Simón
Simón despertó temblando y completamente bañado en sudor. Le dolía la cabeza y una sensación desagradable se había instalado en su cuerpo. Intentó recordar lo que había estado soñado o, mejor dicho, la pesadilla que había tenido: una serie de pasillos y habitaciones interminables, completamente vacías y la sensación de que alguien lo perseguía y que algo completamente terrible sucedería si lo capturaba. Por supuesto que, en su pesadilla, este monstruo no era nada más ni nada menos que su propio padre. Podía recordar el sonido de su voz diciendo que lo mataría, que lo haría desear no haber nacido y cientos de otras cosas que comenzaban a desvanecerse ahora que finalmente había despertado.
Casi instintivamente, el chico tomó su muñeca herida y la restregó. Era una de las pocas heridas que su padre había logrado dejar de forma permanente en su cuerpo. El resto se habían desvanecido con el tiempo, aunque no se comparaban a sus heridas emocionales, las cuales parecían decidas a quedarse para siempre.
Miró la hora, eran las seis y media de la mañana. Era temprano para que él se levantara, pero podía oír a su madre en la cocina preparando su desayuno.
Decidió empezar su día oficialmente y tomar una ducha para quitarse los restos de su pesadilla de encima. Mientras lo hacía, recordó el vinilo que Bianca le había enviado y su promesa de volver a verla. Sabía que no podría ocultarse de sus amigas para siempre y que tenía que volver para su graduación, pero seguía repitiendo en su mente los hechos de la noche de la fiesta una y otra vez como si de una película se tratara y cada vez se horrorizaba más con la forma en la que había actuado.
Su madre ya se había ido a trabajar para el momento en que llegó a la cocina y había dejado una nota para él junto a un desayuno recién preparado: Disfruta el día, te quiero. Probablemente lo había oído meterse en la ducha y había decidido prepararle algo rápido antes de irse.
Simón desayunó mirando un episodio de un animé que estaba en transmisión y lavó su taza antes de dirigirse al piano de la sala de estar. Intentó tocar suavemente, puesto que era temprano y no quería que su madre tuviera problemas con los vecinos, y dejó que las canciones salieran de él sin pensar mucho en ellas. Se permitió sentir cada melodía, cada cambio en el ritmo y dejó que sus manos expresaran a través del piano todo lo que estaba sintiendo en ese momento.
Ya era cerca del mediodía cuando finalmente dejó de tocar. Había estado allí sentado durante tanto tiempo que tenía los dedos acalambrados y las muñecas tensas. Había estado toda la mañana decidiendo en si iba a hacerlo o no, le había dado vueltas a la idea en su cabeza una y otra vez y finalmente se había decidido, no había vuelta atrás.
El chico se dirigió hacia su habitación y preparó una mochila, asegurándose de dejar alguna de sus pertenencias en la casa como siquiera decir: no será para siempre. Acto seguido escribió otra nota y la dejó junto a la de ella. Finalmente se dirigió a la puerta y le dio una última mirada a la casa de su madre. Se estaba yendo sin previo aviso, sin una última conversación.
Sabía que no era justo, pero eso mismo le había hecho ella a él cuando era tan sólo un niño así que debía poder soportarlo.
🌸🌸🌸
Simón se metió por la ventana de su habitación y comenzó a rebuscar entre sus cosas. No estaba seguro de qué estaba buscando, quizás solo quería comprobar si faltaba algo, si su padre se había llevado algo en particular o si había decidido vender sus cosas sin previo aviso. Nada de eso había pasado. Luego de un rato de búsqueda comprobó que sus cosas se encontraban tal y como las había dejado, incluso algunas superficies habían comenzado a formar una pequeña capa de polvo, dejando en evidencia que su padre no había vuelto a entrar a su habitación desde que se había marchado.
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Los últimos días de juventud
RomanceSi de ellos dependiera, Bianca, Simon y Vanesa nunca hubieran intercambiado una palabra entre ellos en toda su vida. Pero cuando su profesora de Arte los obliga a hacer un proyecto grupal que podría definir su calificación final, no les queda otra o...