Schiaparelli's dream (JaeYong)

2.5K 186 200
                                    


TaeYong camina, el sonido de sus pasos es el único rebelde signo contra el eterno silencio; eterno, tal como las paredes que se extienden a ambos lados, o como el techo que supera varias veces su tamaño, empequeñeciéndolo, transformándolo en nada.

Al fondo, el gigantesco espejo que registra sus movimientos.

—¿Mamá? ¿Papá?

La habitación le devuelve su eco, perdiéndose entre los recovecos que conforman la mansión aristocrática en la que reside. Elimina a pasos rápidos la distancia entre él y la superficie reflectante, donde posa una mano. Es mucho más pequeña que la de su madre, minúscula al lado de su padre. Al menos, eso puede recordar.

Vuelve a llamarlos. No hay respuesta.

Extiende sus brazos a ambos lados y comienza a moverse, tal como le ha enseñado la institutriz durante las clases particulares de danza impartidas durante la tarde anterior. Faltan unas horas para que la mujer asista de nuevo y con ello deba repasar sus lecciones ante su implacable disciplina.

Baila. Se olvida del mundo. Olvida, por un segundo, la soledad del espacio exquisitamente decorado con tonalidades doradas y blancas, de los interminables días obligado a permanecer en el ala oeste de la mansión, sin acceso directo a la luz del sol para no herir de ninguna forma el lienzo en blanco de su piel. Olvida, y por unos momentos está tranquilo. Feliz.

Cuando termina, alguien está aplaudiendo. El espejo le muestra de quién se trata sin necesidad de voltear.

—Hijo, eres una obra de arte.

Su madre frunce los labios en la que debe ser una sonrisa. Da la vuelta y corre hacia ella. Su rostro se transforma nuevamente en uno serio, y niega férreamente.

—No. Hoy tengo que dar una fiesta de bienvenida a los amigos de tu padre. Diviértete ensayando, ¿sí?

La puerta resuena cuando se va. Golpea; es inútil.

Apenas tiene ocho años.

———

—¿Estás listo para comportarte como debes, TaeYong?

Asiente enérgicamente, y los dedos largos de su madre se posan en su mandíbula; dedos nudosos y terminados en punta por la perfecta manicure que adorna sus uñas, las que le hacen daño al enterrarse sin tanto cuidado en su piel.

—Invitamos a las más hermosas muchachas de la ciudad —las uñas en su piel mantienen a su rostro en su sitio; justo al frente del tocador de su madre, con un espejo ovalado que le devuelve la vista de sus propios ojos. Sus pupilas no dejan de temblar—. Son todas de nuestro nivel social, por supuesto, pero me aseguraré de presentarte personalmente a aquellas que sé que favorecerán más tu puesto en la alta sociedad. Espero que hoy encuentres una candidata ideal para hacerla tu esposa, ¿sí?

—Sí —responde.

Sus pupilas no mienten.

Ha sido educado en casa toda su vida, solo con lecciones y teoría a modo de interacción social, sin contacto real con otros. Traga saliva.

Maldice internamente sus dieciocho años recién cumplidos, y la fiesta que ello conlleva.

—No es necesario que te arregles más. Vamos, levántate.

Obedece y sigue sus pasos. El salón principal para fiestas está abierto de par en par. Traspasa las puertas, y queda un par de momentos estancado allí: en sus dieciocho años de vida, no ha habido oportunidad alguna para conocer aquel sector de la mansión que algún día heredará. Parpadea. La gente que abarrota el espacioso lugar le saluda a coro, con cordiales sonrisas. Con la mayor elegancia que logra reunir, saluda no sin antes aclararse la garganta y con ello acallar las conversaciones que revolotean por aquí y por allá. Recita su presentación aprendida cuidadosamente, sin ningún error. Le aplauden. La música en vivo, orquestada por músicos en el escenario principal, se reanuda.

February // one-shots de NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora