¿No estaban muy juntos? Eso no era beso, ¿verdad? Tampoco era un sonrojo el que veía, ¿verdad? Y por supuesto, eso no era una sonrisa. ¡¿Verdad?!
Joder, ¿pero qué diantres le pasaba a ese par? ¿Acaso no veían la atmósfera que les rodeaba?
Esto era estúpido, era una situación completamente absurda. Él no era un chico celoso, oh no, por supuesto que no, pero había momentos como ese que sólo quería tomar a su novio y encerrarlo en una habitación para que nadie más le viera.
Inhalo profundamente, siguió con su labor.
Los murmullos a su alrededor se volvieron nada, trataba por todos los medios no despegar su vista de lo que picaba sino sus dedos pagarían caro su error. No pudo hacerlo. Elevó los ojos y les volvió a ver. Ahora no sólo era un sonrojo o sonrisa, ¡eran caricias! Y no cualquier clase de caricias, era su rostro.
¡Maldita sea!
No debía hacer ninguna escena. No con ellos ahí. Tragando bilis siguió picando, sabía que más de unos de los presentes y, quienes le conocían, pensaban que era un alfa defectuoso por el simple hecho de saber cocinar, realizar tareas del hogar y otras tantas tareas que supuestamente debían concernirles a los omega, sin importar su género. Sin embargo, ellos no sabían la verdad detrás de aquellos saberes. Estaba sólo y la soledad no le iba a dar de comer, lavar su ropa o mantener su hogar limpio. Le gustaba la cocina porque imaginaba que los vegetales, carnes y frutas que cocía, picaba o fritaba eran personas a las cuales no podía hacer eso en la vida real.
Sí, quizá era algo enfermo, pero joder, en algo debía descargar lo que no se podía hacer. Volvió a elevar los ojos. ¡¿Ahora se abrazaban?! ¡¿Pero mierdas les pasaba?! ¿No sabía que el chico tenía pareja?
No. Nadie sabía que aquel omega ya tenía alfa y no cualquier alfa. Maldita la hora en la que aceptó callar cuando debía gritar y marcar a su omega.
Puto, bastardo. ¡Agh! Se iba a volver loco como siguiera viendo esa escena.
–Kagami, ¿quieres que te ayude con algo? – Silencio, no iba a contestar. – Kagami, ¿sucede algo?
¡¿Qué si sucedía algo?! ¡Por supuesto que sí! Estaba que explotaba de los celos porque el idiota de su bastardo omega estaba pegado a ese hijo de puta alfa que no era él.
–Taiga, ¿qué diantres te pasa? –El tono le crispó más los nervios, ¿acaso le estaba reclamando algo?
–¿Qué quieres Aomine? – Frío y seco.
–¿Qué si quieres ayuda?
–No. – Siguió picando tratando de contener su lengua y el río de pensamientos dirigidos hacia su omega.
–¿Qué pasa?
–No quiero tu ayuda, gracias.
–¿No quieres o no quieres estar conmigo? –No volvió a hablar, siguió picando, lo que había en la tabla lo vació en un traste para seguir con otro vegetal. –¿Kagami? – Insistió Aomine.
–No Daiki, en estos momentos no quiero ni olerte.
La mirada dolida y estupefacta del chico no logro que menguara su enojo. Sólo unos segundos después, el moreno dio media vuelta, fue testigo del intento de detención por parte del bastado alfa de Kasamatsu. Bajo la mirada, no importaba, un portazo y el silencio era roto por el cuchillo atravesando a la pobre lechuga.
¡Ostia, que se había pasado! Metió las cuatro patas hasta el fondo, nunca, NUNCA, se debía decir a un omega que su olor era repulsivo, mucho menos a su pareja que apenas aceptaba su lado omega. Cuánta razón debía tener aquel autor sobre dejar que el silencio reine cuando los sentimientos estaban en su máximo apogeo. Che, que era un remedo de idiota. Y de paso, debía dejar de leer tanto, se le estaban pegando palabras de otros países,
Y ahí estaba, con la mirada gacha sentado en aquella banca, con la chamarra a mitad de sus hombros. Odiaba ver a su omega así. Se acercó lentamente, dejando libres sus feromonas para avisarle de su presencia. Este se tensó visiblemente. Sí, en definitiva la había cagado. Se sentó de frente con las piernas abierta, tomo una pierna de su omega dejándola sobre la suya.
–Perdón por lo que dije, no lo merecías... es que ese puto alfa se te restregaba y luego tú le sonreías y te tocaba. Odio que te toquen, lo detesto como no tienes una idea.
–Eres un imbécil.
–No lo niego, pero es que no puedo ir y decirles que no te toquen, que se alejen de ti y mucho menos marcarte porque tu no quieres que nad... – Su monólogo fue cortado por un par de belfos carnosos, su alfa gruño ante el olor extraño, olor que había en su omega y no era precisamente el suyo.
–Eres un celopata de primera. – El pequeño sonrojo era tan hermoso en aquellas mejillas morenas.
–Eres mío, nadie puede tocarte. – Restregó su nariz en el cuello de su pareja, ahí donde el olor de omega fértil y libre se concentraba más.
–Yukio me estaba alentando a revelar lo nuestro, por eso estábamos juntos.
–Estaban muy juntos, no me gusto.
–Idiota.
–Te amo Daiki.
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Hombre que sabe pedir perdón es igual que encontrar un trébol de 4 hojas.
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Caja de Pandora
FanficSegún los antiguos griegos, la caja de Pandora guarda todo los males que la humanidad puede llegar a padecer, desde catástrofes naturales hasta la misma muerte. Aunque la historia dice males, en este libro encontrarás un poco de todo protagonizado p...