítulo 3: Sin freno

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Sin freno

Son las cuatro. Me retoco en el baño antes de salir, labios rojos, me atuso el pelo... Bueno Liv, ha llegado la hora, no digas nada que no pienses, ya sabes cómo te traicionan los nervios. Y, sobre todo, no te quedes a solas con él. Las manos me sudan. Odio mis manos. ¿Por qué tienen que sudar tanto? Salgo a la puerta y miro alrededor, pero no hay nadie. Empiezo a pensar que esto no ha sido más que una broma cuando, de repente, lo veo acercarse por mi izquierda y el corazón se me dispara. Vaqueros desgastados, camiseta negra. Tan simple y tan perfecto.

—Bueno Liv, ¿qué te apetece hacer?

—Creo que necesito una cerveza —logro decir.

—Conozco un sitio cerca de aquí, vamos.

No consigo pronunciar palabra en todo el camino, que a pesar de durar dos minutos, me parece eterno. El local es moderno, hay una gran barra a la derecha para estar de pie, a la izquierda la barra de los camareros y al fondo del pasillo la zona de mesas, más tranquila y con menos luz, todo decorado en blanco, negro y rojo, una de mis combinaciones favoritas. Nos sentamos uno enfrente del otro y un camarero joven que debe pesar unos cincuenta kilos o menos, se acerca moviendo el cuerpo como si estuviese bailando.

—Buenas tardes, ¿qué van a tomar? —Su voz suena tan bailonga como su cuerpo.

—Pues creo que cerveza, ¿no Liv?

No puedo evitar soltar una carcajada, producto de los nervios.

—Sí, cerveza por favor.

Nos quedamos a solas y espero a que él tenga algo que decir, porque a mí, no se me ocurre nada.

—Bueno, cuéntame, ¿por qué te gusta andar sola y de noche por rincones oscuros?

¡Era él! ¿Ha estado siguiéndome?

—No lo sé. Porque soy una inconsciente supongo...

—¿Te han contado ya algo de nosotros?

—Algo me han contado, pero la verdad no sé qué pensar. Preferiría oírlo de tu boca.

Se me ocurren cientos de cosas que hacer con su boca.

—¿Qué es lo que sabes?

—Que no puedo hablar con nadie del tema —digo sin mirarle a los ojos.

—Lección número uno y la más importante, te han informado bien por lo que veo. Pero conmigo puedes hablar. Hablar o lo que te apetezca.

Me atraganto con la cerveza ¿me está diciendo lo que creo que me está diciendo?

—Vale, allá va. Os llamáis Los Siete. Eres el líder y habéis venido de otro universo para reclutar gente para vuestro ejército. —Suena tan estúpido en voz alta que estoy a punto de reír—. Rastreáis durante la noche, sois súper veloces y vuestras alas...

Me quedo mirándole la espalda preguntándome dónde están. Porque, ¿las vi, no?

—Ahora no están, llamarían demasiado la atención ¿no crees?

—Empezaba a pensar que me las había imaginado.

—Solo las sacamos cuando vamos de búsqueda, por la noche. Tenemos que mantenernos a salvo. La otra noche te vi volviendo a casa con tus amigas y decidí acompañaros. Lo siento si te asusté, pero estabas en la ventana y tuve que pasar rápido para que no me vieras. La segunda noche, con el grupo, no esperaba encontrarte, pero ahí estabas. Y tuve que parar a mirar.

Mi cara de nuevo, vuelve a ser rojo intenso.

—Entonces ¿es cierto lo del otro universo?

—Sí.

Vuela conmigo (Bilogía "Alas negras" nº1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora