Capítulo 22

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Mis ojeras azuladas hacían totalmente innecesario que le explicara algo a Nina, la muy descarada buscaba pijamas sexys en internet para mortificarme mientras yo hacía esfuerzos por no llorar.

—No tienes que preocuparte de nada, llenaré de velas la casa y me iré a dormir dónde Sofi—me dijo con una sonrisita perversa.

—Muy graciosa— le respondí

Yo no estaba de humor para sus payasadas, porque el dolor de cabeza era intenso. El agotamiento me agobiaba y mientras ella parloteaba tomé el celular para hacer una cita con mi psicóloga.

Si tenía que dormir drogada, que así fuera.

Pero no podía volver a pasar una noche sin dormir o iba a perder la razón.

Recordé el trabajo y la oficina, con ganas de eliminarlos de mi memoria, pero el sentido de responsabilidad pudo más y salí para allá. Manejar me estaba costando un trabajo enorme, me sentía como atontada y sin energía, pero por lo menos conseguí llegar a tiempo y el corrector de ojeras que me recomendó Vittorio me quitaba el aspecto de zombi.
Cuando comenzó la presentación me costaba entender de qué estaban hablando. En algún momento me puse a pensar en el vibranio del escudo del Cap. y Tom me tuvo que sacudir para que volviera a la tierra. Todo bajo la mirada escrutadora de Lucas y el resto de los presentes. Tom decidió terminar el consejo debido a un asunto urgente, que aparentemente todos sabían menos yo.
Rápidamente todos se retiraron menos ellos dos.
Tom se puso frente a mí y me obligó a mirar sus ojos grises llenos de preocupación.
—Deberías ir casa—dijo con determinación
—Toma el resto del día, ¿está bien?—
Yo intenté protestar, pero ni para eso tenía suficiente energía. Tom le pidió a Lucas que me llevara por "razones de seguridad" y me requisó las llaves del auto.
Se dijeron algo que no entendí, Tom tomó sus cosas me besó con ternura en la frente y se retiró.
Lucas me ayudó a levantarme y enlazó sus dedos con los míos y me guió con dirección al estacionamiento, mis piernas parecían de plomo y tenía la boca seca. Una vez en el auto me ajustó el cinturón y puso música suave, pero ni las melodías de Chopin consiguieron relajarme.
Aunque percibí un sonido placentero.
La respiración acompasada de Lucas se hizo parte de la obra, un profunda sensación de paz se apoderó de mí y comencé a dormirme que incluso tuvo que cargarme hasta mi departamento. Me subió hasta mi piso y con delicadeza me depósito en mi cama. Me quitó los zapatos y me puso calcetines, porque no puedo dormir sin ellos.
Tomó mi mano con extremo cuidado y se enrollo alrededor de mí y en menos de 10 segundos estaba cayendo en un espiral profundo, mientras él susurró algo que no pude retener.

Desperté la mañana siguiente sintiéndome como si hubiese resucitado, la luz del sol brillaba como si estuviera conectada conmigo, se oía el canto de los pájaros en estado de celebración. Finalmente me sentía descansada, pero...

Toda la felicidad se esfumó cuando vi un cuerpo extraño del otro lado, Lucas se volteó con los ojos adormilados y su sonrisa tan perfecta que me dolió. Sentí la exagerada alegría en la voz de Nina desde el pasillo deseándome un excelente y fabuloso día. Yo estaba demasiado atormentada como para decir algo y prometí interamente que esa zabandija me las pagaría.

Quise escapar al baño, pero las piernas de Lucas me tenían atrapada y cuando el notó que quería huir me rodeó con sus brazos dejándome inmovilizada. Lo único que me quedaba era mi Doménico, mi fiel peludo, yo lo miraba tratando de decirle con pensamiento que me rescatara. Cuando Lucas lo vió acercarse, me soltó de su agarre sólo para atraparlo y abrazarnos a los dos y él muy traidor se puso a ronronear y se durmió.

Yo quería decir algo, es más lo necesitaba.
Por más que había logrado dormir increíble y me sentía bien, no podíamos seguir así para siempre, pero cualquier intento de diálogo y plan de huída tuvo que esperar porque Lucas se volvió a dormir. Para mi mala suerte verlo dormido fue el jaque mate del partido, mis defensas fueron sobrepasadas y quise gritar:

¡Houston tenemos problemas!

Si el señor genes suertudos era cinematográfico despierto, dormido llegaba a un nivel increíblemente superior.
Sus pestañas oscuras se curvaban hacia arriba y la expresión de su rostro era tan relajada que me conmovía. El ritmo de su respiración me hipnotizaba ahora era yo la que deseaba que durara para siempre. El sueño se apoderó de mi sistema sabiendo que estaba en problemas, graves problemas.

Todas mis ideas de fuga no fueron necesarias porque cuando desperté Lucas no estaba, apareció algunos minutos después con una enorme cantidad de comida y una sonrisa socarrona que me daban ganas de borrar de forma permanente

El desayuno consistió en licuados de fresas y brownies de chocolate. Al principio yo estaba muy tensa en ese silencio incómodo que se había generado, pero el chocolate salpicado en su cara me dio la oportunidad de burlarme y sentirme libre de su hechizo, hasta...
hasta que él muy infeliz se sacó la camiseta y se las limpió.

Golpe bajo

Me comí el resto del brownie mirando una mancha en la alfombra para que a ese engreído no se le subieran los humos a la cabeza.

—¿Quieres explicarme que está pasando? expresó interrumpiendo mi concentración en la alfombra.
Levante la vista visiblemente molesta, pero su mirada preocupada me hizo responder.

—Estoy teniendo dificultades para dormir— su sonrrisita llena escepticismo y diversión me provocó ganas de golpearlo.
Es verdad que con él si dormía, pero moriría antes de confesarme.

—La psicóloga cree que tengo que...

—Pasemos el fin de semana en las montañas—me interrumpió.

—Yo.. este... no creo que sea una buena idea—Pero pasé de ser interrumpida a ser completamente ignorada mientras Lucas se puso de pie, para tomar su teléfono y comenzó a hacer reservaciones por teléfono dando vueltas en círculo por mi sala. Intenté en vano decirle que no quería eso, pero me cansé de su tozudez y decidí tomar una ducha, porque estaba demasiado alterada.
¿Como iba a sobrevivir a un fin de semana con Lucas? Sobretodo si continuaba desvestido, con esos pectorales esculpidos por Miguel Ángel que no me dejaban pensar. Y lo último que necesitaba era que mi cerebro me abandonara.
La ducha me ayudó a enfocarme y estaba decidida a aclararle que por más que apreciaba sus buenas intenciones no pensaba pasar un fin de semana con el en las montañas ni en ninguna parte.
De la nada apareció en mi pieza con el pelo goteando envuelto en una pinche toalla. Todas las groserías de Nina se me vinieron a la cabeza y me golpeé internamente por olvidar dejar la puerta con llave. Su piel bronceada estaba cubierta por gotas de agua que corrían desde sus trabajados hombros hasta sus malditos abdominales. De seguro yo parecía un animalito asustado bajo los focos de un auto. Su mueca divertida me irritó y entonces comprendí sus intenciones, estaba haciéndolo a propósito. Me quité la toalla de pelo y caminé hasta la cajonera para alcanzar mi cepillo y desenredarlo. Yo estaba de espaldas y percibí que trató decir algo, pero por alguna razón no siguió intentándolo. Sentí algo de curiosidad por saber que lo había neutralizado.

The Last ChanceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora