Carta XX

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El sonrojo de tu rostro desapareció dejando uno pálido, abriste los ojos con asombro y luego la vista bajo hacia tu regazo.

No supe que decir, y mucho menos si podía tocarte. Al cabo de unos minutos sollozaste, y no fue como antes, no me fue indiferente tu llanto, toco la parte que antes no tocabas, la indiferencia no me cernió, verte así me dolió.

—Andrea...— intente tomar tu mano.

— ¡No!

Tu rechazo junto a tu mirada de terror hizo que me paralizara, tu dolor era notable, ibas a tener un bebé y eso te dolía, a mí también, pero yo no tenía derecho alguno, hubiera deseado que fuera mío, otro bebé tuyo y mío.

—No...

—Me iré, no te preocupes. No me quedare, tengo que volver junto a su padre — tocaste tu vientre mientras una sonrisa triste se dibujaba en tus labios.

— ¡No puedes hacer eso! — Grite lleno de cólera —No dejare que vuelvas a su lado, te hará daño, no quiero eso para mi hijo ¡ni para...!

— ¡Solo es mi hijo! ¡MIO! — dolió, eso si me dolió — ¡Tu no puede venir y decir que es tuyo! No cuando me dejaste, cuando me hiciste tanto daño, no cuando desee con todas mis fuerzas que regresaras, pude perdonarte ¡Yo te amaba! Te abría perdonado cuantas veces fuera necesario, quería que amaras a tu hijo, que me amaras a mí, a la madre de tu progenitor, que estuvieras feliz por darte algo tan bello como lo era un niño, pero jamás regresaste...

—Yo...

— ¡Jamás regresaste! Y veme ahora, estoy casada con un hombre que dijo amarme, pero no me ama. ¡Tal y como tú lo hacías! Llevo en mi vientre a un hijo del hombre que no amo, y eso duele más.

»Porque crie a mi hijo con todo el amor que me sobraba, del amor que un día te tuve, tuve a ese bebé porque yo te amaba, quería un trozo de ti en mi vida... quería tener algo que me uniera a ti, para hacerme saber que en mi vida había tenido algo bueno, aunque fuera una mentira. ¡Pero ahora no quiero, no quiero a ese niño! No cuando ese infeliz me tomaba a la fuerza, no lo quiero por ser producto de una violación, ese niño no fue consumado por "amor". No es igual al nuestro... el nuestro fue consumado por pasión, por mi amor y tu intento de perdón. ¡Te odio, Daniel! ¡Te odio!

Negué con la vista nublada por el dolor.

—No me importa, no me importa absolutamente nada. Yo te amo, aunque tú me odies. Yo te amo, te amare aunque te vayas de mi lado y a ese niño también lo amare, lo hare mío. Y tu pensaras que es mío, es un ser inocente, piensa que es mío, que lo concebimos hoy...

Entonces mande a la mierda todo, me importaba un maldito comino que fuera un hospital, te necesitaba... y tú a mí. Mande al mismísimo infierno los miedos a tu rechazo y te tome de la nuca para estampar mis labios con los míos, cumpliría mi palabra, consumaríamos a un bebé.


Después del Adiós. (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora