Cachorro

102 19 2
                                    


Quería arrancarse los cabellos, cortarse los dedos y morderse la lengua. Quería hacer tantas cosas y lo único en lo que podía pensar era en su estúpida pareja. En lo estúpido que se sentía bajo todo el escrutinio de los presentes. No sabía qué hacer. Su cerebro apenas procesaba lo que estaba ocurriendo pues aquello le resultaba inverosímil. ¡Inaudito!

Se masajeo el puente de la nariz, las sienes le vibraban y sus sentidos no paraban de enviarle señales de alerta.

–Debes ponerle un alto. El que manda eres tú no él.

Sí claro, decirlo era más fácil que hacerlo porque él no se enfrentara a una manada completa si llegaba a cometer un sólo error. Los ancianos no paraban de pronunciar palabras mordaces, frases con doble significado y un montón de olores que demostraban su sentir junto con una maldita carga hormonal que le golpeaba el olfato e inquietaba a su animal.

No soportó más. Se levantó bajo la mirada incrédula de los presentes. Respetaba a los ancianos, pero sus comentarios ya distaban mucho de consejos en pro de la manada.

Al salir del lugar, respiro hondo, sus sentidos descansaron de los ataques. El bosque hizo lo suyo. Sin embargo, aquello no menguo su enojo, su pareja esta vez se había pasado. Camino hacía su cabaña. Ahí, lo poco de control que obtuvo de parte de la naturaleza se esfumó. Su pareja se encontraba echada sobre el sofá con la televisión prendida.

–Explica ya mismo, ¿cómo mierdas se te ha ocurrido hacer aquella estupidez?

Su pareja ni siquiera le observó, no se movió de su lugar. Maldita sea, era el líder de una manada con cachorros y betas que cuidar, Alfas que guiar y controlar, no podía estar tras los pasos de su pareja porque el mocoso; oh sorpresa, el puto destino le puso como pareja destinada a un cachorro. ¡Un cachorro por el amor a todo lo bendito!

–¡Habla ya Daiki!

Mala elección de acciones, apenas se dio cuenta de ello cuando ya tenía a su pareja sentada, con las orejas gachas y ladeando la cabeza un poco, mostrando su cuello en sumisión.

Dioses, en ese momento su propio instinto le golpeo, trataba con un cachorro que apenas tenía un par de años en su manada, una presa de cambio por paz entre manadas. Suspiró, su cachorro estaba criado bajo otros estándares, reglas y normas sociales. En su manada los Betas apenas tenían voz, se estaban cambiando las reglas, en las de él ya era un hecho y, podían hacer y deshacer a su antojo.

Ahí, aquello era un sacrilegio.

–No me voy a disculpar por...

–No busco una disculpa, tienes mi apoyo, te respaldo, pero eres mi pareja y yo soy el líder de manada, de una manada que apenas se abre paso al cambio.

E intento decir más, pero su pareja se le aventó encima en busca de su calor.

–Quiero helado.

Sí, era un cachorro. Un cachorro que era su pareja y una completa bomba de sorpresas, pero dioses, no se cansaría de él por ningún motivo, menos cuando le mostraba su oreja y cola sumisas acompañadas de uno ojos que no conocían el significado del arrepentimiento.

Caja de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora