32. Lejos, lejos, lejos

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Brooke

Cuelgo el teléfono y abro la casilla de mensajes para refrescarla. No hay señal de Xian y dejo caer el móvil entre las sábanas. Estoy en mi lado de la cama, observando el suyo mientras me abrazo a mí misma.

¿En verdad voy a casarme con él sabiendo que puedo hacerlo infeliz?

La culpa por los pasados meses me carcome la conciencia, pero si no fuera así, jamás hubiera conocido a Wells. Me aferro a él porque es todo lo que le falta a Xian en este momento; habla y comparte conmigo desde sus alegrías hasta sus inseguridades. También me recuerda por qué soy digna de querer. Me ve, y no recuerdo cuándo fue la última vez que mi prometido me vio de esa forma. No sé cómo terminamos separados cuando compartimos cama todas las noches.

Por más que abraces a una persona, a veces esta se siente a kilómetros de distancia. Es tan triste.

No tendría que compararlo con Wells. Su personalidad, sus circunstancias e historias conmigo son diferentes. Sin embargo, los seres humanos vivimos a base de las diferencias. Con ellas creamos definiciones, porque una cosa o persona es lo que otra no. Wells no es perfecto, pero cuando miro mi relación con él veo algo más estable y sano. Es lo que una vez tuve con Xian, lo que me gustaría recuperar. 

Me estiro hacia la mesa de luz y saco mi pequeña pila de agendas. No puedo deshacerme de ellas, no importa que las reemplace. Son importantes, guardianas de mis días más felices y de los no tan buenos. Me gusta hacer breves anotaciones de lo que ocurre entre reuniones, salidas y compromisos. Busco la del año pasado y la abro en octubre, el mes donde nos comprometimos. Paso la primera semana y hallo una hoja doblada por la mitad.

Xian

Sé que no te gustan las cartas. Siempre dices que solo los dramáticos las escriben hoy en día. Supongo que me consideraré una a partir de ahora.

Si estás leyendo esto, es porque algo marcha mal. Tal vez contigo, tal vez conmigo, tal vez con los dos.

Hoy me pediste que me casara contigo. Estoy segura de que debes estar preguntándote por qué estoy escribiendo esto en lugar de estar teniendo sexo o una siesta abrazados para celebrar. La realidad es, por más cursi que pueda sonar, que quiero dejar escrito lo que siento por ti en este momento. Creo que es importante. Si tienes, tengo o tenemos un problema, me gustaría que recordemos que somos más fuerte que eso. Que valemos la pena.

Me encantaría que recordaras lo feliz que me haces.

Desde la primera vez que te vi en un estacionamiento de caravanas supe que no teníamos nada en común. Nada de nada. A pesar de eso, fueron nuestras diferencias las que nos acercaron. Tú me haces ponerme en muchísimas perspectivas diferentes (y posiciones también, solo te recuerdo la química corporal aquí). Abres mi mente, pero jamás en el intento de imponer tus opiniones, sino con el anhelo de hacerme pensar más allá y descubrir todo por mí misma. Amo eso de ti, tal vez tanto como amo lo dulce que puedes ser. Te consideras alguien que no sabe nada sobre ser un romántico, pero estás equivocado. Tus acciones siempre terminan por delatarte:

1) Me dejas escoger las películas, incluso cuando es tu turno.

2) Aunque eres un tacaño con casi todo, jamás permites que nos quedemos sin suavizante porque sabes cuánto me gusta que la ropa huela a limón.

3) Cuando uno de mis zapatos termina bajo la cama, lo buscas porque sabes que odio arrastrarme por el piso por más limpio que esté.

Esos son algunos ejemplos pequeños e inmensos a la vez. Todo lo haces quejándote, pero te quejas para que tus acciones parezcan menos desinteresadas de lo que verdaderamente son.

Eres inteligente y sonríes a escondidas cuando tu sarcasmo me hace reír. Adoro la forma en que te descalzas y preparas té de manzana para ponerte a leer en el sofá, creando un ritual. Me encanta que acaricies mi espalda cuando crees que estoy dormida y trates de adivinar qué voy a usar por las mañanas mientras me paseo frente al espejo. (Sí, sé lo que haces).

Estamos lejos de ser perfectos por separado, y mucho más de serlo juntos, pero eres la única persona en el mundo que me hace creer que ser imperfecto es lo más hermoso a lo que se puede anhelar. Ser imperfecto es ser uno mismo, y eso soy cuando estoy contigo.

Solía sentir que el mundo era demasiado y nunca podría aprender a vivir en él. ¿Recuerdas lo que me dijiste?

«El mundo jamás será cómodo. No puedes cambiar eso, pero puedes cambiar tú. Siéntete cómoda en ti misma y así llevarás la comodidad a donde sea que vayas. Si un día dejas de hacerlo, hospédate en mí hasta que logres sentirte bien otra vez».

Quiero ser tu esposa. Estoy lista para perderme en ti y en el mundo. Prometo amarte incluso cuando parezca que no lo haga, lo cual intentaré que jamás ocurra. Debes saber que me has hecho más feliz que nadie, y si en el futuro dejo de sentirme así, lo cual no creo que pase, juro que releeré esta carta un millón de veces para recordar que nunca es tarde para revivir el amor que nos tenemos.

Hay sentimientos que nunca mueren.

Pase lo que pase, hagas lo que hagas, haga yo lo que haga... Te seguiré amando aunque pasemos del todo a la nada.

La futura señora Silver, mejor conocida como Brooke.

Doblo la hoja otra vez y la llevo a mi pecho. Escribí esto hace muchos años y resulta increíble lo que puede cambiar en ese lapso tan pequeño de la escala de la vida. Vuelvo a mirar su lado de la cama. Sé que tiene dudas, pero debo... Necesito casarme con él. No veo otra manera. Lo sigo amando a pesar de todo, de una forma distinta, pero lo hago, así que debo convencerlo de que todo tiene solución.

Dejo la carta sobre su almohada sabiendo que no siento lo mismo que sentí cuando la escribí. Ahora todo se salió de control. Solo espero que vuelva a la normalidad para que demos el «Sí» y estemos bien.

 Solo espero que vuelva a la normalidad para que demos el «Sí» y estemos bien

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El elevador de Central ParkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora