Capítulo 19

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Por un impulso incontrolable tomé las benditas llaves y vine a la que alguna vez fue mi casa. La luz de la mañana inundaba cada rincón y comencé mi silencioso recorrido. La sala, estaba exactamente igual que la última vez que salí de aquí, incluso las nuestras fotos, la oficina de Lucas por el contrario parecía zona de guerra, era como si alguien mantuviera la limpieza sin mover nada. Mi taller se veía como si ayer hubiese estado trabajando en algún diseño, mi cuaderno de dibujo abierto y mis lápices sobre la mesa en el exacto lugar donde los dejé.
La habitación principal me provocó algo de escalofríos y mi pijama tirado tal como lo dejé esa mañana antes de ir a la cocina a hornear las galletas. Y mi cama, ¡como la extrañaba! ...me tiré sobre ella y mi espalda sintió como si hubiese estado de viaje por meses durmiendo en el piso y vuelto a casa, todo intacto, pero nada de polvo. La curiosidad me mataba, pero nada se venía a mi cabeza.

Finalmente fui al jardín, mi hamaca bajo los cerezos se veía el como el pasatiempo ideal para una tarde de primavera, no me pude resistir y me dormí igual que un bebé. Desperté al atardecer tapada con una manta bajo la atenta mirada de Lucas.
Me incorporé de un salto —no debí haber venido  ...pero dejaste mis llaves y tenía curiosidad, pensé que estabas quedandote en el hotel, lo siento—

Siempre eres bienvenida.. esta sigue siendo tu casa... y si, estoy quedándome en hotel, no vengo a esta casa desde el otoño pasado— dijo ante mi asombrada mirada.

Luego de nuestra última conversación me sentía incapaz de permanecer en esta ciudad, llamé a Ana para explicarle mis planes y lo que había pasado, ella encaró a mi padre, revelando sin querer mis intenciones de escapar. Llegó a esta casa en menos de 15 minutos y me encontró en la oficina, demás está decir que las cosas se Salieron
de control y yo renuncié a mi cargo y la herencia

Volé con la imaginación a esa conversación y me sentí culpable por haberlo dejado sólo lidiando con todo eso. 

No tienes que sentir culpa por lo que hiciste, yo tenía que resolverlo sólo y enfrentarme a mi Padre. De otra manera no podría haberlo superado.  Pasé algún tiempo en Europa donde conocí algunas mujeres para intentar dejar el pasado atrás, nada paso de una cita porque me desagradaban de tal manera con sus horribles personalidades. Pasé días miserables, odiando a mi padre, a esos malnacidos de Nicole y Andrés, pero más que nada a mí mismo. Me consumía la idea de haberte sometido a ese sufrimiento que se llevó la vida de nuestra hija, me irritaba recordar que te disculpabas por no haber hecho lo suficiente... si fui yo quien te expuso a ese dolor.

Cuando me enteré de lo que había hecho Nicole, pensé que podría recuperarte y te busqué por tanto tiempo, pero ese día en el restaurante fui consciente que al perder a Esperanza las había perdido a las dos.
Para cuando llegó navidad estaba destrozado y sin saber que hacer, pero cuando llegué a la dirección que me diste vi el albergue que Robbie había construido en su nombre y el hecho de que su muerte diera origen a cosas buenas me inspiró a hacer lo mismo. Pude finalmente comprender lo que habías intentado decirme. Entendí que tenía que vivir la vida por ella.
Llevé tu regalo hasta la cabaña de tus abuelos para agradecerte por lo que habías hecho. Después tomé un vuelo a Japón, pasé el resto de mi tiempo construyendo albergues llamados Esperanza, cada persona que ayudaba, me ayudaba a mí. Me sentía lleno de paz, pero temía regresar. En eso estaba cuando la sensei decidió golpearme para que volviera a casa. Y aquí estoy sentado frente a ti, en nuestra casa teniendo ésta conversación.—

Me sentía demasiado llena de emociones como para decir algo de manera que me levanté y lo abracé por varios minutos. Parecía como si ese abrazo simbolizaba la recuperación que habíamos experimentado. El sol se estaba poniendo y las flores de cerezo se veían aún más hermosas bajo las luces cálidas.

Mi estómago rugió de hambre y Lucas soltó una carcajada —veo que hay alguien que todavía tiene un estómago con vida independiente— realmente me indigna que haga esos sonidos, pero no pude evitar reírme.

Lucas pidió una pizza, recordando con exactitud mis ingredientes favoritos y entre risas y golpes de almohada generados por sus locas historias y aventuras en el extranjero me sentí tan cansada que me dormí.
Desperté a la mañana siguiente con mi cerebro en un estado de confusión extremo, en mi cama que ya no es mi cama con un pijama que no veia en siglos, abrazada de mi ex marido bajo una manta.
Traté de pensar como zafar del momento incómodo sin despertarlo, pero eran las 6 de la mañana, el sueño me venció y me volví a dormir. A las 9 Lucas cruzó la puerta con un montón de hotcakes, frutillas y crema, comimos mientras tuvimos una pequeña discusión por el control remoto que me causó mucha gracia. El rayo McQueen es mucho mejor que las Tortugas Ninja y debería estar feliz de que yo le ayude
a escoger lo mejor.

Estuvimos todo el día en pijama comiendo cosas prohibidas, hasta que un dolor terrible atacó mi estómago. A las 9:45 pm estaba en el hospital con esas agujas horribles en mi brazo debido a una gastroenteritis. Lucas apareció al cabo de unos minutos visiblemente mortificado por haberme arrastrando al lado oscuro de la fuerza. Tenía más globos y flores de las que cabían en mi habitación y me sentía incómoda por que una diarrea no es motivo para recibir flores. Me pusieron algo para descansar y me entregué al sueño otra vez. Últimamente duermo tanto que parece que voy a entrar en estado de hibernación. Antes de dormir le hice prometer que iría a casa a descansar aunque ambos sabíamos que no tenía intenciones de hacerlo.

The Last ChanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora