Cansado era una palabra que no alcanzaba a definir su sentir. Fastidiado, irritado, hastiado y harto eran unos cuantos de los muchos adjetivos que se le venían a la mente. Nadie le advirtió que sería un tanto estresante tener que trabajar con personas que no te quieren y mucho menos te dan la oportunidad de conocerte, pero bueno, él estaba ahí para aprender.
Llevaba dos semanas trabajando en una estancia infantil que cubría desde maternal hasta preescolar y por falta de personal lo pusieron de comodín en el área de maternal. Los niños tenían sus momentos, un rato estaban tranquilos y al siguiente parecían la personificación del monstruo de Tasmania.
Afortunadamente era viernes, podría descansar todo el fin de semana, durmiendo, comiendo y viendo televisión. Sin embargo, sus planes se fueron a la mierda apenas abrió la puerta de su casa. El intenso aroma a celo le golpeo con fuerzo que por un momento le mareo. Cerro la puerta apenas pudo recobrarse un poco, las bolsas de víveres fueron aventadas al refrigerador y otras a la barra. Sus cosas quedaron sobre la mesa.
Maldiciendo encendió su celular. Quiso golpearse. Desde las diez de la mañana tenía llamadas perdidas de su pareja y otras tantas de algunos de los compañeros de trabajo de él. Imaginaba era para avisarle. Joder. Abrió la aplicación del calendario y ahí estaba, con rojo y una carita hecha con la equis y la de.
El celo de su pareja empezaba entre ayer y hoy continuando por unos dos o tres días.
Lloriqueo. No quería hacer nada. No pensar o mover un músculo.
Pero a sus oídos llegaron los llamados de su pareja. Tanto su omega interno como él suspiraron en resignación, algo extraño porque casi siempre estaban chocando. Caminó, arrastrando los pies y despeinándose el cabello. Dándose ánimos. Sus lamentos quedaron olvidados al ver a su pareja toda sudada, respirando pesadamente y hecha bolita en la cama.
–¿Kagami? Ey guapo, ¿cómo te sientes?
Una mirada cansada, casi ida le dio la respuesta. Lo peor es que por sus mejillas seguían corriendo pequeños hilos de lágrimas.
–No venias.
–Lo siento, puse el celular en vibrador y olvide revisarlo cuando desayune.
Con mucho cuidado quitó los cabellos de la frente, permitiéndole ver esos bonitos ojos que tanto amaba. No pudo reprimir el fastidio en su rostro ante la nueva carga de aroma a limones que desprendía su pareja en un intento por llamar a su pareja.
Para mayor sorpresa, despacio, Kagami se recorrió alejándose de él. Extrañado le observó.
–Vete... vete, no quieres... quieres estar a-aquí.
Demasiado suave y bajo que si no fuera por su oído agudizado por su trabajo no le hubiera entendido nada.
–¿Por qué dices eso?
–No... no te gusta... a nadie le- le gusta... hacerse cargo de un alfa de-débil... menos en ce-celo.
Suspiro. Pensó que su pareja ya había superado eso, Kagami era uno de los pocos alfas que tenían un celo pesado, no en el sentido de ser agresivo, pasional y demandante al grado de dejar a su pareja desmayada como la mayoría de celo de un alfa promedio. No, Kagami tenía que ser especial en todo sentido, pues su astro lo volvía débil, todo su cuerpo se transformaba en un manojo de nervios hipersensibles, tan manejable como un omega en calor.
Y dios, eso a Daiki le encantaba. Pero bueno, cierto, no tenía ganas de nada, más observando a su pareja alejándose de él por mal entender su reacción no le gusto. Salió de la habitación y al cruzar el umbral escucho el lloriqueo amortiguado. Sonrió, tal vez no tenía ganas, pero con tanta testosterona pululando en la casa, cargándose en la habitación junto con aquel delicioso aroma a bizcocho de café le estaban encendiendo como nunca.
–Bien cariño, comencemos.
Para mayor deleite, el chillido de sorpresa acompañado de varios gemidos bajos le terminó de encender, pues había tomado a Taiga por los tobillos y jalado para dejarlo en una mejor posición y de paso, darle espacio para maniobrar. Los ojos rojizos le vieron sorprendidos.
–Vamos a poner los puntos sobre las íes después de esto.
Le saco los pantalones con facilidad ante la tensión que Kagami hacía inconscientemente sobre sus músculos y conforme fue subiendo la camisa dejaba besos o mordiscos, sonriendo al darse cuenta que era una de sus playeras la que traía. La sacó y se irguió sobre sus rodillas. La imagen de su pareja jadeante, vulnerable y sudorosa fue sublime. La sensualidad encarnada en él.
–Tan malditamente mío.
Besó esos labios, sintiendo el estremecimiento producido por sus manos al abrirle más las piernas.
–¿Da-Daiki?
Taiga sentía demasiado y para tranquilizarlo soltó su olor obteniendo un gemido de su alfa. Amaba a su pareja por ello, su astro que para unos sería aburrido y hasta blasfemo, para él era delicioso porque le daba aquello que no quería perder. Poder y liderazgo, y a Kagami le encantaba sentir a su pareja en su interior. Probando un pequeño porcentaje de todo lo que su pareja sentía producido por su propio cuerpo con los estímulos adecuados. Preparado, estimulado e hinchado, Daiki le penetro. Kagami sólo pudo esperar impaciente porque su omega comenzará.
–Eres un delicioso milagro... Alfa.
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Caja de Pandora
FanfictionSegún los antiguos griegos, la caja de Pandora guarda todo los males que la humanidad puede llegar a padecer, desde catástrofes naturales hasta la misma muerte. Aunque la historia dice males, en este libro encontrarás un poco de todo protagonizado p...