14-"Tomar tu mano"

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Al despertar, Eddie miró el reloj que se encontraba en su mesita, el cual indicaba que eran apenas las 10 de la mañana. Su madre no despertaría hasta luego de unas 2 horas, así que todo estaba bien, no era necesario que Richie se fuera aún.

Richie.

Miró hacia su derecha, que era la dirección en la que Richie se encontraba. 

Se veía guapo. Estaba sin sus gafas, y Eddie creía que podía incluso contarle las pestañas ahora que estaba sin ellas. 

Se encontró perdido en el rostro de éste, y creyó por un momento que nada en la cara de Richie podía ser más perfecto.

Su amigo tenía la piel blanca, manchada por muchas pecas, y Eddie sentía al mirarlas, que estaba viendo las estrellas.

Quizá Richie era la vía láctea. Y las pecas que se encontraban esparcidas por su rostro —¿las tendrá en el resto de su cuerpo?— eran las estrellas. Eddie recordaba haber leído que la Vía láctea tenía ese nombre porque, de hecho, lucía como una línea blanca sobre la tierra, como si alguien hubiera derramado un poco de leche; y que eso era, en efecto, porque se encontraba en ella un conglomerado de millones y millones de estrellas, que brillaban tanto que era imposible contarlas. Y Richie era luz para él, así que compararlo con la vía láctea no era algo tan loco después de todo.

Si Richie pudiera leer la mente de Eddie, se habría encontrado comparando al pequeño con el planeta Tierra. Porque 1, se encontraba en la Vía láctea, y Richie vivía en él. 2, era el único planeta óptimo para la vida, y así Richie podía vivir ahí; y 3, porque ese planeta, mirado desde el espacio, era realmente precioso, se encontraba a la distancia perfecta del sol, como para no congelarse ni ser quemado, y Eddie siempre sabía donde ubicarse, qué hacer, qué decir: Eddie estaba ubicado en el lugar perfecto en la Vía láctea.

Cuando Richie abrió los ojos, se encontró con Eddie mirándolo muy concentrado, casi como si estuviera hipnotizado.

"Mierda, debo verme horrible."

  —Buenos días —lo saludó Eddie, y había sonreído al terminar de pronunciar las palabras—. Pensé que despertarías más tarde, te veías realmente relajado.

—¿Me veía relajado? —Richie preguntó, luciendo casi incrédulo— Me parece raro, porque estaba teniendo un sueño bastante agitado. Y aparecías tú, Eds.

—¿Yo?

—Sí, y yo no podía verte.

—¿Entonces cómo sabes que estaba ahí?

—Porque me la estabas mamando, pero yo estaba sin mis gafas, así que no veía una mierda.

—Eres asqueroso.

—Puede ser, pero igual me la mamaste.

—Sigue soñando.

—¿Por qué no haces mi sueño realidad, Eds?

—Por dios Richie. Cuando hablas así, siento que le pediste a alguien que te escribiera esa carta, porque era demasiado melosa como para venir de ti.

—¿Tú crees?

Y entonces Richie puso su mano derecha en la cintura de Eddie y lo acercó hacia él. Con su mano izquierda, le acarició la mejilla, y luego lo besó. 

Y es que Richie no sabía cómo definir lo que sentía al besar a Eddie. Se sentía liviano, quizá flotaba, volaba.

Y entonces Richie lo supo, al fin podía explicar esa sensación de alguna forma: Años atrás, el hombre al mirar las aves, también quiso volar. E inventó variadas máquinas, las cuales a lo largo de los años fueron evolucionando, haciéndose mejores. Pero en realidad, el hombre, aún en la actualidad, no conseguía volar; sólo podía conducir o viajar en algún objeto volador, que tampoco podía funcionar si no era manejado por un hombre. Pero Richie, con sólo 17 años había volado sin necesidad de máquinas, sin necesidad de un piloto y sin necesidad de alas. Sólo con el roce de los labios de Eddie sobre los suyos, Richie había planeado por los cielos del mundo entero. Había sentido el roce del aire puro sobre su rostro, había tocado con la punta de sus dedos las estrellas. El único impulso que el hombre —en realidad, Richie— necesitaba para volar, eran los labios de Eddie, y lo demás sobraba. 

"Yo nunca, nunca..." Donde viven las historias. Descúbrelo ahora