Patines

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Nunca más. No iba a volver a involucrarse en ese juego, ni en el equipo. Ni por una beca completa de parte de la universidad o por patines nuevos... o por conseguir amigos... o estar cerca de la persona que le gusta.

No, no iba a permitir más desplantes, burlas y pullas hacia él y su deporte.

Por ese deporte fue que sobrevivió, no cayó en las drogas o prostitución. Él se fijó una meta desde los diez, nada le iba a ser cambiar de opinión, ni el entrenador de hockey ni la universidad y mucho menos los integrantes del tonto equipo de hockey.

Aomine podía ser muchas cosas, jactarse de otras, pero no era de aquellas personas que se rendían ante el menor obstáculo para cumplir sus sueños.

No le importaba sólo rozarlo.

Se limpió las lágrimas de puro coraje. No, él no iba a derramar más, ya no. Aunque no podía hacer nada para quitar el leve enrojecimiento que estos mostraban. Abrió la puerta del estudio, su madrina fue su único soporte y apoyo desde que decidió incursionar en el patinaje artístico.

Ella le dio y le da las herramientas para crear sus coreografías, incluso de los disparates han surgido cosas realmente interesantes, aún sonríe ante el surgimientos de la corografía que le llevó hasta las semifinales de Grand Prix. De eso hace un par de años.

Dejó el bolso en su locker, se cambio y mientras estira un poco sus brazos nota las bolsas que hay en suelo. ¿Quizá su madrina esté haciendo alguna clase?

Su sonrisa se desvanece, su cuerpo se queda empotrado al pie de la puerta del salón. No puede creer lo que ve. Todo el equipo de hockey está ahí, sudando y sin aliento. Las caras de acotamiento y dolor eran evidentes. No se diga de las piernas, las cuales se veía como temblaban.

Más su estupefacción muto a excitación al ver aquel cuerpo marcado, con la respiración a acelerada, el sudor corriendo libremente por el pecho, abdomen hasta perderse en el inicio de aquella deliciosa V.

–Daiki, ¿quieres dejar de babear mi suelo? – Todas las miradas del grupo cayeron en su persona, trato por todos los medios volver a colocar su cara de indiferencia, pero los ojos rojizos no ayudaban mucho. –Comienza a calentar, te necesito bien caliente para lo que haremos.

Carajo, aquello era sinónimo de dolor. Sin embargo, tan acostumbrado estaba a la forma de hablar de su madrina que no se dio cuenta del doble significado de aquella oración escuchada por sus compañeros.

–Ustedes, comiencen a estirar, les daré una hora para que recuperen el aliento. Entrenador no deje que coman, sólo líquidos.

Daiki trato, en serio, en serio que sí, pero no podía despegar sus ojos de aquel cuerpo. Era un guerrero en todo su esplendor, un macho alfa listo para aparearse y él estaba más que dispuesto a dejarle estar entre sus piernas.

–¡Daiki, al centro, ya! – El moreno parpadeo, trató de ubicarse, pero el dolor en su cabeza le desorientó más. – ¡Escucha cuando te hablo, gato tonto!

–Lo siento. – Afortunadamente poseía muy buena memoria corporal porque no se dio cuenta del calentamiento que realizó.

–Primera posición, brazos abiertos y dos, tres, cuatro...

¡Maldita sea, olvidó que era aquel entrenamiento! Esto iba a doler por el resto de la semana.

*

Todo el equipo de hockey se encontraba muerto, bebían agua como posesos, el cuerpo les temblaba y apenas sentían sus piernas o brazos.

Nunca más volverían a criticar un deporte sin antes haberlo practicado.

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