Son las cuatro y cincuenta de la mañana, el celular lleva sonando desde las cuatro veinte. Se ha girado en la cama cinco veces, por más que intenta despegar sus párpados unos de otros no puede. Vuelve a sonar. Estira su brazo y el celular queda sobre su estómago, vuelve a estirar el brazo al otro lado de la cama para encontrar parte del frío generado por la lluvia.Apenas pudo dormir, por alguna razón cuando llueve le cuesta dormir. Mientras esta no le despierte esta bien, descansa mejor, pero cuando lo hace le es tan difícil volver a conciliar el sueño que no puede ni encontrar su lugar. En esos momentos, su pareja estira sus brazos, le toma de los costados o cadera arrastrándolo hasta él. A veces se acurruca, otras sólo abrazados y otras le usa de almohada mientras le acaricia alguna parte de su cuerpo, eso depende, pues a veces sólo lo hace él o lo recibe.
Sólo así logra dormir algunas horas más.
Pero hoy está solo, suspira, intenta dormir un poco más, pero es imposible. Se levanta, se queda observando a la obscuridad su cerebro no puede carburar nada que no sea cambiarse para irse al trabajo.
Se ata el cabello en una coleta baja, se levanta rascando su panza y tallandose los ojos. Realiza su rutina de lavado en automático, sale del baño en busca de ropa. Entonces ahí lo nota. El tiempo se congela. Sonríe. Se acerca al espejo que le regresa una copia de él mismo.
Sus dedos acarician su piel. Tal vez no esté en físico, pero su presencia está con él siempre. Ahí, a lo largo de su pecho, estómago, pelvis, cadera y, sobre todo, cuello; posee un reguero de moretones de varios colores. Verde, rojo, morado y negro. Son las marcas de su Alpha. Demasiado posesivo y territorial que nadie le creería que él se los hizo, son demasiados. Parecen golpes, no caricias con tintes de dolor y placer.
Sin embargo, lo que más le sorprende es la marca en su hombro y nuca. Esas no desaparecen en su totalidad, siempre están ahí, recordando a quién pertenece y le encantaba. Le gustaba muchísimo saberse de su Alpha, aunque él también lo fuera. Lo extraño de aquellas marcas en esos puntos específicos de su cuerpo eran donde se marcaba a un Omega o Beta, nunca se quedaban en otros Alphas.
Quizá porque su Alpha era un descendiente de dos Alphas o él era un Alpha defectuoso con tendencias Omegas y de mujer porque sólo así puede justificar y comprender porque busca a su pareja por las noches, porque necesita de su presencia y olor para poder sentirse protegido.
Su Alpha olía a café y se sentía a hogar.
Apenas llega al lugar, la señora T le recibe con pullas amistosas y risas al notar que aún su pantalón porta la etiqueta que evidencia que es nuevo. Deja sus cosas, saca todo lo necesario para una taza de café. Cuenta dinero y recibe caja. El turno nocturno se va y él apenas puede con él sueño que se carga.
Mientras el café se acopla al azúcar y agua, se pierde en las burbujas y el suave movimiento que hace la leche al unirse al café.
Hace dos semanas que no ve a su pareja. Hace dos noches que llegó por la madrugada tomándolo sin importar que él ya estuviera dormido. Hace dos horas que sabe a llegado a casa más muerto que vivo.
Siente unas manos recorriéndolo, unos labios succionando o besando, sus caderas ser tomadas con fuerza y sus muslos ser abiertos con demasiada demanda. Apenas puede ser consciente de lo que sucede, más se deja hacer porque sabe de quién se trata. Las fuerzas no regresan, pero sus extremidades saben qué hacer. Sus labios perezosos apenas siguen el movimiento de los otros.
–Buenos días.
Parpadea. –Buenos días. –Contesta.
Son apenas las siete veinte y él primer cliente llega. El café es probado y cubierto. Espera. El clima es suave, no hay sol, sólo nubes teñidas de variaciones de gris. Él aire acondicionado está agradable. Espera pronto llegue la jefa o se aburrirá a muerte. Los domingos son tranquilos, sin clientes, supervisores o proveedores.
Y así pasa el tiempo, etiqueta, café, cobrar, limpiar y pensar en su pareja.
Al finalizar ni siquiera revisa el corte, pues la jefa se ha quedado con sus cajas. Sólo quiere dormir envuelto en sábanas y el olor de su pareja. Comerá lo pedido ayer para comer-cenar. Arrastra su humanidad por la calle, hace tres días que no puede dormir bien y con la tormenta que se ha instalado momentáneamente sobre la ciudad es peor su insomnio.
Se talla los ojos. Llega a casa y él camino de cosas por el suelo le gritan él arribo de su Alpha a casa. Deja sus cosas por ahí y camina. Despacio, pidiendo permiso a un pie para dar un paso adelante del otro. El olor es tenue, pero ahí está. Su pareja se encuentra a mitad de la cama de lado, con una almohada larga apresada entre sus piernas y brazos.
Le toma una foto. No puede evitarlo. Se descalza, avienta los calcetines, se quita el pantalón y se deja caer en la suavidad del colchón. Su pareja apenas se mueve y a él ya le han tronado todas las vértebras, coxis y tobillos.
Cierras los ojos, se gira y eleva los pies recargándolos en la pared. Gime ante la sensación de la sangre bajar por sus venas, es extraño, pero agradable. Se masajea el puente de la nariz. Segundos que parecieron horas pasaron en instantes al sentir a su pareja a su lado abrazándolo y dándole mimos en su mejilla con la punta de la nariz.
No evita ronronear.
–¿Cómo te fue?
–Bien. –Vuelve a ronronear, ahora unos dedos se cuelan bajo su camisa.–¿Qué pretendes?
–Hueles a lluvia.
–¿Y? –Sus piernas son recorridas por los mismos dedos que antes se movían por sus costados.–Para ya Taiga. –Le pide un tanto irritado.
No dormir le hace mal a su humor.
–No nos vemos en días y así me recibes. –Le reclama el otro Alpha a la par que detiene sus caricias.
–Si quieres a alguien mimoso buscate a una mujer u Omega, no estoy para peleas o quejas. –Siente el cambio de ambiente, pero se encuentra tan agotado mentalmente que le importa poco lo que el otro y él mismo quiere.
El silencio reina. De nuevo el ambiente y, esta vez, la esencia cambian, sin darse cuenta se ha quedado dormido. Un maldito trueno le despierta. Desorientado mueve los ojos en busca de algo. Segundos después lo tiene enfrente.
–Tranquilo, liebe.
Se talla los ojos, sus sentidos a medias regresan, llueve, gimotea, estaba tan agusto durmiendo y ahora no podrá regresar a él hasta muy tarde y probablemente no dormirá hasta muy entrada la noche. Mañana tiene clases. Mierda.
–Quiero dormir.
–Primero come algo y después sigues durmiendo.
–No podré, llueve.
–Lo harás. –La afirmación logra que le observe interrogante. –Me quedaré unas semanas.
Su Alpha, con su caminar varonil, se acerca a profanar sus labios. En cuanto le siente, la lluvia deja de existir, su corazón se agita como su interior por lo que ocurrirá. A sido un mes, desea hacerlo despacio, envuelto en la testosterona de su pareja.
–Taiga.
–Liebe, ich werde es schmutzig und süß machen.
Sí. La escuela puede esperar, él no. No después de escuchar aquella promesa. Además, descubrió que le calienta como el infierno que Taiga le susurre en aquel idioma igual de fuerte que él.
Por fin podría dormir más de cuatro horas corridas.
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Caja de Pandora
Fiksi PenggemarSegún los antiguos griegos, la caja de Pandora guarda todo los males que la humanidad puede llegar a padecer, desde catástrofes naturales hasta la misma muerte. Aunque la historia dice males, en este libro encontrarás un poco de todo protagonizado p...