Cambio

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   [Las cosas no cambian; cambiamos nosotros.

            Henry David Thoreau]

•••


Habían pasado solo 6 horas después de que se había dormido, por supuesto Harry ya no estaba en la habitación, eran pasadas las 8 a.m. para entonces Harry ya debía estar en clases o alguna otra cosa que los humanos hacen. Perezoso se levantó del suelo, no se sentía mal o bien solo neutral. Analizo su estado por un momento, ¿Dónde estaba aquel frío descomunal que había sentido hace unas horas?, se quitó de encima aquella frazada que lo cubría elevándose del suelo para que sus pies tocaran el suelo y tomará una posición erguida. Levantó la vista del suelo topándose con su reflejo en el espejo del baño, ya que la puerta estaba abierta, miró extrañado su mismo reflejo, se acercó un poco más hacia aquel espejo que cumplía su propósito, al estar frente a frente de sí mismo toco su propia cara, miro su cabello que estaba un poco despeinado y su mentón que poseía poco vello, por alguna razón estaba molesto pero qué más daba, los demonios siempre lo están mientras que sus contrapartes siempre los acompañaba  la alegría.

Se quitó aquel suéter gris de un momento a otro, pues hacía muchísimos años que no veía con mejor detenimiento su cuerpo, ante él apareció la imagen de un hombre con un poco de masa muscular, se podría decir que estaba bien con el cuerpo de mortal que poseía, sabía que como era un demonio podía cambiar su aspecto, si quería podía agregarse más musculatura, cortar su cabello, crecer más, incluso podía verse más viejo, lo único que hubiera querido que se pudiera hacer era cambiar el color de sus ojos, siempre los había visto más como una aberración que un atractivo visual, aunque debía admitir que esos mismos ojos azules como el mar le habían garantizados varios acostones casuales con alguna que otra criatura maligna, le daban la agilidad de poder mentir y que le creyesen ya que aquellos oceánicos ojos le daban el toque para que la mentira se creyese. Entonces dejando de lado aquellos ojos celestes miro sus brazos, en uno estaban aquellas letras que tanto lo habían hecho sufrir, aquel calvario que tuvo que soportar, aquello estaba escrito en italiano y aunque Louis sabía el idioma no lograba entender cómo es que algo tan simple le causara tanto dolor, entonces su vista viajó a su brazo contrario encontrándose con otras letras, nada que ver con las anteriores, sabía lo que significaban pues también podía entender el ruso. Entonces cegado una vez más por su enojo busco al menor en la habitación, sabía que no estaba en ella entonces al buscar la respuesta de su cegada mente busco el libro, aquel que le abrió la puerta a sus pesadillas. Lo pudo encontrar en la almohada de Harry, lo abrió con toda la brutalidad que se podría, y justo en la página en blanco le gritó:

— ¡Dime libro estúpido!, ¡¿Qué hice ahora?! —Louis sostenía el objeto con fuerza, con intención de romperlo— ¡Vamos!, ¡Responde libro idiota!

En ese momento aquella respuesta que Louis tanto buscaba salía en las páginas, dejando a un Louis un poco sorprendido, un poco molesto, un poco frustrado, un poco de todo lo malo.

—Jodida mierda, ¿es acaso que ni siquiera puedo apartarme de la escoria? —lanzó el libro frustrado, sabía que hacerlo no le regresaría su vida pero le causaba una extraña satisfacción—Jodete miguel, tú también belcebú y en especial... Jodete Harry.

Aturdido y enojado se acostó en la cama de su compañero, aspirando el aroma a hierbabuena, sintiendo ese fresco olor, cerrando los ojos y decidido en saber con quién desquitaría aquel enojo.

—Harry...

(.....)

—Vamos Liam, por favor déjame llevármela a mi habitación, solo por este día, prometo en cuanto comience a oscurecer la traeré de vuelta—Liam miró escéptico al de rizos, sabía que Harry no se encontraba en muy buenas condiciones y sabía muy bien que tenía que encontrar la manera de hacer sentir bien al menor.

𝐋𝐮𝐳𝐛𝐞𝐥»𝐋𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora