Carta XXIV

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Estaba limpiando el departamento, era lo menos que podía hacer porque él la mantenía ahí sin cobrarle nada. Y de cierta forma no quería sentirse un estorbo o mal agradecida, suficiente había hecho ese hombre ya por ella y su hijo.

Entro a su habitación con duda, era muy íntimo hacerlo y un tanto doloroso también, toda la habitación olía a él, cada rincón lo hacía. Era una tortura de cierto modo. Pero la limpieza era fundamental, no podía dejarse llevar por el sentimentalismo que le recorría en esos momentos, tenía que ser valiente y hacer la mentalidad de que nada sucedía. ¡Pero era imposible! recordaba cuando vivían juntos, cuando ella lo amaba locamente, cuando sus cosas estaban en un mismo lugar, y su ropa olía a él, a su jabón y su perfume, ese aroma que siempre la volvió loca, porque aparte de la belleza que poseía el olor a menta por el jabón que utilizaba, combinado con su perfume maderozo y fresco, hacía que las neuronas dejaran de funcionarle a como era debido.

Negó frenéticamente con la cabeza mientras se ponía a pensar en otras cosas que fueran más productivas que torturarse con los recuerdos de un pasado tan doloroso como el suyo.

Termino de pasar la aspiradora, y al observar detalladamente se dio cuenta que ciertas cosas en él no cambiaban, seguía siendo ordenado y su habitación poco colorida a como lo era en la universidad, todo era muy neutro, su antiguo departamento era más hogareño debido a que ella lo había decorado así, y él nunca se quejó, siempre quiso que todo se hiciera al modo de ella.

El teléfono empezó a sonar, pego un gruñido por el disgusto le había costado dormir al niño minutos atrás y ahora ese sonido podía despertarlo ¡Aun le hacía falta limpiar la cocina y el baño!

— ¿Bueno? — interrogo jadeando debido a la corrida que había dado para poder alcanzar el teléfono.

— ¿Andrea? ¿Estás bien?

—Sí, si — rodo los ojos al reconocer la voz —. Solo he corrido a coger el teléfono. Dime... ¿Paso algo?

—No, no. Para nada. Solo llamaba para decirte que llevare el almuerzo, he terminado las juntas y quiero pasar tiempo con ustedes...

—Uhm... — susurro — estoy muy cansada, Daniel. Si deseas hago la cena y tú...

— ¡Deja de evitarme! — Siseo molesto —Solo vamos a comer y ya. No es nada del otro mundo...

—Ok, ya deja de discutir. Aquí te esperamos, con cuidado.

Lo dejo con la palabra en la boca y poco le importo. Soltó una risita, antes jamás se hubiera atrevido a hacer semejante barbaridad, antes no sabía que una mujer tenía que tener carácter y pelear por su igualdad, por más que estuviera enamorada jamás debía dejarse pisotear, antes no sabía lo que era amarse a sí misma.

Llego de nuevo a su habitación y se dispuso a terminar de ordenar su escritorio, el cual era un lio de papeles por aquí y por allá. Al empezar a organizar la basura y los papeles importantes según ella abrió su gaveta para dejarlos ahí, no quería perderle nada.

¡Sería un fiasco si eso sucedía!

Pero algo llamo su atención, y era un sobre con su nombre, la duda le invadió y decidió abrirlo aunque las manos le temblasen, sentía que era algo malo, muy malo, todo lo que ella recordaba de él, era malo, era sinónimo de dolor.

Reconoció su letra a la primera vista, y así mismo después su corazón se encogió al entender las palabras.

Escribí este verso mientras pensaba en ti, no he dejado de hacerlo incluso estando lejos de ti. Quiero regresar a tu lado y hacerte feliz, pero es imposible porque tú ya no me quieres a mí.

Pego un jadeo, uno agonizante, su interior se tambaleo.

Esas cartas eran para ella, busco más en el cajón y justamente había más, él se las había escrito pero jamás le llego nada. Las lágrimas de melancolía recorrían sus pálidas mejillas mientras su corazón se aceleraba cada vez más, lloro a como jamás lo había hecho después de su partida, cada letra y cada sentimiento plasmado le hacían sentir miserable y así mismo feliz, él la quería después de todo la quería...

—Andrea... — se hizo el silencio por unos minutos, ella no aparto la mirada del suelo, no quería verle el rostro y lanzarse a sus brazos, ya fuera para abrazarlo o golpearlo — ¿Qué estás haciendo? — interrogo con miedo, al ver las cartas esparcidas a su alrededor sintió su mundo quebrarse —Yo... yo... puedo explicarlo.

—No... — susurro con voz apagada —. Necesito irme, Daniel. Cuanto antes mejor.

Y salió, con todas las cartas entre sus manos.

(***)

Sé que he tardado mucho en actualizar, y me disculpo por ello.
Incluso no he actualizado mis otras historias jaja
pero gracias por seguir a mi lado.
Solo quería informarles que ya queda poco para terminar esta historia, así que estén pendientes.

Gracias por todo, Adaly.

Después del Adiós. (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora