Capítulo 10. De castillos, lagos y libros.

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De castillos, lagos y libros

—Buenos días dormilona.

—¿Qué hora es?

—Mediodía.

—¿Me echaste droga en el champán?

—Si pensando eso te sientes mejor... —me sonríe—. Dime que no tienes planes este fin de semana.

—No, ¿por qué?

—Genial, nos vamos. Pasamos por tu casa para que cojas algo de ropa. Aquí tienes el desayuno —dice visiblemente emocionado.

—¿Dónde vamos?

—Puedes preguntarlo todo lo que quieras, pero no te lo pienso decir.

Mientras me visto, Déniss mete algo de ropa y de aseo en un macuto. Me puede la intriga. Nos montamos en el ascensor camino del parking y no puedo evitar reírme recordando la escena de anoche y cómo esa pareja nos miró. Entro a mi piso y Sylvia y Elah están en el salón. Nada más verme, empiezan a sonreír como tontas.

—Elah, ¿qué tal la exposición? Siento haberme ido así, espero que no te importe.

—Tranquila, tu chico me lo explicó.

—No es mi chico —digo muerta de vergüenza.

—¡Sí que lo es! —dice Sylvia aplaudiendo.

—Voy a coger algo de ropa y me voy. Me está esperando abajo.

—¿Dónde vais?

—No lo sé, no me lo ha querido decir.

—¡Me encantan las sorpresas! —El tono de Sylvia está en su punto álgido.

¿Qué me llevo si no sé dónde voy? Cosas de aseo, maquillaje, y un variado de ropa. Elah entra a mi habitación.

—Liv, ¿te acuerdas lo que te dije de formar parte de su grupo? ¿Se lo podrías comentar?

—Tranquila, se lo diré. Sé lo importante que es para ti, pero no te prometo nada. Está un poco reacio con el tema.

—Bueno, haz lo que puedas. Gracias y ¡disfruta mucho!

—¡Adiós chicas! Ya os contaré —grito desde la puerta.

Bajo en el ascensor, nerviosa y expectante.

—No sabía qué llevarme. ¿No me puedes dar una pista? ¿Cómo de lejos está?

—Está a algo menos de dos horas y lo que lleves de ropa, estará bien. Voy a darle voz a la música —dice mientras se pone las gafas de sol.

Como si no fuese ya lo suficientemente sexy sin ellas. Lo observo concentrando al volante y me entra un terrible deseo de comérmelo entero. Dejamos atrás la ciudad y tomamos una carretera rodeada de árboles. El paisaje es precioso. Al rato, comenzamos a subir y la cosa se va estrechando. Es como esas películas de terror donde se ve la carretera llena de curvas a lo largo del precipicio. Estamos bastante alejados de la ciudad; ya no hay nada más que montaña, bosque y la gran carretera que parece un gusano gigante.

—Estamos llegando.

Unas cuantas curvas más y empiezo a ver unos tejados puntiagudos de color rojo.

—¿Es un castillo? ¿Vamos allí? —le digo incrédula

—Sí, ¿te gusta?

—Me encanta, pero ¿de dónde lo has sacado? En serio, ¿un castillo?

Vuela conmigo (Bilogía "Alas negras" nº1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora