Epilogo.

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Dos años después.

- ¡Christian Vélez! – Lo reprendí.

Se giró a verme. Tenía los ojos de su padre y mi cabello, tenía sus labios y mi nariz, era lo más hermoso que podía existir en este mundo.

Sonrió mostrándome todos los dientes. Era tan pícaro, sabía cómo comprarme.

- ¿Qué te ha dicho mamá de hacerle cosas al gato? – Le pregunté.

Tomé a nuestra pobre mascota, que otra vez estaba de distinto color y la llevé a la habitación de al lado.

- ¿Papá? – Preguntó buscándolo con la mirada.

-Ya debe estar por llegar – Le dije.

Se puso de pie y comenzó a caminar hacia mí.
Lo miré sin poder creerlo, estaba dando sus primeros pasos.

Christian tenía apenas 1 año y tres meses. Aún era muy chiquito, y ya hacía varias cosas que los demás bebes no podían hacer. Como por ejemplo mover cosas, cambiar de color al gato y jugar con su padre a hacerme enojar.

Aún no puedo creer que ya hayan pasado más de dos años desde que mi vida cambió por completo, que cambió por unas pocas palabras que dije una noche: 'Le vendo mi alma al diablo...'

La puerta de la casa se abrió de repente.

- ¿Acaso estás pensando en venderme tu alma de nuevo? – Me preguntó entrando.

Sonreí al verlo.

Estaba llegando del trabajo, ¿Pueden creerlo?, Decidió hacer lo que hacen los hombres normales.
Trabajar y ganar dinero para la familia.

Christian lo miró y sin pensarlo caminó hacia él.

- ¡Mira, está caminando preciosa! – Me dijo y cuando el pequeño estuvo cerca de él lo alzó en brazos – Hola campeón.

- Es un bebé muy inteligente. Y ha cambiado de nuevo al gato – Le dije recordando aquello.

Con nuestro hijo en brazos se acercó a mí y depositó un suave y delicado beso en mis labios.

- Sabes que no puede controlar sus poderes aún – Dijo y lo dejó en suelo de nuevo.

- ¿Cómo te ha ido en el trabajo? – Le pregunté y me acerqué a abrazarlo para colocar mi cabeza en su pecho.

- Como siempre. No me faltan ganas de hacerle algo al pesado de Nicholas.

- Ya lo hablamos Chris, nada de cosas malas en el trabajo. Ni en casa.

- ¡Pero es insoportable! – Me alejé de él.

- Lo sé, tuve que soportarlo – Le dije.

Se sentó en el sillón y me hizo una seña para que me sentara sobre sus piernas. Me senté sobre él y acomodé su cabello, lo miré fijamente a los ojos, y él fuego ardió en mí. Él sonrió de esa manera que tanto me gusta.

- Llame a Jazzy, para que viniera por Christian – Avisó.

Como detesto que sepa en lo que estoy pensando. Giré la cabeza para ver a nuestro bebé. Jugaba entretenido con sus cosas, e intentaba hacer algo que yo no entendía.

- ¿Y para qué? – Le pregunté haciéndome la loca.

Se acercó a mi oído.

- Para que tú y yo fabriquemos otro bebé. No creo que quieras que Christian sea hijo único y no tenga con quien jugar – Susurró mordiendo el lóbulo de mí oreja.

- ¿Y acaso le dijiste eso a tu hermana? – Le pregunté divertida.

- Pues claro. Dijo que encantada vendría a buscarlo para que juntos hicieran el trabajo de ella.

- Chris, sabes que no me gusta que Christian haga esas cosas.

- Caitlin, sabes que él no es un bebé común. Y además Jazzy dice que a las personas les gusta verlo antes de morir. Les da como una sensación de paz. Aunque no entiendo por qué – Alzó los hombros.

- Podrá ser el hijo del ser más temido del mundo. Pero te aseguró que él no tiene nada de tenebroso.

- Ya verás cuando crezca lo tenebroso que será – Me dijo divertido.

La puerta sonó dos veces y mi cuñada entró por ella. El pequeño Chris la miró y rió de manera divertida, para luego estirar sus brazos en petición de que lo alzaran. Le encantaba ver a su tía. Yo no entendía muy bien el por qué. Jazzy sonrió y lo alzó.

- ¿Cómo está el bebé más lindo del mundo? – Le preguntó haciéndole muecas divertidas.

- Hola Jazzy– La saludó Chris.

- ¿Cómo estás hermanito?, Hola Caitlin. – Dijo y sonrió – Bueno éste bebé y yo ya nos vamos porque creo que ustedes dos tienen varias cosas que hacer.

- Ya lo tienes claro hermanita – Dijo Chris. Lo golpeé levemente. Él solo rió.

- Si se pone irritante, tráelo Jazzy – Le dije.

- Quédate tranquila, nosotros sabemos cómo divertirnos. Adiós – Dijo y desapareció con él.

El silencio se hizo presente en la casa. Yo aún estaba sentada sobre sus piernas. Acaricié su cabello y luego bajé mi mano a su camisa.

Desabroché los primeros cuatro botones...

- Ya no puedes aguantarte ¿Verdad? –Cuestionó sonriente.

- Solo te pongo un poco más...cómodo – Dije divertida.

- No te hagas cielo, te encanta que te haga el amor.

- ¿Y cómo no me va a encantar? Si tu eres fuego puro-



Fin.

FIRE - Christopher Vélez -Donde viven las historias. Descúbrelo ahora