Corsé

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Kagami x AomineFem


Debía recordar, siempre lo tenía que tener en la mente, siempre.

Ahora ya no podía hacer nada, había caído bajo sus propias reglas y debía pagar. Su padre le enseñó que su palabra tenía valía y como tal cumplirla. Así lo hizo, pero...

¡¡Nunca se imaginó enamorada de un puto pervertido!!

Con la mente más activa, basta e inagotable de imaginación que poseía su pareja.

Así que ahí estaba, tras el espejo de cuerpo completo que había en su closet. La imagen era sexy, sensual y muy llamativa. Ropas que ni de broma se pondría cubrían su cuerpo. Cuero. Cuero negro, flexible y suave, una combinación extraña y difícil de conseguir en una tela como lo era el cuero.

Suspiró derrotada.

No quería portar esas prendas, no le gustaban y se sentía incómoda.

Un silbido tras su espalda le asustó, más no se movió de su lugar al ver por el espejo de quién se trataba.

-Te ves hermosa Dai.

No contestó, volvió a suspirar, se centró en la imagen del espejo, un corsé cubría su torso y levantaba sus pechos, resaltaba sus caderas y delineaba su cintura. El cierre en medio del corsé se conectaba bajo engaño visual a sus pantaletas de encaje negro y listones rojos.

No había ligueros, calcetas largas o medias.

Sólo sus pies descalzos y su cabello largo y suelto tras su espalda.

-Eres hermosa.

-¿De verdad lo soy?

Así como todas las personas, Daiki poseía cierta debilidad interna, aunque era más un miedo o inseguridad. Pues durante todo su desarrollo recibió críticas y burlas por su cuerpo y gustos. Cuerpo de adolescente, gustos de niño y carácter rudo.

Le costó mucho aprender que sus gustos no debían regir su sexualidad o determinaban su género. Le costó, oh sí, le costó, pero lo aprendió y superó. Sin embargo, cuando de sentirse deseable en ropa como esa, flaqueaba. Dudaba.

-Eres tan sexy, Daiki.

La morena soltó un pequeño suspiro por la cercanía de su pareja, quien ya la tenía entre sus brazos, apretándole contra su cuerpo.

Kagami Taiga llegó a su vida en el otoño de sus veinticinco años. Revolucionó todo su mundo. Fue de los pocos hombres que no le trataron como si fuera un hombre o una lesbiana ruda, no cuestionó su trabajo y tampoco sus habilidades culinarias. No le pedía que cambiara su ropa por cosas más femeninas y delicadas.

La dejaba ser ella sin importar qué.

Claro, después de la tercera ronda de sexo descubrió que su futura pareja era peor que un director de escena. Sus ideas para el sexo como para la vida eran tan descabelladas como locas. Pervertido y un maldito exhibicionista.

-Daiki... joder, siente cómo me has puesto, cariño.

Y para ese momento, Daiki olvidó sus divagaciones. El duro miembro de su pareja haciendo presión contra su trasero era excitante.

-Tan jodidamente caliente, bebé.

Una de las manos contrarias bajó a su sexo, presionando y dando caricias suaves, subiendo por su torso. Bajando el cierre un poco para mostrar el contorno de sus senos.

Otra cosa que le había dado un shock a finales de sus veintidós fueron sus senos, antes pequeños, ahora eran de un tamaño tal que podía usar blusas strapless sin tener que estar subiéndose la prenda. De CopaA a copaC o D, misterios de su cuerpo.

-Me enciendes tanto.

Taiga no paraba de decirle palabras obscenas al oído, calientes y estimulantes. Dejaba besos, lamidas y mordidas en su oreja y mejilla. El corazón le latía tan fuerte que sus piernas comenzaban a fallarle.

La vibración del cierre bajando un poco más le envió cargas eléctricas por todo su cuerpo, estimulándola más si se podía.

-¿Sabes lo que te haré? -Daiki negó. -Meteré mi pene en tu vagina, te abriré tan despacio que sentirás cada vena, tus senos los amasaré de tal forma que tus pezones se erizarán, todo mientras mis manos te sostienen y mis labios en tu cuello dejan su marca junto con mis dientes.

- Taiga...

-Mi bella mujer.

Daiki no resistió más, se giró sobre su eje encarando a Taiga, quien no dudo en tomarla de la cintura, su mano apresando una de las suyas.

Dios, su mirada.

Se sentía deseada, bonita y mujer.

Taiga era su torbellino. El beso comenzó, los sonidos eran obscenos, sus labios eran succionados y su boca invadida.

Cuando el beso terminó, Taiga le sonrió, sus frentes juntas.

-Eres tan sublime amor, tan mía y hermosa, mi hermosa musa, mi bonita Daiki.

Daiki sonrió coqueta, no intentó cubrir su cuerpo y tampoco alejarse de él. Bajo un poquito más el cierre del corsé.

-Cobra tu premio, chico rudo.


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⏰ Última actualización: Oct 08, 2019 ⏰

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