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Correccional para menores.

Quince años atras.

JungKook miró de reojo a su alrededor, habían pequeños murmullos, pero nadie hablaba libremente. Se había dado cuenta que a las horas de las comidas solía ser así, todos en silencio comiendo bajo la estricta vigilancia de los guardias de la correccional.

Jimin y él se mantenían alejados del resto y juntos entre ellos. No querían meterse en problemas y eso significaba no relacionarse demasiado con otros niños. Aquello no resultaba ser un problema, puesto que Jimin no llamaba la atención gracias a su delicada e inocente forma de ser, mientras que JungKook alejaba a todo el que quisiera hablarle.

JungKook, como siempre, estaba tan pendiente de sus sentimientos y no del mundo real, que pasó por alto cuando una cucharada de la desagradable comida se cayó. Suspiró y apenas tuvo tiempo de pensar cuando un hombre con su impecable uniforme de guardia apareció.

—Hey, niño. ¿Acaso no te enseñaron que la comida no se desperdicia?

—Lo sé, lo siento— Alza sus manos como si demostrara que estaba desarmado, pero la verdad, es que era una forma de mostrar que no quería problemas con las autoridades. —No fue mi intención.

—No fue tu intención...— Repite entre dientes y de manera molesta, para luego soltar una pequeña risa. —Claro que no fue tu intención, si los cerdos pobres como tú, no tienen modales, eres solo un niño pobretón que no tuvo a nadie que le enseñara a comer decentemente.

JungKook apretó la mandíbula, queriendo alejar todo pensamiento y toda respuesta que le causara problemas. Debía reprimir sus acciones desmedidas por Jimin, no podía arrastrarlo más de lo que ya lo había hecho.

—Debes comer todo, quizá, cuando salga de aquí no probarás bocado en semanas— El hombre sonríe maliciosamente. —¿Qué esperas? Dije, come todo, incluso lo que hay en el suelo.

JungKook suelta un suspiro tembloroso y de reojo observa a Jimin. Su amigo lo miraba aterrado, sin saber qué hacer o cómo reaccionar, aquella fue la primera vez que JungKook agradeció la personalidad tímida del menor, ayudaba a que se mantuviera lejos cuando era necesario.

Totalmente reducido y a regañadientes, se inclinó para recoger la comida que estaba en el suelo, pero un fuerte manotazo lo empujó hacia abajo, dejándolo de cara al suelo. O mejor dicho, de cara a la comida.

—Nunca dije que lo recogieras, dije, come todo— Una presión en su nuca le dolió y lo empujó más a los rastros de la extraña carne de la cafetería. —Come en el suelo como el cerdo que eres.

Escuchó un pequeño jadeo y sin mirar, podía apostar que era Jimin, totalmente horrorizado por la forma en la que el guardia lo humillaba.

—Tú lo botaste, así que ahora come del suelo.

Sus ojos fueron a sus manos temblorosas apoyadas en el suelo, sosteniendo su cuerpo de la fuerza brutal del hombre, quien cada vez lo empujaba más, como si quisiera que en cualquier instante se diera contra el suelo. Todo su cuerpo temblaba y era de la impotencia, la rabia de no poder hacer nada.

Con lentitud abre la boca, dando el primer bocado de los restos de comida. Tenía el estómago totalmente revuelto y sus ojos llenos de lágrimas, en cualquier instante vomitaría, pero si lo hacía, lo más probable es que también lo obligarían a comerlo.

Cerró con fuerza sus ojos, ignorando la desagradable risa del hombre, mientras comía la comida que le sabía a mierda. Los murmullos en la cafetería eran más ruidosos que en otras ocasiones, sentía ojos por todos lados. Algunos burlándose, otros horrorizados, y los peores, algunos mirándolo con pena.

Nunca nadie lo había humillado de esa manera, nunca le habían hecho sentir que valía tan poco, ni siquiera su padre cuando llegaba borracho y golpeaba a su madre, culpándola de la existencia de JungKook. O cuando su padre lo golpeaba hasta dejarlo inconsciente.

O cuando ninguno de ellos se presentó al juicio y lo dejaron pudrirse dentro del reformatorio. 

JungKook nunca podría olvidar el nombre de Sol Kyung-Gu, el nombre de uno de sus demonios y monstruos de la infancia, que lo perseguirían todos los días de su existencia.


Inner Demons →kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora