La luz, esa luz
al final se ve,
como un lucero,
deseado, aliviado,
tantas veces soñado.
La luz, una llama,
sabe mi nombre,
y acaricia mis manos,
mis oídos,
mi pecho,
reventando sentimientos.
La luz no se va,
sigue, palpita,
y agrandece mi alma
rodeada de oscuridad.
Ella, brilla, me llama.
No todo está perdido,
no todo está acabado.
Me espera, me suplica,
y yo voy,
voy, ando despacio,
pero voy.
La luz, bella, única,
esa luz, fuera la tiniebla.
Su calor me hace seguir,
su esperanza me hará llegar,
ni las piedras,
ni los pasillos estrechos,
me podrán parar.
Luz, luz, luz,
aprópiate de mí,
seré tuya
hasta el fin.