En los últimos años se había vuelto algo normal el dejar decaer mi faceta de niño simpatías. ¿Cómo no podría? Despertar era un verdadero suplicio. La cabeza me punzaba al levantarme, y las pastillas para aterrizar no funcionaban en lo absoluto a la hora de desayunar. Cuando hacía alusión a ello, mamá sólo movía la mano con desinterés y decía que pediría que subieran la dosis el próximo papeleo. Entonces la paz artificial regresaría, y con ello la felicidad y la calma..., ¿pero hasta cuándo exactamente?, ¿hasta que mi cabeza fuera un desastre y nuevamente mi actitud hiriente y arisca demostrase que algo había mal conmigo?
Esa máscara era la que se había vuelto usual a la hora de enfrentar al mundo. O la máscara que usaba cada que mis pesadillas me amarraban de la espalda. Porque las pesadillas no terminaban al final de la niñez y al comienzo de la pubertad. Seguían y continuaban hasta la adultez, ¡y hasta la vejez!, pero eso los libros nunca lo contaban. Y la sensación se hacía tan fuerte y desesperante que varias ocasiones era complejo el sólo intentar despertar por uno mismo. Si lo hacías, ¿a dónde recurrirías? A la cama de mamá por supuesto que no. Porque ya tuviste tiempo suficiente para crecer y superarlo.
A veces el miedo por los malos sueños se transformaba en rabia, pura y dedicada rabia. Cuando despertaba mojando la cama, o cuando el frío me colaba los huesos y todo me daba miedo, incluso la paz de mi hogar. O cuando sentía que me merecía toda la mierda que me pasaba. O cuando me sentaba a orillas de la cocina y me preguntaba, ocasionalmente mirando el cajón donde estaban guardados todos los cuchillos, qué tan fácil sería despertar al día siguiente sin tener que hacerlo realmente.
Me costaba creer que hubiera algo de malo en ese ritual, incluso si mamá se asustaba al verme al comienzo de las escaleras y me preguntaba si me hallaba bien. Incluso si mis terapeutas me repasaban de soslayo con notoria lástima. Era un tema que vagaba más en lo habitual, pero eso no parecía entrarle en la cabeza a los demás. Así lo veía yo; mi psicólogo no, él pensaba que estaba traumado de algo que no entendía, algo que nadie parecía querer explicarme. Mi psiquiatra también estaba de acuerdo. La única que pareció no aceptarlo tanto fue mi madre, que preguntaba cómo era eso posible si yo era un niño normal, que había llevado siempre una vida fácil.
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{EN EDICIÓN}❝Róbame la juventud❞ [JinSu]🠔[SuJin]ܟ
FanfictionHay dos cosas que Kim Seok Jin amaría tener en su valiosa vida estudiantil: popularidad y al maravilloso Kim Nam Joon durmiendo desnudo en su cama. Su mejor amigo, Min Ji Min, insiste en que sus días deberían dejar de basarse en pirateados videojue...