February // one-shots de NCT

Daffodil (TenDery)

-¿Cariño? ¿Qué haces viendo la televisión a estas horas...?

Escucha una voz masculina a sus espaldas. No voltea. Sus ojos siguen fijos en la pantalla, en donde ha bajado el volumen al mínimo para poder observarla sin interrupciones.

Para observarle.

-¿KunHang...?

Una mano se posa en su hombro. Las luces que emite el televisor de pantalla plana perturban la quietud de la madrugada, diluyéndose, haciendo que ese espacio sea suyo y de nadie más. Sin embargo, los dedos que apresan su piel interrumpen el ambiente que cuidadosamente ha creado en silencio, saliendo a pies descalzos de la cama que comparten noche tras noche.

Sentado en el suelo, hace frío. Su cuerpo está temblando y no puede hacer nada para impedirlo.

-¿Hendery...?

Da un respingo involuntario. No espera ser llamado de esa forma; no en ese preciso momento, menos aún por él. Algo en su interior se quiebra y, antes de ser consciente, la visión se le emborrona hasta que ya no puede ver más que sus propias lágrimas.

Y recuerda.

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Entendió que era tiempo de volver a clases cuando la gran mayoría de los alumnos, correteando de un lado a otro, cambiaron el rumbo de sus pasos y se apresuraron a toda carrera en dirección al interior del edificio A. Desde el costado oeste del edificio B, oculto tras uno de los pocos árboles que hacían sombra bajo el inusualmente ardiente sol de primavera, extendió su cuello apenas lo suficiente para vigilar cómo entraba el último de los chiquillos, levantando apenas sus piernitas para salvar la distancia entre los escalones que separaban el vestíbulo del patio principal.

Entonces, suspirando, volvió a sumergirse en las páginas que tenía entre manos.

No se internó en un mundo de fantasía, ni en uno histórico, ni tampoco en una cascada de ingredientes de cocina. Las palabras que cubrían el libro que tenía en su poder, más allá de ser interrumpidas por pequeñas ilustraciones que se explicaban en sí mismas, aparecían trazadas en un idioma diferente a los caracteres que con tanto empeño había aprendido en su niñez, y de los que aún seguía aprendiendo día tras día. Aquel alfabeto no le era extraño; era el primero por el que habían tenido que pasar incluso antes de primaria. Su simpleza era evidente. Podía leer muchas de aquellas palabras sin esfuerzo, y estaba sobre la media respecto a sus compañeros de curso.

Entonces, ¿por qué aún no era fluido en el idioma que aparecía impreso en sus páginas?

-¿Estás aprendiendo inglés?

El libro se le cayó de las manos y con ello dejó su campo de visión libre para observar a la persona que tenía al frente. Sentada en cuclillas, con las manos en las rodillas y balanceándose ligeramente como un niño pequeño, aquel chico que -debía estar rondando su misma edad- le ofreció una sonrisa.

Una sonrisa que le recordó a los anuncios que salían en televisión.

-Disculpa, no quería asustarte. Es que pensé que podrías ayudarme.

Pestañeó con nerviosismo. Solo entonces notó que el chico no le estaba hablando en chino, su lengua materna, ni en ningún dialecto o variante que hubiese escuchado antes. No. El chico hablaba despacio, pronunciando con cuidado cada palabra; dejando entrever, sin necesidad de explicaciones, que tampoco era su lengua materna. Y sin embargo estaba ahí, comunicándose sin titubeo alguno, sonriendo incluso.