Inner Demons →kookmin

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En todo el lugar se escuchaban sollozos, pero nadie parecía inmutarse ante ellos, los presentes estaban atentos ante los movimientos de su jefe, quien calmado se quitaba el saco de su traje.

—Por favor, guárdalo, no quiero arrugas— Se lo tiende a uno de los tantos hombres que estaban ahí para protegerlo.

Con elegancia y paciencia, arremanga su camisa con cuidado, de tal manera que esta no quedara completamente marcada, pero sabía que cuando terminara ahí, tendría que cambiar toda su ropa, por la sangre. Simplemente quería alargar la incertidumbre de los hombres.

—Po-... Por favor.

Esas débiles palabras llamaron su atención y dio media vuelta, mientras que en su mano descansaba una llave inglesa.

—¿Disculpa?— JungKook frunce leve el ceño, acercándose a uno de los hombres que colgaba, completamente ensangrentado y con el rostro empapado de lágrimas.

—Por... Por favor, no sigas— Susurra implorando, ese era Sol. —No sé qué hicimos, pero... Detente, por favor... Señor Jeon, deténgase.

JungKook se queda en silencio unos segundos ante sus palabras, pero no muy tarde suelta una gran y larga carcajada, que incomodó al resto de los presentes. Los hombres colgados miraban a Jeon totalmente atemorizados, ¿Quién se daba el lujo de reírse de esa manera, y mucho más en una situación así?.

—Admiro que siquiera sepas quien soy— Sonríe abiertamente caminando alrededor de los tres cuerpos, dando vueltas con lentitud, mientras paseaba la llave de su mano por las cuerdas que los sostenían. Disfrutaría cada segundo.

—Todos en Busan saben quien es usted, señor Jeon— Fue el turno de Ha para hablar.

Sus voces se escuchaban rasposas y roncas, eso se debía a la falta de comida y de líquidos. Ya habían pasado 4 días, de los cuales JungKook venía y se dedicaba una hora entera a torturarlos personalmente, mientras que el resto del día, ese trabajo lo tenían sus hombres, quienes se turnaban y daban todo de sí, para saber quién podría impresionar más a Jeon.

—Lo sé— Suspira, le decepcionaba que después de todo lo que le hicieron a Jimin y a él, ni siquiera sepan reconocerlo. —Algunos hablan de mí como si fuera un mito o una leyenda, como la que les cuentan a los niños.

—Hemos estado cuatro días aquí...— Susurra Jo. —¿Por qué?

Después de esa pregunta el lugar se tornó en un silencio sepulcral, todos se preguntaban lo mismo, incluso Moon quien no tenía idea del por qué su jefe se había ensañado tanto con esos hombres. Cada vez que Jeon los torturaba, en sus ojos se podía ver satisfacción.

¿Qué habían hecho esos hombres?

—La respuesta sería muy placentera para ustedes, saber que están pagando, prefiero dejármelo para mí mismo— Los ojos de Jungkook se veían notablemente fríos, sin vida.

Cada vez que estaba ahí, en frente de ellos recordaba todo y aquello solo alimentaba su sed de venganza.

Antes de que el hombre replicara, JungKook le da un golpe a su mandíbula con la llave inglesa, algunos de sus guardias desviaron la mirada, no muchos podían soportar el nivel de crueldad que JungKook poseía, algunos pocos y con el estómago completamente revuelto, lograban mirar hasta el final.

Cortes, gritos, golpes e incluso, alguna que otra extremidad apunto de ser arrancada. JungKook era un hijo de puta sin escrúpulos. Quizá en algún momento de su vida fue empático, pero luego de lo que esos hombres le hicieron, nunca volvió a tener piedad de alguien.

Al momento de finalizar, con dos de tres inconscientes y el restante llorando de manera desgarradora, JungKook se quita su camisa, la cual estaba bañada de sangre derramada de los hombres.

—Una pena, era de buena calidad— Suspira, botándola al suelo y toma una toalla que le tendieron, se secó el sudor y comenzó a abotonar otra camisa que le habían traído.

—E-... Eres un mo- monstruo— Murmura Jo, quien era el único consciente, entre sollozos.

—No, tú lo eres, al igual que tus amigos... Solo piensa, que tuvieron que hacer ustedes para que estén aquí— Dice mientras se coloca el saco de su traje y se acomoda el cuello de su camisa. —Pero descuida, pronto estarás con tu amigo Sang Ho.

—Kim lleva desaparecido semanas... Se fue de la ciudad.

—¿Seguro?— Frunce el ceño. —La última vez que supe de él, estaban arrojando su cuerpo a un río.

Regalando una última sonrisa, sale del lugar.