Evil

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-¡No preguntes y házlo!

Dean se encontraba en su habitación jugando en el suelo con un viejo tren de madera mientras escuchaba la grave voz de su padre gritándole a su madre, el pequeño Dean ya se había acostumbrado a las peleas y discusiones de los que eran protagonistas sus padres, así que no le dio la mínima importancia y siguió jugando.

De repente su madre entro a su habitación con la mirada algo triste.

-¡Vamos Dean! Tienes que vestirte -le ordeno su madre para luego sacar de sus cajones la mejor ropa de su pequeño hijo.

El pequeño de mejillas coloras lucia muy elegante y adorable, vestía unos zapatos negros, un pantalón marrón claro y una camisa blanca.

-¿A donde vamos mami? -le pregunto con su dulce e inocente voz.

-No lo se hijo -le respondió mientras le peinaba su brillante cabello rubio -Pero tienes que prometerme que le haras caso a tu padre, ¿Si? -Le dijo para luego acariciar su regordeta y sueve mejilla.

Dean asintió con una pequeña sonrisa para después salir de su habitación y encontrarse con su padre. En el trayecto Dean no sabía para donde se dirigía, le pregunto a su padre pero no recibió respuesta alguna. Ambos caminaban por la acera de esa oscura y fría noche, el pequeño Dean se vio obligado a alejarse un poco de su padre debido al nauseabundo aroma de aquel hombre que perturban sus fosas nasales.

Al llegar a su destino, el pequeño de mejillas coloradas se asusto un poco al ver la fachada de aquel local, una pared de ladrillos y dos ventanas con rejas negras al lado de la puerta, el padre tomo la mano de su hijo y un hombre moreno de traje negro les abrió la puerta para que ambos entrarán.

Dean miro sorprendido lo que sus ojos le mostraban, no sabía muy bien que era este lugar, estaba un poco oscuro y la única luz que alumbraba aquel lugar era la del escenario que tenía una pasarela con un tubo y una mujer desnuda bailando ante la presencia de aquéllos hombres que alzaban sus brazos y agitaban su dinero con sus manos de manera desenfrenada y que no dejaban de halagar a aquella mujer.

Su padre y él caminaron por un largo pasillo de paredes color beige que eran adornadas por lujosos cuadros firmados por artistas de nombres raros. Ambos se detuvieron frente a una gran puerta de madera que era custodiada por otro hombre de traje negro y piel blanca.

Aquel hombre de traje les abrió la puerta, el padre de Dean se detuvo debajo del marco de la puerta y el pequeño Dean no se dio cuanta de la ausencia de su padre ya que entro él solo debido a la hignotizante decoración de la habitación. En frente de él de encontraba una gran cama de sabanas color carmesí y con paredes de un color rojo oscuro, a su derecha había una repisa con 10 retratos de fotos de niños rubios y a su izquierda estaba un hombre mayor sentado en un pequeño sillón de cuero negro. Dean dejo de mirar cualquier otra parte de la habitación en el momento en el que ese hombre de apariencia elegante se lo comía con la mirada.

-¡Hola, Dean! -Saludo amistosamente aquel hombre, -Ven y sientate a mi lado, -Dijo con una pequeña sonrisa palmeando el cojín del sillón.

Dean no lo conocía bien pero su grave, sensual y elegante forma de hablar logro que el pequeño moviera sus pies en dirección al sillón y sentarse a su lado. El pequeño de mejillas coloradas observaba con atención la apariencia de ese misterioso hombre, ese hombre que vestía unos costosos brillantes y negros zapatos en donde casi podía ver su reflejo, un pantalón rojo, un chaleco beige y una camisa blanca manga larga. Su rostro mostraba unas cuantas arrugas y una barba blanca de tres días que era acompañada por un frondoso cabello canoso peinado hacía atrás que hacían resaltará esos profundos ojos verdes que Dean no podía dejar de mirar.

Whiskey (Ambrollins)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora