Inner Demons →kookmin

02

Busan.

Quince años atras.

—¡JungKookie, atrápame si puedes!

Un pequeño niño de cabellos negros corría, mientras que detrás suyo lo perseguía su mejor amigo. Un JungKook de doce años y un Jimin de nueve años jugaban en las calles de Saha-Gu, uno de los barrios más pobres de Busan, se caracterizaba por su marginalidad, delincuencia y prostitución. El peor lugar donde unos niños podían crecer.

Pero Jimin y JungKok se las arreglaban para tener una infancia feliz. Los niños se conocían desde que estaban en pañales y nunca más pudieron separarse. JungKook se autoproclama el protector del menor, puesto que su escasa diferencia de tres años, era notoria en su diferencia de alturas y contexturas. Jimin poseía una belleza delicada, lo que era mucho más resaltado en su notable inocencia, mientras que JungKook desde que era pequeño se percibía su belleza masculina.

—¡Te tengo!— JungKook envuelve sus brazos en el pequeño cuerpo de su amigo, a la vez que escuchaba su risa melodiosa. Por él la escucharía durante todos sus días.

—¡No se vale! JungKook, tú eres mucho más grande que yo— Alega al momento que ambos se separan.

Sentándose a la orilla de la acera, JungKook se dedica a observar a Jimin y con ello pensaba "Él no merece nada de esto". Quizá era muy pequeño y no sabía con exactitud las cosas que pasaban a su alrededor, pero tenía claro que su amigo no merecía vivir en el entorno en el que estaban. Jimin era la flor que crecía entre la maleza.

—De todas maneras... ¿Me puedes acompañar a casa? Mamá ha estado fuera y no quiero encontrarme con su novio— Jimin frunce los labios y el ceño, provocando que JungKook se le fuese imposible rechazarlo.

Ambos adoraban su tiempo juntos, aunque no tuvieran educación y tampoco una familia estable, juntos lograban una perfecta armonía que les hacía olvidar todo lo malo. JungKook siempre se mantendría al lado de Jimin, mientras que para Jimin, JungKook era lo único bueno en su vida.

No tardaron en llegar a la casa del menor, donde como habitualmente, JungKook se preocupó de dejarlo dentro de su hogar, a salvo de todo lo malo. Solo, que esa vez se equivocó y no pensó que dentro del hogar del menor, les esperaría la experiencia que cambiaría sus vidas para siempre.

—Gra-.— Ni siquiera pudo terminar cuando dentro del apartamento se escuchó un estallido. JungKook frunció el ceño, mientras que Jimin sonrió nerviosamente. —Es el novio de mamá, ya sabes... No es del todo bueno.

JungKook no estaba seguro de dejarlo solo, no luego de escuchar como miles de vidrios se rompían.  —Creo que mejor entraré contigo.

—¡No! JungKookie, él... él se vuelve loco de la nada y no quiero que pases por eso— Jimin se veía absolutamente nervioso y eso preocupaba aún más al mayor, por lo que se puso más firme a sus palabras.

—Entraré contigo y fin del asunto.

El hogar de Jimin no se alejaba del de JungKook. Botellas de cerveza en el suelo, ropa sucia de días, platos y vasos sin lavar, cajas de pizzas regadas en el suelo y un fuerte olor a tabaco y mugre. Jimin se veía avergonzado, pero JungKook vivía en las mismas condiciones, así que no tenía por qué.

El espacio era reducido, así que fue fácil notar al gran hombre que ocupaba todo el sofá tendido con una cerveza en la mano. El desagradable hombre era el típico borracho de mala muerte, lo mismo que era el padre de JungKook y por eso, el chico sabía que tan difícil era lidiar con ellos.

—¡Minnie! ¡Haz llegado a casa!— El sujeto sonrió y rostro sus dientes amarillos. —Has venido con un amigo por lo que veo...

—E-este... S-si, JungKook, él es Jae-Ho— Jimin temblaba levemente. Desde que el hombre se había ido a vivir con ellos, no se sentía cómodo, le tenía miedo y miedo a lo que podía hacer.