Capitulo 1.

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|Foto e Inicio oficial de Fire|
|Las dejo con la historia, que la disfruten|


*No solo se lleva tu alma, sino que tu corazón también*

La cuidad, es el centro de la perdición. El deseo reacciona en medio de ese lugar lleno de luces, ruidos y ambiciones. Una ciudad como Los Ángeles, tiene todas esas características. Una chica como yo, llena de deseos, ambiciones y expectativas tiene todas las posibilidades del mundo aquí. Dicen que la noche de Los Ángeles es una de las mejores del mundo a la hora de dejarnos ver cómo somos.

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-¿Has hablado con Nicholas? -Me preguntó. Me giré a verla y sentí como mi frente se arrugaba ante la exasperación que ella ya me había provocado.

-¿Me ves cara de haberle hablado? -Le dije. Ella puso los ojos en blanco, ante mi mala respuesta.

-Estas con abstinencia, ¿no? -Me dijo y volvió a teclear en la computadora.

Teníamos que terminar un trabajo para Nicholas y apenas íbamos por la mitad. Creo que ya llevaba fumándome 5 cigarrillos. La nicotina que contienen logra calmarme, bastante.

Sophie, ella es de esas amigas que ya no se encuentran fácilmente. Llevamos viviendo juntas aproximadamente 2 años. Nos conocimos en la Secundaria y desde ahí hemos estado juntas en todo. Ahora conseguimos un empleo en el centro de Anlad's Corporation y no debemos desaprovecharlo.

-Podrías mover tu lindo trasero y ayudarme, ¿no? - Frunció el ceño mirándome.

La miré y tiré la colilla del cigarro al tacho. Me puse de pie y me acerqué a ella. Mire hacía la pantalla blanca y brillante de la computadora frunciendo el ceño.

- Los números del consumidor final están mal - Dije apretando los dientes. Ella suspiró frustrada.

- ¿Puedes hacerlo tú? No doy más - Me dijo y se levantó de la silla. Me senté y miré bien aquellos números. Comencé a hacer cuentas en mi cabeza.

¿Qué necesidad tengo yo de pasar por todo esto? Soy una mujer exitosa, que con sus pocos años tiene todo para ser grande en la vida. ¿Qué necesidad tengo de rebajarme a hacerle trabajitos idiotas a un gordo panzón que apenas puede verse la punta de los pies de lo gordo que es? Creo que estoy demasiado estresada. Hace aproximadamente veinticuatro semanas que no tengo sexo. Básico y muy necesario para la vida. Es capaz hasta de sacarme los dolores de cabezas más intensos. Y no lo tengo, estoy más sola que un perro.

- Terminé - Le hablé a mi amiga. Ella se incorporó del sillón y dejó a un lado el cigarrillo.

- Gracias a Dios, Caitlin - Dijo y se acercó a mí.

Caitlin. Mi nombre completo es Caitlin Amanda Adams. Tengo 20 años. Soy una mujer independiente, sociable, algo testaruda, atrevida y sobre todo una mujer bastante sensual. No es que sea egocéntrica, pero todos los hombres con los que he estado me lo han dicho.

El día de hoy se me cruzo por la cabeza hacer algo, para mi bien, algo para mí. Voy a venderle mi alma al diablo, a cambio de tener todo en la vida o no sé bien a cambio de qué.

- ¿Sophie? - La llamé. Mi pelirroja amiga se giró a verme.

- ¿Qué pasa? - Cuestionó. Sonreí levemente.

- ¿Qué pasaría si un día decido venderle mi alma al diablo? - Le pregunté.

Sophie tomó una cruz que colgaba en su pecho. Debo decirlo, ella es muy creyente y esas clases de temas la alteran un poco. Tanto así que después termina rezando tres rosarios y como veinte ''Padre nuestro''.

- ¡Que tu boca se haga a un lado Caitlin Adams! -Me dijo y toco su pecho izquierdo. Eso significa, deshacer lo que has dicho.

- ¿Qué tiene de malo? - Le pregunté divertida.

- Sabes lo que pienso sobre eso, prefiero tener a la parca frente a mí antes que al señor rojo - Dijo haciéndome reír.

Me puse de pie y la miré bien.

- Pues - Levante mis brazos hacía mis costados - Le vendo mi alma al diablo, por algo que no se bien aún - Dije elevando un poco mi voz.

- ¡Cállate! - Habló fuerte, casi gritando. Reí con ganas.

- Ay Sophie, por el amor de dios, ¿Qué puede pasar o qué? ¿Se me va a aparecer en un callejón o algo? - Le pregunté de manera divertida.

Mi amiga negó con la cabeza.

- Nunca subestimes a lo que no conoces Caitlin, nunca - Me dijo y se fue hacía la cocina.

- Perseguida - Susurré, terminando de acomodar todo.

La noche se hizo larga. Vivir en el centro de Los Ángeles no es lo más recomendado para las personas que sufren de ataques al corazón, ataques de asma o algún ataque de algo. Es muy ruidosa y por ende algo peligrosa. Vivimos en la calle 87, ente la 60 y la 62. Es un lindo departamento, pero ya se está volviendo algo chiquito.

Me desperté al sentir el sonido del maldito tren que pasa todas las mañanas a la misma hora, a unos 5 metros de nuestra casa. Entré al baño y me di una refrescante ducha. Desperté a mi amiga y partimos hacía el trabajo. Estar entubada dentro de un vestido de oficina es lo más incómodo del mundo. Aunque los zapatos los tolero, se me ven lindos.

- Tengo que ir por Federico, nos vemos en la oficina - Advirtió y se despidió de mí con un beso en la mejilla.

Cruzó la calle y yo seguí de largo, antes de continuar me detuve en Starbucks a comprarme mi rico café de todas las mañanas. Los tacones de mis zapatos hacían un ruido muy molesto. La calle estaba bastante desolada, para esa hora. Mi corazón comenzó a latir más rápido al sentir que alguien estaba siguiéndome. Me di vuelta, pero no había nadie. Seguí mi camino. Apuré mis pasos, esto se estaba volviendo algo malo. Doblé por un callejón, al parecer así acortaría camino. Mi respiración se agitó al sentir la presencia de alguien allí. Me di vuelta para mirar atrás de nuevo y no había nadie. Giré...

- ¡Ay por el amor de Dios! - Exclamé espantada al chocarme con alguien de frente.

- ¿Por qué siempre lo nombran a él? - Preguntó. Me alejé un poco y lo miré bien.

Completamente vestido de negro ese hombre era un dios en vivo y en directo. Sus ojos castaños eran, ¿cómo decirlo sin sonar idiota?... impresionantes. Su pelo a juego con sus ojos, estaba un poco largo y algo despeinado.

- ¿Quién eres? - Le pregunté después de unos segundos de observarlo.

- Hola preciosa, me dijeron por ahí que ayer me anduviste nombrando - Me dijo. Fruncí el ceño.

Él sonrió de costado y ardí completamente ante eso. Demasiado calor hacía en ese callejón y más mirándolo.

- ¿Qué? - Le pregunté. De una manera inexplicable para mí, él se colocó a un paso de mi cuerpo.

- Un gusto, soy el Diablo...-

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Hello Dolls, ¿Como están?.
Llego con una nueva historia para ustedes, es adaptada, pero aún así espero que les guste.
Es la misma historia original, pero con cambios ortográficos, narrativos y de personajes.

FIRE - Christopher Vélez -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora