Oso

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To: Reiga


Febrero, conocido como el mes de amor y la amistad, pero más del amor. Lástima que muy pocos conozcan la verdadera historia detrás de aquella celebración. En fin, no era de su incumbencia la ignorancia del resto de las personas. Él no lo celebraba por dos razones, la primera, el día era más para los amantes que para las parejas, segundo, y más importante, la persona que amaba no le hacía caso.

Se preguntaba en momentos como estos, ¿cómo fue que aceptó el cambio a la academia Tōō en lugar de regresar a U.S.A? Simple. Se enamoró. Cayó como un imbécil a los pies del amor y lo que es peor, no es el amor en sí, oh no, claro que no; sino el hecho de haberse enamorado de un chico... que resulto ser su rival de juego.

Llorar por la leche derramada ni caso tenía ya.

Ahora, espera bajo la sombra de un árbol a su caos personal, a quien le prepara comida porque el idiota no es capaz de levantarse temprano para prepararlo por él mismo. El tiempo pasaba, Kagami sucumbía al hambre y el receso se terminaba. Suspirando en resignación por la probabilidad de que su amor no correspondido llegara comenzó a comer.

–¿Tanta hambre tienes? –Ahí estaba. –Debes esperar por mí para comer.

–No eres mi pareja para pedir semejante cosa, idiota, además, muero de hambre.

–Tú siempre tienes hambre.

–Sólo come y calla Aomine.

Bufo su compañero para dejarse caer a su lado.

Kagami continúo comiendo hasta que notó que el moreno no tomaba su caja de comida, sino que habría otra un poco grande. Extrañado y curioso por ello dejo su caja para ver lo que había dentro. Aomine saco un pedazo de tela color café claro.

–¿Qué...? –No termino la pregunta pues el moreno le interrumpió.

–¿Te gusta? – Ante la pregunta, el pelirrojo no respondió pues no comprendía nada. –Kagami, ¿tú qué crees, está bien el color?

–Me parece bien, pero ¿para qué quieres eso? – Señaló el pedazo de tela.

–Es para un oso.

–¿Oso?

–Sí, haré un oso de peluche.

Después de aquello, Daiki no volvió a prestar atención a nada que no fuera el mentado oso. Apenas se separaba de la caja donde guardaba todo para la manualidad extraña que decidió hacer el moreno. Nunca comprendía del todo al chico, con su actitud desinteresada, perezosa y dormilona.

Por una semana le vio absolutamente concentrado en la tarea de la costura. Aunque era un poco extraño ver a Daiki sumido en la tarea, le parecía atractivo y un tanto lindo. Lo prefería activo que durmiendo o burlándose de todo. Sin embargo, nada le preparo para las palabras de Momoi y Riko, ambas mujeres se las había topado en el centro comercial una tarde, pero antes de ser notado la peli rosa hablo:

–Sabes, mi madre me comento que cuando estaba en la universidad papa le regalo un peluche hecho por él mismo nombrado con su mismo nombre. Al principio no comprendí, luego me dijo que si alguien hacía un oso de peluche para regalárselo a alguien que te gusta y le pones tu nombre, esa persona corresponderá tus sentimientos.

–Aww que lindo.

–¡Verdad! Por eso voy hacer uno para dárselo a Tetsu.

Las chicas se fueron dejando atrás a un pelirrojo completamente petrificado tras una columna de concreto.

¡Eso debía ser una broma!

Y no lo fue. Buscó en el sagrado Internet, cuestionó a varios de sus vecinos y a su madre. Efectivamente, el oso de sentimientos era verdad, ¿pero cómo puede ser posible? ¿Quién era la persona que le gusta a Daiki al grado de hacerle a mano un oso? ¡A mano! Aquello era inverosímil, ¡inaudito! Una falta de respeto enorme para sus creencias.

Dos semanas.

Dos tortuosas semanas observando a Daiki con el peluche, metiendo y sacando la aguja con hilo en la tela que conforme pasaba el tiempo tomaba forma. Los detalles eran asombrosos, no tenía idea que el moreno fuera tan meticuloso. Los celos nunca eran buenos y sobre todo cuando estos nacían por un objeto que ni siquiera tenía vida propia. Kagami por primera vez odio, detesto, a esa cosa de felpa.

Y mientras se ahogaba en las aguas negras de los celos, el tan ansiado 14 de febrero llegó. Normalmente el pelirrojo hornea pastelillos o un pastel, a veces hace figurillas con chocolate o galletas, pero en esta ocasión ni se acercó a la cocina. Esquivo los regalos cargados de sentimientos románticos con la mejor cara que pudo, salvo el tono, demasiado tajante para su gusto, pero qué iba hacer cuando hoy Daiki regalaría el maldito peluche.

Al salir de la escuela, con el uniforme desarreglado, pues apenas y soportaba llevar ropa de lo furioso que se encontraba, cuando a la salida, Aomine Daiki le esperaba recargado en la pared observando quien sabe qué en su celular.

–Yo. –Saludo el moreno.

–Piérdete Aomine.

–¿Qué diantres te pasa?

–Nada que te importe. –Siguió caminando sin importar nada. Estaba tan turbado con tanto sentimiento que no le importaba lastimar de alguna forma al moreno. Sin embargo, su huida fue detenida.

–No sé qué pasa, pero un buen partido te ayudara, vamos.

No se negó. Al llegar a la cancha callejera, aventó sus cosas, se quitó el saco y corbata a la mala. Estiro un poco y el juego comenzó. Ambos perdieron la noción del tiempo hasta que sus cuerpos clamaron por misericordia y un poco de agua.

–Oye, ¿ya estás más calmado? –Cuestionó el moreno, quien sentado a su lado bebía agua y respiraba profundo para recobrar un poco del aire perdido por el juego. –Bueno...

El silencio reino. Kagami dejó caer su cabeza entre sus piernas, pues se estaba descargando con alguien que no tenía la culpa de su amor no correspondido, aunque este fuera el causante de todo sin saberlo. Cerró los ojos un momento.

–Taiga. –Abrió sus ojos al escuchar su nombre, pero se extrañó al tener frente de sí a un oso. Específicamente el oso que Daiki había estado cociendo con cuidado y esmero. Lo tomo, lo examinó para después girarse interrogante por ello, más nada le prepara para un Aomine avergonzado con la mirada acuosa y pequeños temblores atacando su cuerpo en clara señal de nerviosismo.

–¿Esto qué s...?

–Mi papa me dijo que si alguien hacía un oso de peluche para regalárselo a alguien que te gusta y le pones tu nombre, esa persona corresponderá tus sentimientos. –El moreno desvió un tanto la mirada. –Yo... yo quiero darte este oso.

–¿Cómo se llama? – Aomine regresó su mirada a la rojiza. –El oso, ¿cómo se llama? –Volvió a preguntar Taiga.

–Daiki.

El pelirrojo regresó su mirada al oso, sonrió, tomó la nuca del moreno para darle un beso. Uno que conforme movía los labios tomaba un nivel más pasional y absorbente. Al separarse en busca de aire acaricio su mejilla.

–Es un lindo nombre.


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Abajo esta el oso que Daiki hizo. 

 

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