8 de octubre, 2015
Xian—¡Espera! —chilla una voz desde el corredor, pidiendo que detenga las puertas del elevador.
«Ciérrate, ciérrate, ciérrate».
—Eso estuvo cerca. —Suspira aliviada una vez dentro.
No otra vez, por favor. Pensé que Jesús y yo éramos amigos, y no se le tienden trampas mortales en forma de mujeres irritantes a tus amigos.
Me apoyo contra la pared del fondo y cierro los ojos. Tal vez así el recorrido se haga más corto. Sin embargo, cuando carraspea por cuarta vez consecutiva me obligo a abrirlos de mala gana. Ahogo un grito al encontrar su nariz casi pegada a la mía.
—¿Sabes lo que es el espacio personal? —inquiero displicente.
Me deslizo hacia la izquierda pero ella se mueve conmigo y me mantiene aprisionado entre su cuerpo y la barandilla. Se cruza brazos con determinación y, como es más baja que yo, tengo una vista panorámica de su escote. Sus pechos son más pequeños que los de Brooke, pero me fijo en la porción de sostén que se vislumbra, no en ellos. Hace tiempo que quería regalarle lencería a mi novia pero no sabía de qué tipo hasta ahora.
Mi imaginación se dispara pensando en ella. La mano de Preswen a mi cara también.
—¡¿Qué te pasa, gnomo trastornado?! —Ahueco mi mejilla tras el chasquido.
Mi piel arde y gimoteo como la vez que mis tres hermanas unieron fuerzas para vencerme en el ring (la cama de mis padres), a los seis años.
—Mido 1, 56, no soy ningún gnomo, ¿y crees que no me di cuenta de lo que estabas haciendo?
—Te estaba mirando el sostén, ¿y qué con eso? —declaro con agallas.
—¡¿Qué tú qué?!
Quiero correr, pero no hay mucho espacio para hacerlo en un elevador. La cartera que cuelga de su hombro se desliza por su brazo hasta su mano y me golpea con ella en el pecho.
—Me refería a que el jueves pasado saliste corriendo en un completo estado de negación porque no querías aceptar la realidad. —Intento protegerme de su arrebato, aunque vuelve a la carga con su bolso—. ¡No quieres aceptar que tu novia es una zorra roba Wells!
La tomo por los codos y obligo a retroceder hasta que su espalda está pegada contra las puertas. Deseo que se abran y se caiga de trasero al infierno, pero en contra de mis deseos y obedeciendo las reglas sociales, presiono el botón de emergencia. Nos detenemos de golpe y se zafa de mi agarre.
Me empuja con toda la fuerza con la que podría empujarme el fósil del abuelo Silver.
—Primero que nada, no hablamos de mi novia, sino mi prometida, quien jamás me engañaría porque no es esa clase mujer —aseguro, a lo que enarca un ceja a modo de burla—. En segundo lugar, las coincidencias existen. Que nuestras respectivas parejas nos enviaran un mensaje similar no implica que estén juntos, mucho menos que nos estén engañando. El mundo no es tan pequeño.
No parece entenderlo. Tras ver los mensajes la dejé tirada en el corredor. Sabía que iba a ponerse histérica y comenzaría con las teorías conspirativas. Se le notaba el los ojos el hambre por el drama. Por mi parte me fui con la conciencia tranquila. Brooke puede ser muchas cosas, pero infiel no es una de ellas.
—¿Tercero? Consíguete alguien más al que perturbar con tus disparates.
—Nos enviaron el mismo mensaje a la misma hora. ¿Tienes siquiera suficiente corteza cerebral para que al menos te parezca sospechoso?
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El elevador de Central Park
Teen Fiction¿Cuál es el mejor lugar para trazar un plan de espionaje? El malhumorado Xiant Silver no tiene nada en común con la impulsiva Preswen Ellis. O tal vez sí. Cuando se quedan atascados en el elevador del lujoso edificio Obsidiana, una rápida enemistad...