XI

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N/A: Durante febrero y marzo, este fic se actualizará todos los miércoles; y si llego a tener un problema con el internet (como tuve ayer xDD) entonces se publicará el jueves. Los amo mucho♥

XI

Martín agacha la cabeza y asiente despacio, en silencio.

El único sonido que inundaba la pequeña habitación era el de las hojas siendo removidas (y en ocasiones arrugadas, por accidente), el de la lapicera plasmar su tinta en el papel y ¿eso otro que escuchaba era su corazón? ¿Tan fuerte iba?

—¿Y ellos? —pregunta con timidez, hablando por primera vez.

El hombre que estaba sentado en frente suyo dejó los papeles sobre el escritorio y acomodó la lapicera al lado de estos. Suspiró y alzó la mirada hacia él. Luego de eso, todo fue silencio por unos largos segundos que a Martín se le hicieron eternos. Su cabeza lo único que hacía era imaginarse las peores posibilidades, incluso muchas de ellas sin sentido, y solamente podía sentirse más y más nervioso con la situación. No sabe si el hombre estaba enfadado o si ahora en más lo tacharía como un alumno problema. A penas y llevaba dos meses en esa escuela y en su historial académico ya figuraba haber tenido un mal comportamiento.

Martín carraspea y acomoda ambas manos sobre la silla y debajo de sus muslos, en un intento por detener el temblor. Ahora que la furia había abandonado su cuerpo, realmente no sabe cómo actuar. Se encontraba paralizado, en shock, sin acabar de procesar todo lo que había pasado y con temor del qué pasará ahora. Piensa que a lo mejor debió haber sido más inteligente y cuidadoso, que quizás debió haber elegido otras palabras, o haber hablado a solas con el director más tarde, o quizás debió actuar mucho antes que todo esto pasara y así haber evitado que le hicieran daño a Manuel.

Por otro lado, le costaba bastante convencerse de que por fin se les había enfrentado a esos niños. Y, no va a mentir, hace mucho rato que quería enfrentarlos pero siempre había un algo que le impedía hablar y le hacía mantener la cabeza gacha y la boca cerrada. Muy probablemente ese algo era miedo y Martín todavía no podía terminar de creer que se había mantenido tan firme mientras todas esas palabras salían de su boca. Simplemente no reconocía ese valor como algo suyo, le resultaba ajeno y culpa a la ira de haberse apoderado de su cuerpo.

Y, entre tantos pensamientos que le dificultaban expresarse de la manera que quería, solamente se atreve a hablar nuevamente porque el director estaba esperando una pregunta más específica.

—¿Qué pasará con ellos? —murmura, entonces.

El hombre asiente un par de veces, ahora comprendiendo.

—Estarán suspendidos durante toda la semana —contesta suave y luego se acomoda los lentes para continuar llenando los papeles.

—¿Y Manuel? —suelta precipitadamente, aferrándose a la silla y apretando los labios con nervios—. No puede permitir que vuelvan a golpearlo, por favor.

El hombre le mira de reojo por unos cortos segundos antes de dejar un par de papeles sobre el escritorio y tomar otros que estaban en la pila de al lado.

Martín se desespera por no obtener una respuesta pero no dice nada, simplemente lo mira expectante.

—Así que te arrepientes de haber golpeado a tu compañero —comenta luego. El rubio se muerde el labio inferior con fuerza y se encoge en su lugar, recordando la mentira a medias que había dicho esa mañana. Y Martín no tarda en ponerse colorado de la vergüenza. No le gustaba mentir, sus padres siempre le decían que eso no era cosa de niños buenos y que quienes lo hiciesen recibirían, tarde o temprano, un castigo por parte de la vida. Pero esta vez había sido necesario. El director lo consideraba parte de ese grupo y para delatar a los demás, él también tenía que tomar la responsabilidad. O al menos eso piensa Martín—. No te preocupes por Manuel, él estará bien. Una maestra siempre se mantendrá cerca de él durante los recreos para vigilar que nada le pase.

Leéme (ArgChi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora