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Busan.

Nueve años atras.

Trabajar para Choi MinSik era bastante arduo, pero el final del día siempre lo agradecía. El hombre le había dado un gran adelanto, para tener un mejor lugar, con ello sacó a Jimin de donde estaban y ahora alquilaba un piso decente, pequeño, pero ahora cada uno tenía su habitación y un plato de comida asegurado.

La mayoría del día pasaba afuera, así que no dejó su costumbre de dejarle un bate de béisbol a Jimin, besar su frente e irse.

Todos los días hacía cosas distintas, ir a cobrar dinero del señor, vender drogas, golpear a algún hombre, ir a hacer advertencias o simplemente hacer de guardia. El hombre era bueno con él y había sido bastante claro.

—Las cosas funcionan así, si haces lo que quiero, sin contradecir, lograrás sobrevivir— Sonríe detrás de su elegante escritorio. —Ahora, si a todo eso le sumas una lealtad absoluta hacia mí, lograrás llegar lejos, muchacho.

No dudó ni un segundo y se volvió el perro fiel del señor. Para ser joven, apenas cumpliría diecinueve, podía desenvolverse bien en el ambiente y es que JungKook sabía, que esta era la única manera de salir adelante. Su oportunidad para asegurar la seguridad de Jimin.

Mientras estaba en la calle, siempre escuchaba a señoras hablándole de que ese no era el camino, que si se esforzaba podía lograr buenas cosas, que la delincuencia no era una opción.

JungKook estaba harto de todos esos discursos de meritocracia. ¿Cuándo alguien de bajo estrato podría lograr grandes cosas?. Siempre habían trabas, más para alguien que tenía historial criminal como él. Tener un empleo le sería difícil y si lo lograba, no podría mantener a Jimin y a él al mismo tiempo. Necesitaba una fuente de ingreso que fuese suficiente para ambos. Así que no, este era el único camino que tenía.

—Muchacho, puedes irte.

Asiente a las palabras de su jefe y sin decir nada se va, sin importarle las manchas de sangre en su ropa. Hoy había tenido que ir a cobrar dinero para el señor, fue difícil y luego de una pequeña advertencia, para la noche ya tenía todo el dinero.

No tardó en llegar a casa, apenas cruzó la puerta, Jimin frente suyo sostenía con fuerza su bate, preparado para golpearlo. Sus ojos estaban abiertos, decidido de atacar a quién intentara entrar, pero con una pizca de miedo que JungKook conocía bien.

—Hey, Minnie, soy yo— Dice con una pequeña sonrisa de lado.

El menor se calma y lentamente baja el trozo de madera, hasta dejarlo en el suelo. Asiente lentamente a sus palabras, gira sobre sus pies y se va a sentar al sofá del piso. JungKook suspira y cierra la puerta. Un pequeño ruido llamó su atención, mirando a Jimin, él lo miraba expectante.

—¿Sucede algo?— El menor apunta a su camiseta. —Oh...— Mira las manchas de sangre. —Tranquilo, no es mía— Sonríe con suavidad. —Iré a bañarme, por mientras. ¿Podrías hacer la cena?

Jimin asintió para así dirigirse a la pequeña cocina que tenían, con esa imagen fue a su cuarto, donde se preparó para bañarse. Estaba cansado, era bastante tarde y al día siguiente debía levantarse a primera hora, el señor lo había pedido para un trabajo especial y no podía decepcionarle. No podía decepcionar al hombre que le estaba salvando la vida a él y a Jimin.

Por fin debajo de la ducha, se recostó en los azulejos y dejó sus músculos descansar. A veces quería mandar todo a la mierda, desaparecer o mejor aún, a veces quería morir, quizá un disparo en algún tiroteo no estaría mal o una pelea en algún callejón que salió mal. Pero no podía, sin él Jimin no sabría qué hacer.

Su único motivo para vivir era Jimin.

Apoyado en una de las paredes de la ducha, cerró los ojos y cuando los abrió, las lágrimas caían. Dolía como la mierda, amaba tanto a Jimin, lo amaba con locura, desde siempre fue así, incluso en el reformatorio, con todo lo que esos monstruos le hicieron, Jimin para él seguía siendo un ángel y eso nadie lo cambiaría.

Jimin era su luz. Y JungKook se sentía tan sucio a veces. Llegar a casa con las manos llenas de sangre, para ser recibido por la persona más hermosa del planeta. JungKook era tan indigno de él. 

Finalizando su aseo personal, se colocó unos pantalones de chándal para dormir y cualquier camiseta. Al volver a la sala de estar, en la pequeña mesita que tenían en medio, Jimin estaba dejando unos sandwiches y jugo. Al hacer el menor ruido, el menor ya lo estaba mirando, dentro de sus ojos pudo ver inquietud, el mismo que tenía cuando estaban en la correccional.

Sonriendo para calmar sus ansias, se sentó en frente de Jimin.

—¿Sabes? El otro día vi una promoción de lápices con un block de dibujo, no eran muy caros— Hablaba luego de comer un trozo del sandwich.

Al decir esas palabras, los ojos de Jimin brillaron con levedad.

—Si gustas, podría comprarlos.

Jimin asiente fervientemente y JungKook sonríe. Definitivamente Jimin era su motor de vida y lucharía hasta su último aliento por él.

Estaba completamente enamorado de él.

Inner Demons →kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora