Desde que entró al local donde trabaja, sus compañeros y jefa no paran de verlo. Le han preguntado de todo, pero él sólo les mira y sonríe.
–No, no estoy drogado.
Pasa a la caja, tararea un poco de lo que tocan en la radio. Sonríe. Mueve sus pies, a veces las caderas y las manos. Va de un lado para el otro, demasiados clientes que apenas se dan abasto. El Cedi a llegado y a él solo le ha tocado organizar todo aquello. Sigue cantando.
–¿Tuviste sexo?
Detiene su conteo en una caja para observar a su compañero como si este fuera un extraño o le ha salido una tercera cabeza.
–No.
Vuelve a lo suyo, pero la música no abandona su cabeza. Sigue cantando. Sigue acomodando. Casi se le caen encima una pila de refrescos, ¿pero es que son tan idiotas y flojos para acomodar correctamente los bultos? Oye, livianos precisamente no son. Se congela su rostro y nariz, apenas logra sentir sus labios de lo helado que se encuentra el lugar.
–Daiki, rellena cerveza, por favor. –La jefa le ha pedido desde el frente de los refrigeradores.
–Voy.
Deja lo que hace para meterse a un cuarto diez grados más frío. El cambio es notable. Frota sus manos. Busca los vacíos para rellenarlos con los productos faltantes, termina rellenando las dos puertas, de arriba abajo. Sale para continuar con su labor en el otro y apenas logra sentir el tiempo pasar. No escucha nada más salvo la insistente música en su cabeza que cambia de tonada o letra, no se detienen ni porque masculla o maldice a los pobres bultos que no tiene la culpa que sus dueños les pongan en un plástico fino y delicado.
Sale, sigue con lo suyo.
–Estas drogado, María, Daiki esta drogado, no es normal que haga eso. –La jefa no para de verlo y hablarle desde detrás de la caja haciendo lo suyo en los monitores y contando dinero.
–Quien sabe. –Su segunda jefa sólo le sonríe para brindarle apoyo ante la insistencia de ambas, pues sabe, no se detendrán hasta saber el motivo de su buen humor
–Que no me drogue jefa.
–Es que no es normal que cantes y sonrías. ¡Siempre tienes sueño! –Enfatiza con sus manos las últimas palabras.
–Así desperté.
–Así te dejo el vato pos qué. –Agrega Toga, quien viene entrando después de ir a tirar la basura.
–No, ni siquiera lo he visto desde hace un mes.
–Uh, eso me huele a divorcio.
–Toga, Daiki no está casado. ¿No estás casado, verdad? –La jefa le observa intensamente y lo único que hace es elevar los hombros para regresar por donde vino y continuar con su trabajo en la bodega.
La música continúa hasta que sale de su trabajo con mochila a cuestas. Protege sus manos en los bolsillos de la chamarra, parte de su rostro y nariz con la bufanda que su novio le regaló. Es miércoles y hoy le han dejado salir temprano, pues su día de clases se canceló, apenas tuvo una clase normal, le ha dicho a su jefa y esta le ha permitido entrar antes aunque su turno comenzaba hasta las tres.
No le gusta el frío, pero tolera el de los refrigeradores. Quizá lastima menos el nitrógeno que el natural. ¿Quién sabe?
Al llegar a casa, deja la mochila en una mesa, avienta llaves, se descalza y coloca sus pantuflas. Observa el lugar, está helado. El silencio reina, no le gusta. Prende la televisión mientras camina a la cocina, vincula su celular con la pantalla y la música muestra su poderío. No puede evitarlo, comienza a bailar y cantar. Tararea cuando no desea cantar o no se sabe la letra.
No es fanático de cocinar, pero ahí está. Prefiere dejárselo a su pareja, más el hambre gana. Los olores que se orquestan a su lado impiden que detecte cierto olor y la música evita el ruido de la puerta y las pisadas.
Sigue cantando, concentrado en su labor custodiado por la música. Detiene el cuchillo por unos instantes, aquella parte de la canción le gusta.
(Woah) colossal we calm these renegades in the rain
(Woah) where the lost get found in the crown of the circus cage
Don't fight it, it's coming for you, running at ya
It's only this moment, don't care what comes after
La canción continua, pero no él, pues unos brazos se ciernen a su cuerpo desde atrás.
–¿Qué haces?
–Idiota, no asustes, pude haberme rebanado un dedo.
–Me di cuenta cuando te detuviste. – Masculló en respuesta y un escalofrío recorrió su cuerpo, pues una nariz acariciaba su nuca mientras unas manos se metían entre su ropa. –¿Cómo estuvo tu día?
–Extraño.
–¿Por qué?
–Todos preguntaban cosas sin sentido, hasta si me encontraba drogado, casado o si había tenido sexo.
La sonrisa que tenía se fue al sentir el sutil cambio de olor de parte de su pareja. –¿Taiga? –Se giró al completo, dejando el cuchillo tras el resguardo de la tarja de los trastes. –Ey Alpha tonto, no comiences a pensar cosas que no son.
–¿Por qué no?
–Porque es estúpido dah. –Se acercó a su enfurruñado pelirrojo. –Además, al único que dejó meterme mano es a ti.
El agarre posesivo le éxito de tal manera que olvidó la cocina.
–Más te vale, no quiero que nadie te toque, eres mío pequeño Alpha bribón.
–No soy pequeño, pero hace un mes que no me ves.
–Siempre lo hago.
–Dormido o a punto de salir y tú cuando regresas pareces un zombi.
Bueno, en eso no podía reclamar del todo, pues ambos tenían obligaciones que atender, Taiga con sus pasantías en el hospital y él con sus clases de final de semestre junto a su trabajo apenas les daba tiempo de nada. Y si no era Taiga dormido lo era él por toda la casa. Agradecía que este le convenciera de vivir bajo el mismo techo que si no, ni se hablarían. Aunque extrañaba en la cama a su Alpha, pues de los dos, Taiga tenía mayor presencia y porte que él.
Consecuencias de salirse de casa desde los quince. Trabajar y estudiar no era nada bonito, mucho menos por el tipo de carrera que eligió.
–Pero hueles delicioso cada vez que regreso.
–Aceite de motor y gasolina, sin contar con que mis uñas ya han perdido su color natural.
–Me gusta.
–Todo lo que hago te gusta.
–¿Cómo que tu ego va volando muy alto, no crees?
–El tuyo ya sobrepasó al mío, doctor Kagami.
–No lo creo ingeniero mecánico Aomine.
Los besos iniciaron, el moreno como pudo apago la lumbre. Su Alpha le tomó al vilo para llevarlos hasta la habitación que compartían, pues un mes era mucho para una pareja de posesivos y locos Alpha's.
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Caja de Pandora
FanfictionSegún los antiguos griegos, la caja de Pandora guarda todo los males que la humanidad puede llegar a padecer, desde catástrofes naturales hasta la misma muerte. Aunque la historia dice males, en este libro encontrarás un poco de todo protagonizado p...