17. ¿Cómo entenderme a través de otra persona?

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Vanesa

Con los últimos meses del año escolar, también llegaría la obra de fin de año y, al contrario de lo que había asegurado, Vanesa apenas se había involucrado en el proceso final.Sabía que sus compañeros de teatro no estaban para nada contentos con su falta de presencia en el proyecto, pero tener una amiga internada en terapia intensiva y un mejor amigo con una orden de restricción parecían ser suficiente motivo como para que, al menos, nadie la hubiera molestado al respecto.

Para cuando la chica finalmente decidió involucrarse, sus compañeros ya habían terminado con el guión, planeado los toques finales del diseño de la escenografía y vestuario, incluso ya sabían qué maquillaje querrían usar y casi todo estaba en proceso, por lo cual no quedaba mucho más por hacer. Vanesa tuvo que callar cuando le asignaron las tareas restantes: confección de vestuario y dar los toques finales a los bocetos que ya habían establecido respecto al maquillaje. La chica supo que no tendría más opción que aceptarlo y seguir adelante y quizás fue por eso que se sentía algo abatida aquel domingo en su camino a la casa de Graciela.

La chica había estado algo engripada los últimos días, por lo cual no había podido ir a la escuela ni asistir a los ensayos así que Vanesa era la encargada de ponerla al día. Su amiga vivía en una casa pequeña pero muy acogedora ubicada frente a la plaza principal del pueblo. En el camino, Vanesa había decidido frenar en la única farmacia que permanecía abierta toda la semana y también en la panadería para llevar así algo rico de comer.

Graciela la recibió con su cabello atado en un moño despeinado y vestida con sus pijamas, los cuales probablemente se había dejado puestos durante todo el día.

—¿Alguien en casa?— preguntó adentrándose como si nada extraño pasara entre las dos.

—Mis padres salieron de pesca y acamparán en el bosque— explicó Graciela con una risita.— Los comerán los mosquitos.

—¿Cómo te sientes?— preguntó Vanesa dejando la bolsa con los pastelitos que había comprado sobre la mesa del comedor y los remedios de su mejor amiga sobre el aparador que separaba el comedor de la cocina.

—Mejor, gracias por las pastillas— dijo la chica y tomó una para tragársela sin siquiera usar un vaso de agua. Vanesa siempre tenía que partirlas, odiaba tomar pastillas.

—He comprado algo de tintura rosada, ¿Crees que puedes teñirme?— preguntó la chica señalando su cabello. Graciela rió.

—Vaya, me haces trabajar incluso estando enferma. Exigiré una compensación más tarde.

Sin poder evitarlo, Vanesa se sonrojó y debió ser muy notorio porque Graciela volvió a reír, ésta vez con algo de nerviosismo y agregó:

—Iba a decir que invitaras unas pizzas.

—Ah, claro, si. Pizzas— contestó Vanesa con torpeza y se dirigió hacia la mesada para preparar unas tazas de café para las dos.

La chica escuchó a Graciela acercarse y sentarse sobre la mesada a su lado.

—Entonces, ¿Quieres hablar sobre...todo?

Vanesa suspiró y comenzó a mezclar el café instantáneo.

—Supongo que no hay mucho más que hablar, ¿Verdad? Dijimos que lo intentaríamos.

—Claro, si— comentó Graciela poniendo una tetera con agua a calentar— pero quizás querrías...¿Ser más específica?

Vanesa distribuyó el café que había mezclado en las dos tazas y le puso dos cucharadas de azúcar a la suya, dejando a la de Graciela sin nada tal y como le gustaba.

Los últimos días de juventudDonde viven las historias. Descúbrelo ahora