Luna redonda, grande, hermosa,
tú que miras curiosa
a los amantes, delicados;
al asesino desalmado
que roba vidas,
que como alimaña
busca hundir en un pecho su arma.
Al hombre solo,
frente a la playa,
buscando respuestas
y no encontrándolas.
A la mujer que presta
dulces servicios,
donde las almas huidas buscan
y encuentran cobijo.
A esas almas torturadas
por el dolor de la ausencia,
donde la almohada es enemiga
de los sueños reparadores.
La grata mirada del que busca, y haya,
de los dulces besos,
de amores sin trabas.
Luna mía de mi mirada,
ves tantas cosas
y guardas la calma...
Las cosas buenas,
las cosas malas,
justo equilibrio
intentas hacer.
Y al acabar la noche
olvidas tu maleta,
porque es necesario dejar a un lado,
para volver a empezar otra noche,
intensa y fugaz.
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