Carta XXV

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Sé muy bien que me vas a dejar, algo dentro de mi así lo dicta.

Y por primera vez en mi vida tengo miedo, no deseo dejarte ir, pero sé que si te retengo no tendré perdón alguno, y tú me odiaras.

Si no me odiaste en su tiempo sé que lo harás en este tiempo, en donde nuestros caminos se han cruzado.

Y no he logrado que me perdones, y mi amor, tengo un terrible pánico.

Porque te amo, y te extraño aunque estemos bajo el mismo techo.

Porque sé que pude ser mejor y sin embargo no lo hice. Y me duele tu indiferencia, pero sé que yo fui más cruel que tú.

Y sé que merezco esto y mucho más de lo que tú me haces padecer, y dime ¿Qué debo hacer? ¿Qué harías tú en mi lugar?



(***)


Se dejó caer en la cama después de leer la carta que se había deslizado bajo su puerta.

Solo escucho unos pasos acercase, unos toques y luego como se había alejado.

Y cuando se levantó encontró ese pequeño papel doblado, otra carta.

Miles de preguntas le rondaban la mente, mientras lágrimas gruesas y amargas rodaban por sus mejillas.

¿Por qué le hacía esto? ¿No le había bastado todo el daño que antes le había hecho? ¿Ahora quería más?

Grito, grito y lloró por la frustración que estaba sintiendo en esos momentos.

¿Por qué le dolía? ¿Por qué aun su corazón latía mientras de reojo le veía?

¿Acaso el corazón nunca le dejo de amar? ¿El orgullo nunca pudo ganarle a los sentimientos?

Había intentado ser feliz ¡Joder que lo había intentado!

Y sin embargo falló, le falló a su hijo y a ella misma.

Ese hombre no era lo que un día le hizo creer, las risas, los mimos y los dulces te quiero que un día salieron de sus labios se acabaron, solo eran gritos, peleas, humillaciones y golpes. Al punto en donde temía hasta respirar, Daniel no le había hecho sentir eso, no le tenía pánico a como ese hombre, que solo con el respirar le ponía los pelos de punta. No podía volver con él, él fue claro una día, si ella se iba y regresaba estaba firmando su muerte segura ¿En dónde había tanto mal? ¿Cómo fue tan ciega al ignorar su personalidad verdadera?

No tenía a donde ir, no sabía a donde ir.

Daniel era su único lugar seguro en ese país. Pero al fin y al cabo, era un lugar que le torturaba de vez en cuando, cuando su coraza de indiferencia caía y los recuerdos le cernían el alma, cuando ella estaba profundamente enamorada de él, y vivir con él a como lo hacían, junto a su pequeño hijo le hacía latir el corazón con ilusión, con anhelo y eso estaba mal. No podía permitirse sentir de nuevo eso, él quizá la amo, pero así mismo la asesino con tanta indiferencia e infidelidad.

Tenía que huir.

No importaba, tenía salud y debía pelear por su hijo y por su libertad.

No volver a caer en los brazos de Daniel, porque quizá tuvieran un final feliz, él había cambiado se lo demostraba día con día, y en esa mirada tan llena de amor y adoración con la que la observaba, pero algo había aprendido muy bien, él sabía mentir, y ella ya no creía en los cuentos de hadas.

(***)

¡He regresado! Y esta vez si es para quedarme.

Y pues les tengo noticias.

Ya tengo el final de esta historia (Bueno solo en mi pensamiento) Así que queda poco para culminar con esta saga.

Besos, Adaly.



Después del Adiós. (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora