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Estaba en su oficina, mirando su computador mientras arreglaba unos últimos detalles de un cargamento que llevarían hasta Japón. Estaba exhausto, los últimos días había estado entre reuniones y trabajos personales, tratando de compensar el tiempo perdido, pero estaba cansado de tratar con tantas personas.

—Señor, lo esperan en la sala de reuniones.

Moon interrumpió su oficina y suspiró ante la información. Acaba de quejarse sobre tratar con personas y ahora, en tan solo unas habitaciones de distancia, estaba un grupo de hombres esperándolo para tener una reunión.

Salió de su oficina junto a Moon, estaba bien vestido como siempre, era cansado tener que todos los días vestir de gala en tu propia casa, no recordaba la última vez que vistió pantalones deportivos y una camiseta cualquiera. Al pasar frente al cuarto de Jimin, le da una mirada rápida, estaba con la puerta cerrada y a cada lado tenía dos guardias velando por su seguridad, una petición propia de JungKook, quería que Jimin fuera bien cuidado en casos de emergencias.

No saludó, solo entró y tomó asiento en la cabecera de la extensa mesa, todos los hombres dentro guardaron silencio y se sentaron en sus respectivos puestos. A los únicos, que JungKook se dio el tiempo de saludar, fue a Song Mino y a Kim NamJoon, quienes parecían tan irritados como él.

De a poco comenzó el debate y el tema que los convocaba, problemas legales, nuevas personas en el negocio, favores, etc... JungKook no estaba prestando mucha atención, él era el amo y señor del lugar, todos los problemas que tenía el resto, él ya los tenía solucionado.

Su mente estaba divagando, y comenzó a pensar en Jimin y en aquella pregunta que le carcomía sus pensamientos. ¿Qué le faltaba al menor? ¿Qué le podía faltar?.

Sus pensamientos no dejaban de trabajar en ello, buscando alguna respuesta, pero seguía sin hallarla.

Había dinero, tenían un techo seguro, tenían seguridad garantizada, nunca nadie los iba a molestar y podían hacer lo que quisieran. Pero sobre todo y lo más importante, los monstruos ya no existían. JungKook se había asegurado que nunca más los persiguieran.

—Señor Jeon, ¿usted qué opina?

Alzó la mirada al escuchar su apellido y se encontró con uno de sus tantos socios. Juntó sus labios y pensó un poco más, con la mirada expectante de todos los presentes.

—Lo lamento, señores— Se levanta de su lugar. —Pero tengo cosas más importantes que hacer.

Excusándose entre miradas confundidas, sale de la habitación, como siempre, seguido por Moon y un par de guardias más, que no se movían de su lado.

—Prepara un grupo de hombres, pequeño, nada llamativo, así que quiero a los mejores— Hablaba sin mirar atrás, sabía que Moon le prestaba atención. —Nada de metralletas, lleven armas, pero no quiero que sean exagerados, necesito seguridad, pero no unos mercenarios.

—¿Puedo preguntar, por qué, señor?

—Vamos a salir, al parque, también necesito que las cocineras preparen lo necesario para un día de picnic— Se gira sobre sus talones cuando llega al cuarto que necesitaba, al ver a Moon parado frente suyo sorprendido, frunce el ceño. —¿Por qué aún sigues aquí? ¿Debo repetir lo que dije?

Moon reacciona y junto con los hombres que lo seguían, abandonan el pasillo. Suspira antes de tocar la puerta y entrar al cuarto de Jimin, quien estaba dibujando junto su ventana que daba al jardín. Al escucharlo alza la mirada y lo mira, sorprendentemente, Jimin no ocultó sus dibujos.

—Vamos, Minnie, tu día al aire libre, en el parque, te espera.

Cuando escucha esas palabras, Jimin sonríe abiertamente, lo más parecido a una verdad, y emocionado se alista.

En lo que menos esperaban, ya estaban dentro de una de sus camionetas, rumbo al parque. Jimin estaba cerca suyo, sin apartarse de su lado, el menor estaba ansioso por llegar al parque, pero aún así con algo de miedo por abandonar la mansión.

Todo fue perfecto y sus hombres, habían seguido sus instrucciones al pie de la letra. Tenían un grupo de guardias cuidando de ellos, asignados estratégicamente en distintos puntos del parque, mientras que JungKook y Jimin estaban sentados en una manta, con algunos bocadillos.

—¿Quieres dibujar? Puedo pedir que traigan tus cosas— Dice al ver como Jimin solamente miraba el lugar. Ante sus palabras, el menor niega.

Tenía la esperanza de escuchar su voz. Últimamente, Jimin hablaba más a menudo, no sabía exactamente por qué, pero JungKook se estaba acostumbrando a ello, por eso, cada vez que guardaba silencio, le dolía como la primera vez.

—¿No quieres... hacer algo?

Su voz sonaba tan inquieta, que si sus socios lo vieran actuar así, quizá se burlarían en su cara y pondrían en duda su puesto de mandamás de Busan. Pero la verdad, es que Jimin era el único que lo volvía más humano y no tan hijo-de-puta-sin-sentimientos. Él era el único que tenía el derecho de ver la otra cara de JungKook.

Jimin extiende su mano y toma la de JungKook entre la suya, dando un apretón, se acerca a él, obligándolo a recostarse en el césped, mientras que el menor tomaba lugar en su pecho.

—Solo quiero estar así hasta que anochezca.

Calmándose, suspira y asiente. Minutos más tarde aparece una sonrisa en sus labios. ¿Por qué no habían venido antes al parque?

Inner Demons →kookminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora