Amargo como el chocolate
Me despierto sintiéndome sola en una cama gigante. ¿Dónde está? Una tenue luz entra por la ventana. Salgo a la terraza y el día es horriblemente gris. Genial, otro día que se mimetiza con mi estado de ánimo. Voy al baño, pero tampoco está. Aprovecho para lavarme los dientes y quitarme el maldito sabor a alcohol, pero solo está su cepillo. ¿Lo uso? ¿Se dará cuenta? Mientras me cepillo, pienso en cómo una cosa a priori tan asquerosa, me puede gustar tanto. Tengo todo el cuerpo dolorido, pero me encanta. Ojalá me durase siempre esta sensación, sería lo más parecido a estar cerca de él. ¿Dónde habrá ido? Es mi momento. Me pongo a buscar por todos los rincones sin saber muy bien qué espero encontrar. ¿Tendrá un escondite secreto o simplemente es un chico práctico y no necesita nada más? En el armario solo hay ropa y no hay mucho más donde buscar. Junto a los vaqueros hay un pantalón negro como de cuero. Si no recuerdo mal, es el que llevaba la primera noche que lo vi, cuando iba de búsqueda con el grupo.
—¿Buscabas algo?
Déniss cierra la puerta tan en silencio como la ha abierto. Mierda. ¿Cómo ha entrado sin que lo oiga? Mis ojos van directos a la bolsa de mi tienda favorita.
—¡Has traído el desayuno! —le digo intentando desviar el tema.
—Si buscas tu ropa la he mandado a lavar, la traerán en un rato. Ponte algo mío.
Me pongo una de sus camisetas y saco sus pantalones de cuero.
—¿Dónde vas con eso? —Suelta una carcajada que resuena en toda la habitación—. Es mi ropa de allí, mi uniforme; aquí me lo pongo para rastrear. Es más cómodo y es de un material que favorece la velocidad. Otra cosa que me gusta de este lado es que me puedo poner lo que me dé la gana.
—¿Siempre lo lleváis?
—Allí sí. Tenemos varios, pero todos parecidos. Cada grupo tiene su uniforme representativo y el nuestro es de color negro. ¿Tienes hambre?
Creo que está harto de mis preguntas. No hagas más Liv, no estropees el tiempo que os queda juntos. Ojalá pudiera preguntarle todo lo que se me pasa por la cabeza, pero aun así, no creo que acabara con mis dudas y con los cientos de interrogantes que me rondan a cada segundo.
—Batido de mango y piña y panecillo de semillas para la señorita preguntona. Como ves, soy bueno observando. —Me guiña un ojo—. Y de regalo helado de chocolate.
—¿Me quieres engordar?
Desayunamos en la cama, ya que fuera ha empezado a lloviznar. Tengo una mezcla de sentimientos encontrados, pero no quiero pensar en ello. Estoy haciendo un gran esfuerzo por disfrutar el momento y solo espero no arrepentirme.
—Estaba pensando que no sé cuántos años tienes. Me has contado muchos cosas sobre ti, pero algo tan sencillo como eso no.
—Cierto. ¿Cuántos crees que tengo?
—No sé, yo tengo veinticinco, así que diré que... ¿veintisiete?
—¿Parezco mayor? Tengo los mismos que tú —arquea las cejas sorprendido.
—Nunca he sabido echar años.
—Pues tengo veinticinco años si contamos desde que nací. Pero el tiempo en mi lado no avanza igual que aquí.
—¿Eso qué significa?
—Pues que el reloj va algo más lento. Lo que aquí se cuenta como un año, allí es algo más, así que en cierto modo, envejecemos más despacio.
—¿Cuándo es tu cumpleaños?
—En este calendario nunca lo he calculado. Allí contamos diferente y no celebramos el cumpleaños, esa es otra costumbre de aquí. Mi madre me dijo que nací un 44E, que vendría a ser... si E sería mayo, treinta y uno más trece, cuarenta y cuatro... ¿El 13 de junio? Es demasiado temprano para hacer estas cuentas.
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Vuela conmigo (Bilogía "Alas negras" nº1)
RomanceCuando Liv se muda a Trasov Vil, una ciudad situada al norte de Rumanía, lo hace con el objetivo de trabajar en una de las mejores bibliotecas del continente y cambiar por fin, su estilo de vida. Pero pronto descubre, que esa ciudad tiene mucho más...