IX
Manuel no sabía con exactitud cuánto tiempo había permanecido encerrado en ese cubículo del baño. Hace ya mucho rato que había dejado de vomitar sangre y que se había apaciguado el intenso dolor en su estómago. Pero de todas maneras permanecía allí.
A pesar de estar al tanto de que se estaba perdiendo las dos últimas clases del día y que muy probablemente la maestra vendría a buscarlo y las cosas empeorarían. Él seguía ahí, no tenía ganas de siquiera moverse.
Estaba sentado en el suelo, sobando las marcas rojas que habían quedado en la piel de su vientre. Manuel sabía que esas marcas se convertirían en moretones violetas que le harían encorvarse en su lugar y alentarían su caminar.
También sabía que mañana no habría ningún niño curioso y persistente que le extendiera un libro y le pidiera con ojos brillantes que le leyera. Sabe que va a estar solo otra vez y que tendrá que enfrentar a los demás niños sin ninguna clase de apoyo.
Aunque a penas y había pasado un mes, se encariñó con ese niño y se acostumbró a su constante compañía. Habían muchos capítulos que quería leerle de ese libro de fantasía que Martín siempre llevaba consigo, quería ayudarlo en la escuela para que ya no tuviera tantas dificultades, quería invitarlo a su casa a jugar y él ir a la casa de Martín y conocer a su familia. Simplemente quería pasar más tiempo con él.
Seca sus lágrimas con furia, percatándose que estaba llorando otra vez. Se enfada consigo mismo porque ya no lloraba de dolor por las patadas y los puñetazos que había recibido en el estómago, ni tampoco lloraba de miedo por verse nuevamente en soledad.
Manuel lloraba de tristeza. Porque iba a extrañar mucho a Martín.
Con rabia, se para de su lugar y abre la puerta del baño, saliendo finalmente y comenzando a caminar hacia su aula por los pasillos de la escuela. Tenía que ir a buscar su mochila, no porque realmente le interesase recuperarla. Pero ahí estaba su libreta y Manuel no quería darles más motivos a esos niños para que lo golpearan.
—¡González!
Manuel se paraliza en su lugar. No contesta al llamado, ni siquiera alza la cabeza. Escucha unos tacones caminando rápidamente hasta donde estaba y traga duro.
—M-Maestra... —murmura, por fin subiendo la vista para ver a la morena mirándole con los brazos cruzados y el ceño fruncido.
—¡¿Qué haces acá?! —grita furiosa. Eran los únicos en ese pasillo y la voz de la mujer hacía eco en el lugar—. ¡Te he estado buscando hace mucho rato!
Manuel se encoge en su lugar.
—Yo... estaba... estaba en el baño, maestra.
—¿Durante dos horas? —El chileno no le contesta y la mujer lo toma de la muñeca con fuerza y comienza a arrastrarlo en dirección contraria del aula—. Este comportamiento no es aceptable, me decepcionas mucho.
—Pero yo no...
—Ni una palabra más —ordenó la maestra antes de acelerar el paso. A Manuel le dolía mucho el vientre pero no se atrevió a pedirle que no caminara tan rápido. Simplemente se quedó callado mientras se dejaba arrastrar.
También permaneció en silencio cuando le hicieron firmar una amonestación y cuando lo mandaron a la oficina del director para que éste le pusiera un castigo.
El hombre le preguntó más de una vez por qué un chico con tan buenas calificaciones querría saltarse las clases. Manuel agachó la cabeza y no contestó.
Al final, cuando la campana que indicaba el fin de clases sonó, el director lo dejó irse a casa con una advertencia. Diciendo que no le daría castigo por ser la primera vez que se comportaba de ese modo.
El castaño simplemente agradece con un leve movimiento de cabeza y, aún sin modular palabra, se retira del lugar.
La oficina del director estaba alejada de las aulas, ubicada en una zona que siempre permanecía en silencio y donde se encontraba además la tesorería y las oficinas administrativas de la escuela.
Manuel sabía que ese pequeño momento de silencio y paz se acabaría al llegar al pasillo principal. Pues este estaría repleto de niños y de maestras tratando de hacer orden y lograr que sus alumnos formarán una fila para salir con calma.
Así que aprovecha esos pequeños minutos de tranquilidad para pensar qué mentira decirle a su mamá cuando esta le preguntase por qué caminaba encorvado y a paso tan lento.
Fue entonces cuando tuvo la mala suerte de chocarse con Daniel, que venía caminando en dirección contraria.
—¡Lo siento! —balbucea Manuel, retrocediendo varios pasos y mirando con temor al niño castaño que estaba en frente suyo—. ¡Lo siento mucho, no fue mi intensión! ¡Perdóname, por favor!
Daniel estaba perplejo en su lugar. No había ningún indicio de molestia en la expresión de su rostro, sólo de asombro. Atónico, observa el cuerpo de Manuel temblar de forma inevitable y sus ojos miel mirándole con miedo, casi rogándole que no le hiciera daño. Y no sabe qué decirle.
—No... —alcanza a murmurar Daniel, sin moverse de su sitio para no asustarlo más—. No te disculpes, está bien.
Manuel se mueve de a poco, manteniendo una prudente distancia entre él y el otro niño. Sin dejar de mirarle atemorizado en ningún momento.
Daniel permaneció quieto, quería decirle que no se preocupara, que no iba lastimarlo... otra vez. "No me tengas miedo", quiso decirle pero él mismo se detuvo y se obligó a permanecer callado. No tenía derecho a decir eso.
Así que solamente lo observa correr, alejándose de él.
N/A: Me quedó más largo de lo que quería aim sorri :(
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Leéme (ArgChi)
Fiksi Penggemar[ArgChi AU] Manuel se la pasa todos los recreos leyendo mientras los demás niños jugaban en el patio de la escuela. A Martín le llama la atención que un niño tan pequeño leyera tanto y le extraña que siempre estuviera solo. ⚠Advertencia⚠: Angst. Vio...