Carta III

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Como había dicho en mi primera carta.

La historia inicia en la biblioteca de nuestro colegio, el día 3 marzo, justo a comienzos de clases, cuando el ambiente a semana santa nos rodeaba en pleno verano.

Yo buscaba información para una investigación y tú ibas a leer por amor, suena hasta cliché nuestro amor. Un inició bonito entre los dos, con un desenlace de terror.

Cuando te observé reconocí que no eras del lugar, ese cabello tan largo que llegaba debajo de tus glúteos llamó mi atención ¿Qué mujeres utilizaban ese largo hoy en día? ¿Estábamos en el siglo XVIII? Porque a mi parecer, no.

No sabes lo mucho que tuve que observarte ese día y otros más, en ese entonces eras para mí como un animalito extraño, y yo era el científico que te observaba para experimentar.

Sin querer me aprendí tus manías; el libro siempre lo cogías con delicadeza, era como si una rosa tan delicada estuviera entre tus manos y lo leías como si de una bella obra de arte se tratase, cuando estabas concentrada en la lectura no notabas que movías el pie inconscientemente al ritmo de la melodía que sonaba a través de tus audífonos, lo cual era otra manía. Siempre escuchabas música mientras leías ¿Cómo puedes hacer eso? Yo ni siquiera puedo comer y leer a la misma vez, cosa que también hacías.

Luego de pensarlo tantas veces tome el valor de ir hablarte, ese día me levante de mi asiento, justo a una mesa frente a ti.

¿Nunca me notaste?

Porque yo sí, y mi tarea obtuvo un 7/15 porque nunca adelante como pretendí.

Pero el observarte era inevitable incluso para mí, que era tan concentrado en mis obligaciones a diferencia de ti.

—Disculpa... — te llame.

Pero tu concentración era absoluta que tuve que pasar mi mano frete a tu rostro, el cual levantaste furioso.

— ¿Qué? — dijiste irritada mientras dejabas el libro sobre la mesa con delicadeza.

A él lo tratabas así y a mí como a una fiera ¿Qué te sucedía?

Sé que no fue la manera correcta de llamar tu atención, y veo que desdé el inicio lo hice mal, perdón por ello mi amor.

— ¿Cuál es tu nombre? — pregunté coqueto.

Abriste los ojos con asombro y en ese momento yo me sentí el animalito extraño.

Mi físico no es antipático, me considero guapo, pero tampoco un modelo de revista y eso las mujeres me lo han hecho saber, incluso tu amor de mi vida. Y no te estoy comparando, déjame aclararlo.

— Andrea, ya puedes irte — respondiste.

Ese nombre lo llevo en lo más profundo de mí ser; déjame hacértelo saber, mujer de poder.

Y con ese rechazo fue que llamaste mi atención, no me querías por las buenas entonces por las malas tendrías que saber quién era y así fue como inicie tu tormento durante clases.

¡Oh, amor mío!

Me divertí tanto contigo porque me gustabas de una formas arrasadora, y me doy cuenta que desde ese entonces siempre he sido tuyo aunque nunca te lo hice saber.

Con pena por mis acciones pasadas y amor, Daniel.



Después del Adiós. (#2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora