Capítulo 5: Salto de fe

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Me despierta la luz del sol. Nunca me ha gustado dormir con luz, pero estaría dispuesta a adaptarme. Lo miro mientras duerme; es perfecto. Podría despertarme aquí con él todos los días. Caigo en la cuenta de que estamos a sábado y que lo vi por primera vez, miércoles por la noche. ¿Por qué hay personas con las que no llegas a conectar nunca y, en cambio, con otras, conectas con una simple mirada? Leí en algún sitio que tiene algo que ver con la química del cerebro, con el olor, que solo nos basta un segundo para mirar a una persona y hacer un juicio sobre ella. Sea como sea, no hay ninguna explicación lógica.

—¿Me estabas mirando mientras duermo? —me pregunta con la voz ronca.

—Me gusta observar.

—Es siniestro.

—Lo sé —suelto una carcajada.

—Había pensado que podíamos ir a pasar el día a las montañas. Hay una zona que quiero que veas. Si no tienes planes, claro.

—Debería escribirle a mis amigas para que sepan que estoy bien, pero nada más.

—Perfecto, voy a pedir el desayuno. ¿Qué te pido?

—Café y tostadas. ¡Y agua! Estoy deshidratada

El desayuno en la terraza con la luz del sol calentándonos la piel, me sabe a gloria. Creo que nunca había desayunado con un chico.

—Voy a darme una ducha rápida, nos vestimos y nos vamos ¿vale? Hay que aprovechar el día. Puedes pasar si quieres... —me dice con una sonrisa juguetona.

No me puedo resistir. La ducha es gigante, hay sitio para dos, tres y hasta cuatro personas. ¿Con cuántas habrá estado aquí? Tengo curiosidad por saber de sus costumbres, pero me da miedo conocer las respuestas. Abre el grifo y nos moja a los dos. Con el agua cayendo sobre nuestras cabezas, nos besamos. Se llena las manos de jabón y me frota todo el cuerpo. Es la primera vez que me hacen esto y estoy un poco desconcertada, pero me dejo llevar. Cuando termina, hago lo mismo con él. Al llegar a la zona de su entrepierna, me detengo. Un dilema surge en mi cabeza, hazlo, no lo hagas... Pero no he llegado hasta aquí para quedarme con las ganas. Lo enjabono suavemente y reacciona a mis caricias y a mi lengua soltando un gemido.

—¡Para! —suelta de repente—. Si no quieres que explote.

Me levanta de los brazos.

—Date la vuelta.

Pone una mano sobre mi espalda para inclinarme hacia adelante. Comienza a tocarme en movimientos circulares y sin pausa. Cuando estoy a punto, me penetra de golpe y me deja sin respiración. Comienza a embestirme bruscamente y en unos pocos segundos, grita él también. Creo que a mis veinticinco años, he descubierto el sexo de verdad.

—Eres alucinante —le digo fatigada.

—Tú sí que lo eres.

Me pongo mi ropa del primer día y nos vamos camino a las montañas. ¿Qué es lo que querrá enseñarme? La verdad que no conozco nada más allá de la ciudad. El viaje dura poco más de una hora y Déniss aprovecha para hacerme todo tipo de preguntas. Pensándolo bien, él me ha contado mucho sobre su vida y yo a él muy poco.

—¿Echas de menos a tu familia y amigos?

—En ocasiones pienso en ellos, pero tampoco es que nos uniera gran cosa. Siempre he sido muy independiente.

—¿Y tus padres?

—¿Has oído el dicho de que la familia no se elige, sino que es la que te toca?

—La verdad que no.

—Pues esa frase lo define a la perfección. Vivimos juntos sin más hasta que me mudé con dieciocho años. Pero nunca ha habido nada más allá que una relación cordial. Igual por eso me refugié en los libros y en la soledad y aprendí a disfrutarla. Ellos hacían sus obligaciones como padres, pero sin llegar a involucrarse en nada más. Siempre he echado de menos un hermano o hermana. ¿Tú tienes alguno?

Vuela conmigo (Bilogía "Alas negras" nº1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora