Leéme (ArgChi)

XII

N/A: FELIZ SAN VALENTÍN!!! LES TRAIGO FLUFFY

XII

Estaba soleado y hacía algo de calor, el invierno anunciaba su pronta partida con el canto de las aves y las flores que empezaban a asomarse con timidez de sus capullos. El ambiente era agradable, se mantenía cálido si se estaba bajo los rayos del sol y una suave brisa se encargaba de refrescarlo todo cada tanto, meciendo las hojas de los árboles y los cabellos rubios del niño que intentaba leer bajo la sombra de un árbol, quien gruñía en cada ocasión que el viento arrugaba las hojas de su libro.

Habían pasado sólo dos días desde que el director suspendió a sus primos y al resto del grupo, y Manuel aún no se aparecía por el colegio. Martín estaba triste. Ahora que esos niños no estaban para molestarlos quería aprovechar para animar a Manu y pasar más tiempo con él. Pero él simplemente estaba faltando y Martín teme que a su amigo lo hayan cambiado de escuela.

Pero... ¿todavía podía seguir refiriéndose a él como su amigo? Manuel le había dicho que ya no quería estar con él.

Martín se encoge en su lugar, tratando de concentrarse en su libro y así ignorar esa posibilidad. Pero, a medida que leía, las palabras desconocidas se acumulaban más e inevitablemente recuerda a Manuel y su voz suave que le leía con paciencia y le explicaba lo que significaba cada palabra rara.

Cierra el libro de golpe y chaquea la lengua, molesto y desanimado.

—¿Puedo sentarme?

Martín da un respingo en su lugar al escuchar esa voz que hace segundos atrás resonaba en su cabeza como un recuerdo y que ahora se oía tan real. Alza la cabeza de golpe, encontrándose con un niño castaño en frente suyo, que mantenía la mirada gacha y apretaba con nerviosismo un libro contra su pecho.

Una sonrisa no tarda en formarse en el rostro del rubio al ver a Manuel luego de (según él) mucho tiempo y, también nervioso, se limita a asentir reiteradas veces con la cabeza. Se apresura a quitar su mochila del suelo para hacerle un lugar a su amigo. Manuel no dice nada y se sienta a su lado, sin atreverse a mirarlo a los ojos.

Todo fue silencio luego de eso. Martín quería hablar pero las palabras se ahogaban en su garganta y no salían por su boca. Manuel sabía qué decir pero no sabía cómo, el cuerpo le temblaba y teme que sus nervios lo arruinasen todo.

—El director habló con mi mamá y le contó todo... ¿Por qué hiciste eso? Te metiste en problemas —Suelta Manuel de la nada. Y no tarda en sentirse mal por no haber podido decir lo que quería.

—Yo... —Martín balbucea, encogiéndose en su lugar.

—No tenías que hacerlo —sigue, ahora cambiando su voz a una más serena y dulce. Logra así que Martín lo mirase ansioso, porque había empleado ese tono de voz aterciopelado que siempre usaba para leerle. Aunque Manuel no le devuelve la mirada y en cambio mantiene la cabeza gacha.

El silencio volvió a inundarlos, solamente siendo interrumpido por las hojas de los árboles meciéndose. Martín se muerde el labio inferior con fuerza y abre la boca para hablar, ya no soportando la tensión del ambiente, pero Manuel se le adelanta:

—Lo siento —dice firme—. No debí haberte empujado ni gritado. No te merecías que te tratase así ni que te dijera esas cosas... Lamento mucho haberte hecho llorar. Yo... Tenía miedo, Martín, estaba asustado de lo que podría pasar. Perdóname, por favor...

Manuel alza la cabeza por fin y se anima a mirarlo. Lo reciben unas orbes verdes brillantes y una sonrisa enorme. Y unos brazos delgados pero fuertes que lo apegan con cariño al cuerpo ajeno en un abrazo desesperado.