Me duele el alma,
de estar a solas,
mirando mi ombligo,
cogiendo rosas.
Rosas olorosas,
despiadadas y celosas
que solo quieren mi boca.
En este gran jardín,
donde la soledad me evoca.
Solo puedo mirar
y hablar a solas,
tejiendo frases que diré,
haciendo gestos que haré,
como loca desquiciada,
pero consciente a la vez.
Sumergida en el por qué,
veo cosas que nadie ve.
Hablo al vacío,
creyendo ser oída,
la soledad, mi amiga,
en este inmenso jardín,
del todo mía.
Huelo las rosas del hoy,
las dulces y las podridas,
y es que de todo hay,
en esta curiosa vida.