5. ¿Quién me querrá como soy cuando estoy a solas?

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Simón

Simón sabía que a Kiara no le agradaban sus compañeras de grupo, quizás era por eso que había decidido encargarse él mismo de organizar todo en la casa de su amiga. El lado positivo era que los padres de la chica nunca estaban en casa. Eran empresarios por lo que viajaban por trabajo constantemente, lo cual era la oportunidad perfecta para fiestas improvisadas como aquella. Y, esta vez, encima se llevaría una ganancia. No había perdedores.

Si alguien le preguntara, no sabía por qué mantenía aquella relación de amigos con derechos con Kiara. Ella era atractiva, si, pero prefería acostarse con Tadeo: gritaba menos y le dejaba menos marcas de uñas en la espalda. Quizás el problema era que Tadeo seguía en el closet, por lo que no podía darle el entretenimiento que Kiara si le proporcionaba ¿Estaba enamorado de alguno de ellos? En absoluto. Eran amigos, solo se divertían y nada más.

Se preguntó qué pensaría Vanesa de todo eso. Todos sabían que algo pasaba entre él y Kiara, pero nadie sabía sobre Tadeo, ni siquiera ella. Ser bisexual era complicado cuando la gente buscaba desesperadamente encasillarte de un lado o del otro: muy pocas personas en el mundo eran capaces de ver las áreas grises.

Hubo un tiempo en el que le había molestado no poder decir nada. Las primeras veces que se había acostado con Tadeo había llegado a creer que estaba enamorado, que quizás podrían haber hecho las cosas exclusivas entre ellos dos, pero pronto había descubierto que Tadeo era de esa clase de gays que se mostraban casi homofóbicos ante el miedo de ser descubiertos. Simón entendía su miedo y lo respetaba, pero su incapacidad de respetar a la gente que si estaba fuera del closet había sido suficiente como para hacerle perder todo el encanto que había encontrado en él en un principio. Al menos románticamente hablando.

Se preguntó si lo vería en la fiesta. También se preguntó si Bianca se presentaría. No recordaba haberla visto en una fiesta antes y se preguntó si descubriría una nueva faceta de ella esa noche.

Por supuesto, a Kiara no le gustaba en absoluto la idea de tenerlas como invitadas. Aunque nunca lo admitiría, era evidente que para ella la personalidad de Vanesa era intimidante y arrolladora y Bianca era impredecible como una bomba a punto de estallar: era imposible saber con qué saldría de su boca pero sería afilado como navajas, listo para atacar.

A las doce y media de la noche, la gente finalmente comenzó a llegar. Kiara le había ofrecido a su hermano, que tenía un año menos que ella, una patineta si se quedaba en la puerta juntando el dinero de los invitados y él no había dudado en aceptar, por lo qué Simón se olvidó de esa preocupación y se dedicó a atender la barra de bebidas improvisada que habían armado en la cocina.

—¡Jessie y Woody!— festejó Laura, una de las amigas de Kiara, en cuanto los vio. La chica había sido la encargada de conseguir los disfraces a juego para los dos y Simón se sorprendió al ver la calidad de los mismos: no tenía ni idea de dónde los había sacado.

A la una y media de la mañana el chico comenzó a sentir el alcohol haciendo efecto en su interior y fue entonces cuando las vio llegar: Vanesa vestida de hada y Bianca de...¿Gata emo? Lucían increíbles, increíbles y fuera de lugar entre la multitud.

—Bienvenidas— las saludó tambaleándose en su dirección.

Vanesa lo saludó normalmente, pero hubo cierto, ¿Rechazo? En Bianca cuando intentó inclinarse hacia ella: la chica apartó el rostro y pasó por su lado como si no lo hubiera visto, llevándose a Vanesa de la mano con ella.

El chico alzó una ceja, ¿En qué momento se habían hecho amigas? Decidió seguirlas, en parte por curiosidad y en parte porque quería otra bebida y ellas se estaban dirigiendo a la cocina a dejar las bebidas que habían traído.

Los últimos días de juventudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora