Vanesa
Graciela desfiló con su vestuario finalmente terminado a lo largo de la habitación de Vanesa con la gracia y elegancia de una modelo de pasarela.
—Aún no puedo creer que hiciste esto para mí— contestó Graciela, encantada y dio una vuelta antes de pararse frente al espejo de cuerpo completo para observarse a sí misma con más atención.— Ni siquiera parece que soy yo.
—Pero claro que eres tú.
—¡Es que me veo hermosa!— festejó la chica y se volteó hacia Vanesa, sus ojos brillantes por la emoción.— Eso...
—...también es algo de todos los días— agregó Vanesa con una risita tonta.
Graciela se dejó caer en la cama a su lado y ambas se quedaron lado a lado, la mirada fija en el techo que aún conservaba las pegatinas de estrella que Vanesa había puesto allí de pequeña. En aquel entonces brillaban en la oscuridad pero con el paso de los años se habían ido apagando hasta volverse obsoletas. Nunca había juntado el coraje para sacarlas de allí.
—Así que ahora duermes con una constelación muerta en tu techo— contestó Graciela luego de que le contara aquella historia— muy esperanzador.
—Pero es una buena metáfora de la vida, ¿No?
—¿Que todo está hecho para morir eventualmente?
—Que podemos perder nuestro brillo pero aún permanecer, que aún existimos, que lo importante es eterno.
—Tan eterno como dure el pegamento que esas estrellas tienen al otro lado— contestó Graciela y se ganó un bufido por parte de Vanesa, lo cual la hizo reír.— Solo bromeo, si me gusta tu metáfora de las estrellas. Me gusta que seas capaz de formar toda una conclusión en base a la decoración de tu techo.
—Gracias, a mi también me gusta eso sobre mí— contestó Vanesa y Graciela volvió a reír.
Vanesa no se consideraba particularmente graciosa pero le resultaba fácil hacer reír a Graciela. Es como si ambas hubieran sido hechas del mismo material y encajaran de alguna forma que no encajaban con nadie más que conocieran.
Conversaron durante toda la tarde: sobre el proyecto anual, sobre la reconciliación entre Vanesa y Simón, sobre la fiesta de fin de año, sobre el futuro. Era fácil hablar con Graciela sobre cualquier cosa y Vanesa se preguntó, no por primera vez, cómo sería ser novia de ella. ¿Qué pensaría su madre si llegara y le dijera que Graciela era su novia? ¿Cómo se sentiría tomarla de la mano en la calle? Había visto eso en parejas heterosexuales desde siempre y de pequeña siempre que había imaginado a su futura pareja, había sido bajo la premisa de que éste sería un hombre pero, ¿Y si no era así? Vanesa no había sentido nada al besar a hombres en el pasado, quizás solo necesitaba a la persona correcta. A alguien como Graciela.
Hubo un momento en su conversación en el cual Vanesa fue perfectamente consciente de lo cerca que la cara de Graciela estaba de la de ella. Fue consciente de su cálida respiración, de sus labios a tan sólo unos centímetros de distancia. Fue tan consciente de ello que sintió sus propios labios temblar y, por un segundo, tuvo que contener el impulso de lanzarse hacia adelante y simplemente besarla.
Una sensación de horror la recorrió. Eso era impensable, ¿Qué pasaría si intentaba algo y Graciela la rechazaba? ¡Arruinaría la amistad entre los dos! Había pasado años sin Simón, no iba a arriesgarse a perder a Graciela. No podría soportar algo como aquello.
Vanesa miró hacia el techo de nuevo y apretó los labios obligándose a apartar aquella sensación tan molesta. Cada vez que estaba con Graciela la invadían toda clase de pensamientos como ese. Se preguntó, no por primera vez, si alguna vez había estado tan confundida respecto a un chico y, por más que intentara hacer memoria, ningún recuerdo acudía.
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Los últimos días de juventud
RomanceSi de ellos dependiera, Bianca, Simon y Vanesa nunca hubieran intercambiado una palabra entre ellos en toda su vida. Pero cuando su profesora de Arte los obliga a hacer un proyecto grupal que podría definir su calificación final, no les queda otra o...