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Busan.

Nueve años atras.

Abre sus ojos y apenas pudo ver, el lugar estaba completamente a oscuras, el mal olor llegaba a sus fosas nasales, y aunque aquello le desagradaba, era lo único que podía pagar y eso que a duras penas.

Levantándose del suelo, observó el pequeño cuerpo durmiente sobre el sofá frente suyo. Sonrió de lado, Jimin era su motor de vida en ese momento. Si no estaba viviendo en la calle, era por él, puesto que si se encontraban sin una casa, no podía garantizar la seguridad de Jimin, y las heridas recientes del reformatorio aún se sentían a flor de piel.

Caminó hacia la mesa plegable que tenían en el centro de la habitación y sobre ella estaba una caja de pizza. Anoche había logrado obtener una buena billetera y con el dinero se dio el lujo de comprar una pizza, ahora solo quedaba un pedazo y aunque se moría de hambre, prefería dejárselo a Jimin.

Al cerrar esta caja, el pequeño ruido despertó a Jimin, quien se veía asustado y siempre atento al mínimo ruido. JungKook se llenó de ira, si el menor reaccionaba así era por culpa del reformatorio.

—Descuida Jimin, no ha pasado nada— Se acerca lentamente al menor y este se relaja un poco. —Saldré, ya sabes, no abras la puerta a nadie y aquí— Señala el suelo cerca del sofá. —Está el bate de béisbol, úsalo si es necesario— Jimin asintió.

Aquella acción hizo que soltara un suspiro, aún, incluso después de seis años, no lograba acostumbrarse al mutismo del más joven, extrañaba su voz con desesperación.

—Ya veras que no tardaré en volver— Si inclina dejando un beso en su frente.

"Te amo" pensó.

Aunque quería decir esas palabras de todo corazón, se limitaba. No podía decirle sus sentimientos a Jimin, si este se encontraba tan dañado. No quería que lidiara con más cosas.

Estuvo todo el día dando vueltas en el metro, aprovechándose de la aglomeración de personas para robar carteras y billeteras, con el tiempo había comenzado a tener cierta habilidad, ya se le era mucho más fácil y pasaba desapercibido. A veces tenía accidentes donde lo atrapaban, pero la práctica lo estaba convirtiendo en un experto.

Caminando entre las calles más peligrosas y recónditas de la ciudad, volvía a su "casa". No había logrado obtener mucho, pero lo que tenía sería suficiente para pagar parte de la renta y guardar para comida. Estaba tan tranquilo y relajado, que no se percató del hombre que lo venía siguiendo. No fue hasta cerca de un callejón cuando se dio cuenta.

No tuvo tiempo. El hombre sacó una navaja y se aproximaba a atacarlo.

—Entrega el dinero, chico.

Alzando la mano que empuñaba la navaja hacia él, JungKook con habilidad lo esquivo y dio un codazo en la espalda ajena, pero el hombre era notablemente más grande y se compuso. Una pelea se desató y JungKook apenas sentía el tiempo, la adrenalina se filtraba en sus venas, se preocupaba de esquivar los cuchillazos y de no ser golpeado con tanta brutalidad.

Estaba entrando en histeria, no podía quitarle el dinero que había robado, lo necesitaba, lo necesitaba para Jimin.

Un puñetazo le dio vuelta el rostro y provocó que su cuerpo se azotara contra los contenedores de basura y con miedo vio cómo el hombre se le acercaba preparado para apuñalarlo. Miró de reojo, desesperado y con su mano cogió la lata del basurero, estrellándolo contra el rostro del hombre.

Cayó como peso muerto. Ahora mucho más relajado, pero con su boca escupiendo sangre y con alguna costilla rota, se levantó a duras penas preparado para correr. Dispuesto a hacerlo, se encontró con cuatro hombres más.

—No tienes opción, niño...

Suspiró y lejos de rendirse, aunque por dentro moría de miedo, se colocó en guardia. Daría su último suspiro si era necesario, pero nadie le arrebataría ese dinero. No lo permitiría, no podía decepcionar a Jimin. No de nuevo.

—Ven y trata de quitarme el dinero si crees que puedes.

Al terminar esa frase, aplaudiendo, apareció un hombre, elegante y con una gran sonrisa en su rostro. Todos los hombres automáticamente bajaron la guardia y se relajaron, eso alarmó a JungKook y desconfiado, volvió a tomar entre sus manos la tapa del tacho de basura, empuñándola como si de su vida se tratase.

—Deja eso, niño, aunque trates de hacerme algo, ellos no te dejarán— El hombre elegante no dejaba de sonreír y tanta tranquilidad de su parte perturbaba a JungKook.

—¡No dejaré que me quiten mis billetes! Estuve todo el día tratando de tener esto, los necesito y apuesto que los necesito mucho más que usted.

—Oh, yo no necesito tus billetes, pero ellos sí y si se los digo, en un abrir y cerrar de ojos te los quitan— Sonrió. —Vamos, te ganan en número, y por lo que veo, en masa— Observa con burla el cuerpo mal nutrido de JungKook. —¿No piensas rendirte?

—No, señor, no lo haré— Preparado empuña con más fuerza la tapa, listo para recibir el ataque.

El hombre suelta una carcajada, una incómoda, que inundaba todo el lugar. Tanto JungKook como los demás hombres se sentían intimidados por la confianza del hombre. —Tienes talento, lo sé, mis hombres te han visto y cuando me hablaron de ti, me interesé, y ahora sé que no estaban equivocados.

—No le entiendo— Se relajó.

—Lo que quiero decir, muchacho, es que tienes un gran carácter y por lo que veo, eres bastante talentoso. ¿Te interesaría trabajar para mí?

JungKook frunció el ceño y lo analizó mejor. ¿Por qué no lo vio antes? Era Choi Min Sik, en esos momentos era uno de los mayores mafiosos. No era el más respetado, ni el que tenía más poder, pero sí tenía una popularidad hecha y sabía que al lado de él podía darle estabilidad a Jimin.

JungKook tuvo su oportunidad y no dudó en tomarla. Una oportunidad que cambiaría su vida.

—Me encantaría trabajar para usted— Seguido de sus palabras se escucha el sonido de la tapa de metal chocando con el suelo.

Inner Demons →kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora