XV

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N/A: ¡Feliz día de la mujer! <3

XV

Daniel juega con el lápiz que trae en manos, lo tamborilea sobre la mesa y aprieta la punta contra el cuaderno de matemáticas. El proceso se repite infinitas veces, hasta un punto en el que ya ni siquiera se percataba de lo que sus manos hacían; su mirada estaba fija en el reloj que se encontraba colgado arriba del pizarrón y nada parecía importar más que las agujas moverse. Logra volver a la realidad únicamente cuando la punta del lápiz se rompe y reacciona dando un saltito sobresaltado sobre su asiento.

Segundos después el timbre por fin suena, dando así comienzo a la primera clase del día. El maestro ingresó al aula, con expresión cansada y a paso lento, seguido de varios alumnos que caminaban detrás de él, terminando así de llenar los pupitres vacíos. Y, entre todos ellos, entró Martín.

Las miradas de ambos primos se chocaron. Daniel abrió la boca para decir algo que jamás sale de su garganta y Martín simplemente lo miró sereno, sin expresión alguna en su rostro.

—Tomen asiento —ordenó el profesor mientras se quitaba el abrigo y lo colocaba en el respaldo de la silla.

Martín asintió despacio y continuó su camino, con la misma calma con la que había entrado al salón. Por otro lado, Daniel apretó los labios con fuerza y agachó la cabeza, decepcionado de sí mismo por no haber podido entablar una simple conversación o mínimo haber musitado un sencillo "hola". Vio a su primo mayor sentarse solo en el tercer pupitre de la fila al lado suyo, con la ropa y los cabellos empapados y la mochila escurriendo gotas de agua por todo el piso. Y Daniel quiso tomar sus cuadernos y su estuche y sentarse a su lado, ahí en la silla vacía donde Martín había colgado su chamarra, quiso preguntarle cómo estaba, sacar cualquier tema de conversación, quizás comentarle sobre el clima tan horrible que estaba haciendo en esos últimos días y preguntarle si aceptaría que le prestara ropa seca para no quedarse todo el día temblando de frío; o, siguiendo la opción más cobarde, también podría arrancar una hoja de su cuaderno y tirarle una notita para verse en el recreo y así poder hablar más tranquilos.

Y muy probablemente Daniel se hubiese armado de valor y hubiese hecho cualquiera de esas opciones o, quizás, todas ellas. Por supuesto que lo hubiese hecho, estaba seguro de ello. Pero, en ese instante, ingresó al aula un alumno tarde. Era Miguel. Y ahí es cuando todas las intenciones de Daniel por hablar con su primo, se arruinaron y se quedaron como un mero "hubiese". Daniel casi lo sintió como un castigo del destino, sintió que ahora ya no podría hablar con Martín nunca más por lo que le había hecho a Manuel.

Miguel se mostró respetuoso frente al maestro, pidiendo disculpas por la demora para luego dirigirse con calma hacia su asiento. Y esa actitud tan tranquila y educada se fue tan rápido como vino o, mejor dicho, se fue apenas pasó por al lado de Martín.

Al igual que había hecho hacia casi una semana atrás, Miguel lo empujó al pasar, golpeando su hombro y parte de su torso con su cuerpo. Y al igual que la vez anterior, Miguel dejó escapar un "ups", con una sonrisa arrogante, seguido de una falsa disculpa.

Pero, para sorpresa de Daniel, esta vez Martín no le dedicó una mirada fría.

Esta vez, Martín se volteó hacia él.

—Es la segunda vez que haces lo mismo —dijo suave, con esa misma serenidad y monotonía con la que había mirado a su primo previamente. Miguel se volteó entonces, todavía con esa sonrisa plasmada en su rostro, y arqueó las cejas a la expectativa; retándolo a que se atreviera a continuar. Martín no cambió su expresión en ningún momento—. ¿No se te ocurre nada mejor? Pensé que te durarían las ideas.

Leéme (ArgChi)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora